Turismo masivo en Montmartre: ¿está desapareciendo el alma de París?

Residentes del icónico barrio parisino denuncian la pérdida de identidad local frente a la avalancha turística que convierte sus calles en un parque temático al aire libre

Montmartre: De cuna bohemia a atracción turística desbordada

Hace apenas una década y media, Montmartre aún conservaba el alma de un pueblo enclavado en el corazón de París. Un vecindario tranquilo donde artistas convivían con panaderos, estudiantes, jubilados y músicos. Pero en 2025, esta bucólica imagen ha sido reemplazada por hordas de turistas armados con palos de selfies, creperías genéricas, tiendas de souvenirs y gentrificación desbocada.

Este fenómeno es lo que los residentes llaman la disneyficación del barrio: un proceso de transformación en el que se pierde la autenticidad local para dar lugar a una experiencia visual homogénea y consumible para visitantes globales.

La presión demográfica del turismo mundial

París recibió en 2024 un récord de 48.7 millones de turistas, lo que representa un incremento del 2% respecto al año anterior, según la Oficina de Turismo de París. De estos, un número notable acudió al barrio de Montmartre, donde se encuentra la basílica del Sacré-Cœur, que ahora supera los 11 millones de visitantes anuales, convirtiéndose en el monumento más visitado de Francia, incluso por encima de la torre Eiffel.

Un vecino, Olivier Baroin, describió su decisión de vender su apartamento en Montmartre como algo inevitable. “Me sentí expulsado. No puedo circular con mi coche, tengo movilidad reducida y ahora debo depender de taxis todo el día,” explicó en conversación con medios locales.

Protestas y medidas: ¿qué hacen los vecinos?

Grupos como Vivre à Montmartre han desplegado pancartas desde sus balcones con mensajes en inglés y francés como: “Detrás de la postal: vecinos maltratados por el alcalde” o “Montmartre bajo amenaza. ¿Olvidaron a los vecinos?”. Estas alianzas vecinales denuncian la pérdida del comercio de proximidad —panaderías, carnicerías, tiendas de abarrotes— que ha sido sustituido por locales para turistas como heladerías, bubble tea o franquicias de souvenirs.

“Ya no hay tiendas de verdad, ahora todo se pide a domicilio,” reiteró Baroin en tono resignado.

Comparación europea: un problema generalizado

Lo que ocurre en Montmartre no es un caso aislado. Es la cara visible de una marea que se extiende por toda Europa:

  • Venecia ha impuesto desde abril de 2024 una tarifa de entrada de 5 euros para visitantes de un día, además de límites de aforo en canales y transporte.
  • Barcelona ha visto este año nuevas protestas múltiples contra los cruceros y alquileres vacacionales, incluyendo manifestaciones con pistolas de agua y eslóganes como “Tourists go home”.
  • Atenas recientemente limitó el número diario de visitantes a la Acrópolis a 20.000, con horarios escalonados gracias a la digitalización de entradas.

Este patrón indica una saturación de urbes patrimoniales frente al crecimiento constante del turismo global, impulsado por vuelos low-cost, plataformas de reseñas y redes sociales que viralizan lugares concretos.

¿Adónde van los residentes?

Urbanistas y sociólogos alertan sobre el surgimiento de lo que han bautizado como “ciudades zombi”: barrios bonitos, limpios, perfectamente fotografiables... pero sin vida real, desprovistos de habitantes estables. “Ciudades musealizadas sin alma”, en palabras del urbanista español Oriol Clos.

En París, más allá de Montmartre, se teme un efecto dominó. La alcaldía ha intentado actuar reglamentando los alquileres de corto plazo mediante inspecciones y límites por distrito, en colaboración con las plataformas como Airbnb. Pero los resultados son dispares.

Además, el problema de infraestructura es crítico. El Louvre, que recibió 8.7 millones de visitantes en 2024, sufrió huelgas por parte del personal cansado del hacinamiento. El museo fue construido para albergar cuatro millones como máximo.

Una ciudad que ya no es para quienes la habitan

La pregunta que resuena en los balcones de Montmartre, en los cafés de Marais y en los pasillos del metro es: ¿pueden los parisinos seguir viviendo en París? Durante años la ciudad ha cultivado su imagen de capital cultural romántica y vanguardista. Pero esa misma narrativa ahora la devora.

“París está llena de vida, pero ya no de nuestra vida,” advierte Jeanne Loysel, una florista del 18º arrondissement. “Montmartre es ahora una escenografía para turistas. Todo es hermoso... pero falso.”

Datos, futuro y propuestas

Según proyecciones de las Naciones Unidas, el mundo alcanzará los 9.7 mil millones de habitantes en 2050. A medida que la clase media global se expande, aumentará también el número de viajeros. Las ciudades como París, Roma o Estambul enfrentan el reto de asegurar modelos de turismo sostenibles y respetuosos con su tejido social.

Expertos de la Organización Mundial del Turismo abogan por políticas de turismo controlado: redistribución del flujo turístico hacia zonas menos frecuentadas, descentralización de monumentos icónicos, fomento del turismo cultural local y aumento de la fiscalización de alquileres ilegales.

En ciudades como Nueva York, Tokio o Berlín se están probando modelos alternativos. Berlín, por ejemplo, legisló en 2021 una normativa pionera que limita a 120 días al año el alquiler completo de una vivienda con fines turísticos sin licencia.

¿Turismo o comunidad? Un equilibrio urgente

El turismo, sin duda, es un motor económico fundamental: en Francia representa el 7.4% del PIB y genera más de dos millones de empleos. No obstante, cuando el visitante sustituye al vecino, cuando la postal sustituye al pan fresco, el modelo se vuelve insostenible.

Montmartre debe decidir si quiere seguir siendo una zona viva o una escultura vacía. Y París, como conjunto, tiene en ese microcosmos una advertencia: la belleza muere cuando nadie puede vivir en ella.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press