Demoso, bastión de la resistencia en Myanmar, cae tras una ofensiva militar del régimen
A pocos meses de elecciones promovidas por la junta, el ejército recupera el control de una ciudad clave en Kayah, intensificando crímenes de guerra según grupos de resistencia
Un giro estratégico en una guerra silenciosa
La localidad de Demoso, en el estado oriental de Kayah —también conocido como estado Karenni—, ha sido recapturada por el ejército de Myanmar tras más de 16 días de ofensiva, según informó el medio estatal Myanma Alinn. Esta operación marca un momento crítico en la prolongada guerra civil que vive la nación tras el golpe militar de 2021, cuando el ejército tomó el poder derrocando al gobierno democrático de Aung San Suu Kyi.
La importancia de Demoso
Demoso, ubicada a unos 110 kilómetros de la capital Naypyitaw, era considerada un bastión estratégico de las fuerzas de resistencia, encabezadas por la Fuerza de Defensa de las Nacionalidades Karenni (KNDF). Desde noviembre de 2023, el KNDF y sus aliados mantenían el control del territorio, incluyendo bases militares y edificios administrativos.
Su pérdida representa un revés considerable para la resistencia, ya que el ejército ha incrementado sus operaciones terrestres y aéreas en vecindarios estratégicos con el objetivo de estabilizar su control antes de las elecciones prometidas para el 28 de diciembre de 2025.
Crímenes de guerra y represión en aumento
Según una publicación del propio KNDF en Facebook, las tropas del régimen cometieron graves violaciones a los derechos humanos durante la ofensiva: hubo arrestos ilegales, ejecuciones extrajudiciales y utilización de ciudadanos como escudos humanos. Estas prácticas refuerzan las continuas denuncias contra la junta militar, dirigida por el general Min Aung Hlaing, que ha sido acusada por múltiples organismos internacionales, entre ellos la ONU, de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
El Hospital de Mawchi, a solo 80 km al sur de Demoso, fue bombardeado el pasado domingo, según el gobierno provisional de Kayah. Como resultado, al menos 32 civiles fueron asesinados, cinco resultaron heridos y varios permanecen desaparecidos. Este tipo de ataques a infraestructura médica viola claramente el Derecho Internacional Humanitario.
Contexto del conflicto en Kayah
El estado de Kayah es el más pequeño de los siete estados de Myanmar, pero ha sido uno de los epicentros de la resistencia contra la junta. Dominado en su mayoría por la minoría étnica Karenni, ha luchado históricamente por autonomía y reconocimiento político desde la independencia de Myanmar en 1948.
Según el Myanmar Institute for Peace and Security, más de 250.000 personas en Kayah han sido desplazadas internamente desde el inicio del conflicto armado moderno en 2021.
La resistencia no se rinde
A pesar de perder el control de Demoso, el KNDF y otras fuerzas locales continúan activas en diversas áreas del estado. La red de milicias continúa lanzando ataques de guerrilla contra patrullas militares y ha prometido retomar el control territorial en cuanto sea posible.
Un miembro del gobierno provisional de Kayah indicó en redes sociales: “Podrán tomar nuestros pueblos, pero no nuestra voluntad. Este conflicto no se resolverá con violencia del régimen sino con justicia, federalismo y autonomía.”
Un conflicto enraizado y prolongado
Desde el golpe de Estado del 1 de febrero de 2021, Myanmar ha descendido a una espiral de conflictos armados, represión política y colapso económico. Más de 4.400 civiles han muerto desde entonces, según cifras del Assistance Association for Political Prisoners (AAPP).
Además, más de 20.000 personas han sido encarceladas por participar en manifestaciones o apoyar al gobierno derrocado. La líder democrática Aung San Suu Kyi permanece detenida cumpliendo una condena de 27 años según los militares, en una serie de juicios altamente cuestionados por la comunidad internacional.
Elecciones bajo fuego: ¿una maniobra propagandística?
La junta militar ha anunciado elecciones generales para finales de diciembre de 2025. Sin embargo, numerosos actores de la sociedad civil y organismos internacionales han criticado profundamente estas elecciones, calificándolas como una forma de legitimar el autoritarismo bajo una fachada democrática.
Pese al anuncio electoral, actualmente más del 30% del territorio del país escapa al control del gobierno militar, lo que hace dudar de la posibilidad de celebrar comicios libres y transparentes. Los apagones digitales, la censura y las restricciones de movimiento continúan obstaculizando cualquier intento democrático real.
El papel de la comunidad internacional
Hasta la fecha, las potencias regionales como China y Rusia han mantenido relaciones pragmáticas con la junta militar, mientras que Occidente ha denunciado duramente los abusos y ha implementado sanciones. Sin embargo, estas medidas no han logrado reducir la represión ni detener el avance militar en zonas rebeldes.
La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), de la cual Myanmar es miembro, ha fracasado en mediar de forma eficaz, con su plan de cinco puntos prácticamente en coma desde hace años. El enclave diplomático que protege al régimen parece reforzarse más que debilitarse.
Demoso como símbolo
La caída de Demoso no significa solo una pérdida táctica para los opositores. Representa un cambio emocional: era símbolo de la capacidad de la resistencia para montar un gobierno alternativo. Además, dada su localización cercana a la frontera con Tailandia, tenía potencial logístico clave para recibir suministros desde el extranjero.
No obstante, lo mismo que ha sido tomado ahora podría ser tomado nuevamente. La guerra civil en Myanmar no se decidirá solo en el campo de batalla, sino también en la capacidad de organización de la sociedad civil, en la resistencia cultural y en la presión internacional.
Un porvenir incierto bajo el ruido de las armas
La situación sigue siendo sumamente volátil. La junta puede haber logrado una victoria en Demoso, pero el camino hacia la pacificación y reconciliación nacional está cada vez más bloqueado. Las elecciones prometidas se presentan más como una excusa para consolidar el poder que como un verdadero intento democrático.
En medio de todo, el pueblo de Myanmar permanece atrapado. Entre la dictadura, la guerra y la esperanza. Y Demoso, por ahora, marca un nuevo capítulo —oscuro y desafiante— en esta compleja historia de lucha por la libertad.