Trump, disidentes y 'la diplomacia a su manera': ¿Empieza una nueva era de represalias políticas en EE.UU.?

La administración Trump revoca 37 credenciales de seguridad mientras presume de liderazgo global en acuerdos de paz. ¿Revancha interna o estrategia política?

Por Redacción

Una purga con implicaciones profundas

En un movimiento sin precedentes en la historia reciente de los Estados Unidos, la administración del presidente Donald Trump ha revocado las autorizaciones de seguridad de 37 antiguos y actuales funcionarios ligados a la comunidad de inteligencia. Esta acción, según el memorando firmado por la directora de inteligencia nacional Tulsi Gabbard, es una respuesta a la "politización o uso indebido de inteligencia" para fines políticos, además de alegaciones sobre la mala gestión de información clasificada y el incumplimiento de estándares analíticos profesionales.

No se trata simplemente de un trámite administrativo. La revocación de autorizaciones de seguridad representa una especie de "muerte profesional" para quienes laboran o han laborado en el ámbito delicado de la inteligencia nacional. El acceso a información clasificada es esencial para investigadores, analistas y exfuncionarios que hoy ejercen labores consultoras o educativas.

¿Quiénes están en la lista?

La lista incluye conocidos críticos del presidente Trump, algunos de ellos relacionados con el informe de inteligencia que concluyó que Rusia interfirió en las elecciones de 2016 con el objetivo de favorecer su candidatura. Muchos de los mencionados ni siquiera se enteraron por canales oficiales: se enteraron por las noticias.

La medida ha sido considerada por diversos expertos y exanalistas como una forma de castigo por desafiar públicamente al presidente, lo que refuerza la narrativa de cómo Trump ha intentado “limpiar la casa” de los elementos que considera desleales a su proyecto político.

“Estas son decisiones inconstitucionales que se desvían de décadas de leyes y políticas establecidas para proteger contra este tipo de represalias”, dijo el abogado de seguridad nacional Mark Zaid, cuya propia autorización fue revocada.

Una estrategia sostenida y pública

Lo ocurrido esta semana se enmarca en una campaña sostenida por el presidente Trump de utilizar los poderes del gobierno federal para castigar a sus críticos más prominentes dentro de las agencias de inteligencia. No es algo nuevo: en su primer período en la Casa Blanca, ya había revocado la autorización de seguridad del exdirector de la CIA John Brennan por sus constantes críticas.

Tulsi Gabbard, que se ha convertido en una figura clave dentro del aparato de inteligencia durante la segunda administración Trump, justificó la acción diciendo que “tener una autorización de seguridad es un privilegio, no un derecho.”

La jugada geopolítica: ¿pacificador global?

Esta ofensiva interna contrasta con la imagen exterior que Trump proyecta de sí mismo en la arena internacional. Durante su segunda presidencia, ha buscado presentarse como el gran negociador de paz, una figura casi mesiánica que, según su narrativa, ha puesto fin a varios conflictos bélicos (“he terminado siete guerras”, dijo en televisión).

Sin embargo, al analizar en detalle estos supuestos logros, surgen discrepancias e inconsistencias.

Israel e Irán: entre la guerra relámpago y el respiro

En junio, Israel llevó a cabo ataques contra instalaciones nucleares de Irán, justificando estos ataques como una forma de detener el desarrollo de armas nucleares por parte de Teherán. La situación escaló rápidamente, aunque gracias a un alto al fuego negociado por Trump —previo bombardeo de EE.UU. a objetivos iraníes— se logró frenar el conflicto tras 12 días.

Según Evelyn Farkas del Instituto McCain de la Universidad Estatal de Arizona: “Trump merece reconocimiento por haber conseguido detener una guerra que parecía no tener fin a la vista.”

Egipto y Etiopía: ¿diplomacia o exageración?

El conflicto por la Gran Presa del Renacimiento Etíope lleva más de una década. Aunque Trump intentó mediar durante su primer mandato, incluso cortando ayuda a Etiopía, no logró un acuerdo duradero. Aun así, el presidente insiste en que logró resolver el conflicto.

El politólogo Lawrence Haas ironiza: “Es una exageración llamarlo guerra. Estos países nunca han estado en guerra abierta.”

India y Pakistán: la vieja tensión de Cachemira

Un atentado en Cachemira en abril volvió a tensar las relaciones entre India y Pakistán. Según Trump, su intervención —ofreciendo concesiones comerciales— ayudó a lograr un cese al fuego. India rechaza esta versión, pero Pakistán agradeció a Trump públicamente.

Serbia y Kosovo: ¿una “paz” que nunca fue guerra?

Kosovo declaró su independencia de Serbia en 2008, lo que ha generado una tensión constante entre ambos países. Sin embargo, no se ha producido una guerra desde ese entonces, y la contribución actual de Trump ha sido mínima, más allá de autoatribuirse el mérito de un acercamiento diplomático sin grandes avances.

Rwanda y República Democrática del Congo: la paz que no llega

En junio, los cancilleres de Rwanda y RDC firmaron un acuerdo en la Casa Blanca, logrando uno de los pocos logros tangibles de la diplomacia trumpista. Sin embargo, el grupo rebelde M23 —clave en el conflicto— no formó parte de las negociaciones. El resultado ha sido un alto al fuego incompleto.

Armenia y Azerbaiyán: ¿la diplomacia milagrosa?

Trump recibió este mes a los líderes de Armenia y Azerbaiyán, logrando que se rubricara un esbozo de tratado de paz. Aunque aún no ha sido ratificado, y puede haber retrocesos, ambos gobiernos han elogiado su papel.

Ilham Aliyev, presidente azerbaiyano, afirmó que Trump “hizo un milagro”.

Camboya y Tailandia: el conflicto invisible

Después de un breve estallido fronterizo que dejó varios soldados heridos, ambos países acordaron un cese al fuego facilitado también por Trump. El presidente estadounidense habría condicionado acuerdos comerciales al fin de las hostilidades.

Según Ken Lohatepanont, analista político tailandés: “El condicionamiento de Trump a una paz inmediata fue un factor decisivo.”

¿Narrativa alternativa o estrategia comunicacional?

Trump ha impuesto una forma de diplomacia y comunicación política que desafía las normas establecidas. Su estilo directo, su uso intensivo de redes sociales como Truth Social y sus declaraciones grandilocuentes —como afirmar que terminó con siete guerras— le han servido para atraer titulares, pero no siempre están respaldadas por hechos verificables.

La otra cara de la moneda: el precio de sus decisiones

Mientras defiende su papel como pacificador en el ámbito internacional, en casa ha lanzado una de las purgas burocráticas más agresivas de la historia reciente, orientada mayoritariamente contra quienes han discrepado con su visión de política exterior e inteligencia.

La paradoja es evidente: persigue la paz afuera y fomenta el conflicto —institucional y político— adentro.

El futuro podría ser más incierto que nunca. La administración Trump asienta una doctrina propia de política exterior, mientras domestica a su aparato de inteligencia eliminando esferas críticas. El precio a pagar podría manifestarse no solo en términos de democracia interna, sino también de confianza global en los procesos institucionales de Estados Unidos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press