¿Puede el Gobierno de EE.UU. ser dueño de una parte de Intel? El impactante giro tecnológico y político de Donald Trump
El expresidente propone que Estados Unidos adquiera un 10% de Intel en medio de tensiones comerciales, avances en inteligencia artificial y preocupaciones sobre la seguridad nacional.
Trump, Intel y la industria de chips: una alianza inesperada
En un movimiento que ha sacudido tanto los mercados como los círculos políticos y tecnológicos, Donald Trump busca que el gobierno de Estados Unidos adquiera una participación del 10% en Intel, el gigante de los semiconductores. Esta medida llega en un momento crítico, cuando la competencia global en inteligencia artificial (IA) y la soberanía tecnológica se han convertido en prioridades para muchas naciones industrializadas.
Para entender el posible impacto de esta decisión, conviene retroceder y analizar cómo hemos llegado a este punto. Desde los orígenes de Intel hasta sus recientes caídas en bolsa, pasando por iniciativas gubernamentales para reforzar la producción nacional de microchips, esta historia combina geopolítica, innovación y visión estratégica.
Un gigante herido: Intel pierde fuerza
Durante décadas, Intel lideró la fabricación de microprocesadores, siendo el cerebro detrás de la gran mayoría de las computadoras personales.
Pero la revolución del mobile computing iniciada por el iPhone en 2007 cambió las reglas del juego. Intel reaccionó tarde, y perdió terreno frente a empresas como Nvidia y AMD, que no solo aprovechaban el crecimiento de los móviles, sino también el auge de los chips gráficos para juegos y, más tarde, para inteligencia artificial.
En 2023, Intel perdió 19 mil millones de dólares. Solo en los primeros seis meses de 2024, acumuló pérdidas de otros 3.7 mil millones. La situación llevó a su CEO, Lip-Bu Tan, a iniciar un agresivo plan de reducción de costos, incluyendo el recorte del 25% de su plantilla para finales de año.
La apuesta de Trump: nacionalismo tecnológico
El expresidente Trump ha sido un defensor acérrimo de traer la producción tecnológica de vuelta a EE.UU. Con la guerra comercial con China como telón de fondo, una de sus apuestas principales ha sido revitalizar el sector de los semiconductores dentro de las fronteras nacionales. Su interés en Intel se enmarca en esta lógica.
Trump había exigido recientemente la renuncia de Lip-Bu Tan, debido a sus vínculos pasados con empresas tecnológicas chinas cuando trabajaba como capitalista de riesgo. Sin embargo, tras una carta de lealtad del CEO y una reunión en la Casa Blanca, Trump cambió de postura, afirmando que Tan tiene una “historia asombrosa”.
Un 10% del pastel: la jugada del capital público-privado
Según fuentes cercanas al proceso, el gobierno planea adquirir un 10% de Intel convirtiendo subvenciones federales prometidas bajo la CHIPS and Science Act en acciones. Hasta ahora, Intel ha recibido unos 2.200 millones de dólares de los 7.800 millones previstos por este programa.
El secretario de Comercio, Howard Lutnick, declaró a CNBC: “Pensamos que Estados Unidos debe obtener beneficios a cambio de esta inversión. Es evidente que es la mejor decisión”.
Esta maniobra convertiría al Estado en uno de los mayores accionistas de Intel. No obstante, se tratarían de acciones sin derecho a voto, lo que supuestamente evitaría la intervención directa en la gestión de la empresa.
¿Nacionalización sigilosa?
La idea no es completamente innovadora. Durante la Gran Recesión de 2008, el gobierno federal invirtió casi 50 mil millones de dólares en General Motors, tomando una participación del 60% para rescatar a la empresa del colapso. El Estado luego vendió las acciones con una pérdida de aproximadamente 10 mil millones.
¿Estamos ante una estrategia similar? ¿Podría este precedente justificar una intervención estatal en una herramienta tan crítica como lo es Intel?
Intel frente al auge de IA y la geopolítica chip
Actualmente, Nvidia domina la industria de chips para inteligencia artificial con una cuota de mercado superior al 80% en GPUs, y su valoración bursátil es una de las más altas del mundo.
En abril de 2024, Trump propuso un impuesto del 15% para Nvidia y AMD por cada chip que vendan a China. A cambio, estas empresas recibirían licencias de exportación. Este enfoque proteccionista busca reducir la dependencia estadounidense de la cadena asiática de suministro y mantener la ventaja en IA.
Intel, pese a sus intentos por recuperar relevancia, sigue rezagada en este sector. Su estrategia ha sido construir fábricas dentro del país, algunas aún incompletas, y mejorar la eficiencia de sus líneas de producción tradicionales.
¿Por qué Intel aceptaría?
En su situación actual, la empresa puede no tener muchas alternativas. Con pérdidas acumuladas y una clara desventaja competitiva, la posibilidad de convertir subvenciones en capital puede parecer más atractiva que seguir dependiendo del lento rescate por productividad.
Además, una alianza visible con la administración presidencial podría mejorar su imagen pública, atraer contrataciones gubernamentales y hasta influir en decisiones corporativas de otras empresas que busquen complacer al poder ejecutivo.
La delgada línea entre lo público y lo privado
Algunos analistas advierten de los peligros de este tipo de intervenciones. Aunque las acciones que recibiría el gobierno serían sin voto, el solo hecho de tener una participación significativa puede ejercer presión indirecta sobre decisiones estratégicas internas.
“No se trata solo de tener o no voz en el directorio. También se trata de percepciones. Otras empresas pueden favorecernos si creen que así ganan puntos en Washington”, advierte The Information en un editorial.
Más aún, el acercamiento excesivo entre poder político y empresarial puede erosionar el principio de libre mercado que ha guiado históricamente a Estados Unidos.
¿Y si Biden dice que no?
La paradoja es interesante. Los fondos involucrados provienen de una ley firmada por Joe Biden, el rival electoral directo de Trump. Si Trump negocia la transformación de estas subvenciones en acciones, necesitará coordinarse con agencias creadas o fortalecidas por su adversario político.
Sin embargo, la férrea postura de Trump respecto a China y la producción nacional podría presionar al Congreso y organismos intermedios a aceptar la propuesta, especialmente en un contexto electoral donde las promesas de recuperación industrial pesan mucho en estados clave como Michigan, Wisconsin y Ohio.
El futuro de Intel y la carrera por la IA
La batalla técnica por dominar la inteligencia artificial no se libra sólo en corredores universitarios o en empresas tech. También se define en los pasillos de la política y los hilos invisibles de Wall Street.
Aunque Intel se encuentra en una posición vulnerable, este posible rescate vía captura accionarial estatal puede marcar un punto de inflexión. Si la nueva estrategia funciona, podríamos estar ante una nueva era de cooperación público-privada para recuperar el liderazgo tecnológico estadounidense.
Pero si falla, sentará un precedente inquietante: el poder económico excesivo del Estado sobre el ecosistema emprendedor.
Como dijo el propio Howard Lutnick: “Si Estados Unidos está invirtiendo dinero en esta empresa, entonces Estados Unidos debería tener algo a cambio”. ¿Justicia fiscal, intervención estratégica o un nuevo modelo de capitalismo nacionalista? El tiempo dirá.