Trump, Ucrania y Venezuela: una nueva doctrina de seguridad con sabor a campaña

El expresidente estadounidense mezcla alianzas internacionales con política interna y militarización foránea en un complejo juego geopolítico en año electoral

Trump redefine su postura sobre Ucrania y la OTAN

Donald Trump, el expresidente y actual aspirante republicano a la Casa Blanca, ha dado un nuevo giro a su narrativa sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania. En declaraciones recientes realizadas en el programa Fox & Friends, Trump aseguró que bajo su liderazgo, “las tropas estadounidenses no serán enviadas a defender Ucrania”. Esta afirmación llega apenas un día después de que dejara abierta la posibilidad de un despliegue militar durante una reunión con líderes europeos en la Casa Blanca.

Trump sostuvo conversaciones con el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy y mostró su disposición a negociar con Rusia. Afirmó que ve factible alcanzar un acuerdo para poner fin a la invasión rusa, aunque dejando claro que dos cuestiones deberían quedar fuera de la mesa: la reincorporación de Crimea a Ucrania y la entrada del país en la OTAN. “Ambas cosas son imposibles”, sentenció.

La toma de Crimea por parte de Rusia en 2014 fue condenada internacionalmente, pero Moscú sigue exigiendo su reconocimiento como parte de su territorio. Además, exige la retirada de las fuerzas ucranianas de las regiones de Donetsk y Luhansk. Trump afirma que su reciente encuentro con Vladimir Putin en Alaska reveló que el líder ruso está dispuesto a considerar "garantías de seguridad" para Ucrania, aunque sus condiciones puedan resultar inaceptables para Kiev.

El viraje estratégico hacia América Latina

Mientras toma distancia de los conflictos europeos, Trump centró su atención en el hemisferio occidental. En particular, ordenó el despliegue de tres destructores con misiles guiados Aegis —el USS Gravely, el USS Jason Dunham y el USS Sampson— hacia aguas cercanas a Venezuela. ¿El objetivo declarado? Combatir las amenazas que representan los cárteles de drogas para la seguridad de EE. UU.

La medida remite a la doctrina Monroe remasterizada: América para los estadounidenses... bajo liderazgo estadounidense. La militarización del Caribe no solo busca frenar el narcotráfico, sino también reforzar la presencia militar como herramienta de disuasión ante regímenes hostiles.

El Departamento de Defensa confirmó que la asignación de estos buques refuerza la estrategia antinarcóticos. Esta actividad coincide con una nueva etapa en la política de Trump hacia América Latina, donde ha designado a grupos como el Tren de Aragua de Venezuela, la MS-13 en El Salvador y seis cárteles mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras. Una decisión contundente que hasta ahora estaba reservada a grupos como Al Qaeda o Estado Islámico.

México y una nueva frontera política

Trump también ha intensificado las presiones sobre la nueva presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, buscando una colaboración más decidida en materia de seguridad. No obstante, Sheinbaum ha trazado una línea clara: no permitirá intervenciones extranjeras en territorio mexicano, defendiendo la soberanía nacional frente a las insinuaciones de Trump.

Esta tensión geopolítica pone a prueba una relación bilateral ya desgastada por disputas migratorias y comerciales durante el anterior mandato de Trump. Para expertos en relaciones internacionales como Shannon O’Neil del Council on Foreign Relations, “Trump está utilizando estos temas como piezas de ajedrez electoral y de presión regional”.

Más allá de las fronteras: el caso Venezuela

Venezuela, bajo el liderazgo autoritario de Nicolás Maduro, ha respondido a los recientes movimientos estadounidenses con dureza. El mandatario anunció la movilización de más de 4.5 millones de miembros de la milicia nacional, una cifra difícil de verificar pero simbólicamente poderosa. “El imperio ha enloquecido”, declaró Maduro durante un evento en Caracas.

No es la primera vez que Trump lanza una ofensiva verbal y jurídica contra Maduro. Ya en 2020, durante su primer mandato, el Ministerio de Justicia estadounidense lo inculpó por cargos de narcoterrorismo y conspiración para traficar cocaína. En aquel momento, se ofrecía una recompensa de $15 millones por su captura, la cual ahora ha sido elevada a $50 millones.

Estas medidas, que no han sido replicadas por la administración Biden, sugieren una política de línea dura que Trump planea reinstaurar en caso de volver a la Casa Blanca. Para analistas como Brian Fonseca, del Instituto Jack D. Gordon para Políticas Públicas, “el tratamiento de Venezuela por parte de Trump ilustra cómo la lucha contra el narcotráfico se ha convertido en una herramienta de legitimación política más que en una estrategia coherente”.

Reconfiguración castrense en el Pentágono

En paralelo, Trump ha promovido una profunda reestructuración dentro del Pentágono. Recientemente, el jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, el general David Allvin, anunció su retiro anticipado. Aunque fue nombrado por el presidente Joe Biden en 2023, su liderazgo ha sido cada vez más cuestionado dentro del entorno republicano.

Allvin es solo uno de varios altos mandos que han sido apartados o han renunciado durante la segunda administración Trump. Uno de los casos más notorios fue el despido en febrero del General CQ Brown Jr., el segundo afroamericano en dirigir el Estado Mayor Conjunto. Esta serie de cambios responde a un supuesto “plan de eficiencia” promovido por el secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien también ha tratado de eliminar posiciones de liderazgo alineadas con los valores de diversidad, equidad e inclusión.

Los críticos sostienen que este tipo de “purgas” son ideológicas y buscan reemplazar a mandos profesionales por figuras políticamente afines. Según el diario Politico, muchos oficiales temen que la politización del ejército mine su neutralidad institucional.

Una estrategia: seguridad como eje de campaña

Analizando el panorama completo, resulta evidente que Trump no solo está delineando una nueva política exterior, sino también erigiendo una narrativa electoral basada en tres ejes: soberanía nacional, lucha contra el narcotráfico y seguridad global.

  • Ucrania se convierte en ejemplo de lo que, según Trump, EE. UU. no debe volver a hacer: intervenir militarmente en conflictos ajenos.
  • Venezuela y los cárteles latinoamericanos son el “enemigo cercano” usado para justificar expansión militar en aguas internacionales.
  • El Pentágono es campo de batalla ideológico, donde se consolidan lealtades y se ajustan estructuras para una eventual segunda administración trumpista.

Pero, ¿es efectiva esta estrategia o solo una fachada de campaña? Para el analista Michael McFaul, exembajador de EE. UU. en Rusia, “Trump sigue creyendo que la diplomacia es más eficaz cuando se basa en instintos personales y espectáculo nacionalista, en lugar de marcos multilaterales”.

Lo claro es que tanto en Europa como en América Latina, las decisiones de Trump nos recuerdan que la política exterior estadounidense está profundamente entrelazada con aspiraciones políticas internas. Trump continúa moldeando esa estrategia con la vista puesta en noviembre de 2024... y más allá.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press