El polémico asentamiento de E1 en Cisjordania: ¿El punto sin retorno del conflicto israelí-palestino?
La aprobación final del proyecto en el área E1 entre Jerusalén y Maale Adumim amenaza con fragmentar de forma irreversible un futuro Estado palestino
Una decisión que marca un antes y un después
El gobierno israelí, liderado por una coalición de extrema derecha y fuerzas ultranacionalistas, ha aprobado de manera definitiva un polémico plan de asentamiento en la zona E1, situada entre Jerusalén oriental y el asentamiento de Maale Adumim. La decisión, ampliamente condenada por organismos internacionales y grupos defensores de los derechos humanos, amenaza con hacer inviable la creación de un Estado palestino contiguo, fragmentando aún más el ya deteriorado mapa geográfico de Cisjordania.
¿Qué es E1 y por qué es tan estratégico?
La zona conocida como E1 ocupa unas 12 kilómetros cuadrados (aproximadamente 1.200 hectáreas) y se ubica al este de Jerusalén. Este corredor de tierra tiene un valor geopolítico crucial, pues conecta el norte y el sur de Cisjordania, específicamente las ciudades palestinas de Ramallah (al norte) y Belén (al sur).
La construcción de unas 3,500 viviendas en esta área –como confirmó el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich– cortaría virtualmente esa conexión, dejando enclaves palestinos aislados entre sí. Los desplazamientos cotidianos que ya son controlados por docenas de puntos de control militar israelíes, se volverían aún más difíciles, extensos e impredecibles.
Una advertencia que se ignoró durante veinte años
La expansión en E1 no es nueva. Data de finales de los años 90 y tuvo múltiples intentos de implementación bajo diferentes gobiernos israelíes. Sin embargo, ha estado congelada durante más de dos décadas debido a la presión internacional, principalmente de Estados Unidos y el bloque europeo, que vieron el proyecto como un riesgo existencial para la solución de dos estados.
Incluso en momentos de mayor cercanía entre Israel y EE. UU., Washington dejó claro que el avance en E1 cruzaba una de las llamadas “líneas rojas”. Con la llegada al poder de figuras como Smotrich —quien ha declarado abiertamente que los pueblos palestinos “nunca existieron”— se ha perdido todo disimulo respecto a las intenciones expansionistas de los sectores más radicales del gobierno israelí.
La respuesta de la comunidad internacional
La reacción no se hizo esperar. Organizaciones como Paz Ahora (Peace Now) calificaron el proyecto como una "sentencia mortal" para cualquier posibilidad real de paz:
“El plan E1 no solo mata la solución de dos estados, es una garantía de décadas más de violencia y opresión”, señaló en un comunicado la ONG.
Por su parte, la Unión Europea ha condenado lo que considera una “violación del derecho internacional”, citando la Cuarta Convención de Ginebra, que prohíbe al poder ocupante trasladar a su población civil al territorio ocupado.
El Secretario General de la ONU, António Guterres, también ha expresado su preocupación, advirtiendo que el proyecto de E1 “hará una paz duradera prácticamente imposible”.
¿Qué dice Israel?
El ministro Smotrich, exlíder del movimiento de colonos, fue claro en su rueda de prensa:
“Esta realidad entierra para siempre la idea de un Estado palestino. No hay nada que reconocer, ni a nadie que reconocer”.
Estas palabras actúan como un desafío directo a países europeos que han declarado su intención de reconocer a Palestina como un Estado, en un intento por impulsar una solución diplomática.
De hecho, países como España, Irlanda y Noruega han dado los primeros pasos legales hacia ese reconocimiento oficial, lo que ha generado tensiones bilaterales con el gobierno de Netanyahu.
La doble narrativa israelí y las consecuencias para la población palestina
Mientras Israel argumenta que el área está “disputada” y no “ocupada”, y que el desarrollo servirá para proteger su capital indivisible, los hechos sobre el terreno muestran una realidad ineludible: más de 700,000 colonos israelíes viven hoy en asentamientos en Cisjordania y Jerusalén oriental, lo que representa alrededor del 10% de la población israelí.
El proceso de asentamientos no solo implica construcción de viviendas: supone la expansión de infraestructura exclusiva para la población israelí —carreteras, túneles, murallas— así como la confiscación de tierras de uso agrícola palestino, y la expropiación de propiedades.
Las consecuencias también se sienten en el día a día: más puntos de control, más restricciones de movilidad, mayor presencia militar y menor acceso a servicios básicos.
Un país dividido: tensiones internas en Israel
No todos en Israel están de acuerdo con el proyecto. Figuras de la izquierda sionista e incluso oficiales retirados del ejército han advertido que la expansión de asentamientos puede derivar en una pérdida total de legitimidad global para Israel.
El exjefe del Mossad, Tamir Pardo, declaró en 2022 que “Israel ya está practicando el apartheid de facto en los territorios ocupados” y que la política de asentamientos es una amenaza para su democracia.
En paralelo, cada vez más jóvenes israelíes se niegan al reclutamiento militar por motivos éticos relacionados con la ocupación, lo que pone al descubierto las grietas dentro de la sociedad israelí respecto al futuro del conflicto.
El contexto geopolítico actual: Gaza y Ucrania ocupan los titulares
Mientras tanto, la atención mundial está centrada en conflictos como la guerra en Gaza o la invasión de Ucrania. Esto ha permitido que el gobierno israelí avance con proyectos como E1 en medio de un “ruido de fondo” que silencia la presión internacional efectiva.
Pero a largo plazo, E1 podría ser recordado como ese punto de quiebre en el conflicto: el momento en el que se hizo imposible hablar de una solución negociada y se consolidó el dominio unilateral de Israel sobre los territorios ocupados.
¿Hay salida?
Si algo ha demostrado históricamente el conflicto israelí-palestino es que las soluciones no pueden estar dictadas solo por realidades sobre el terreno o impulsos ideológicos. En 1993, con los Acuerdos de Oslo, parecía existir un camino hacia una solución negociada. Treinta años después, las realidades en terreno lo han desdibujado por completo.
La aprobación del proyecto E1 no solo cierra caminos físicos entre ciudades palestinas, también cierra la puerta a una solución política. Si la comunidad internacional no responde con medidas más contundentes —como sanciones económicas o el congelamiento de relaciones diplomáticas— lo que estamos presenciando no es una política agresiva, sino la consolidación definitiva de un régimen de apartheid.
Y en ese escenario, la única certeza es que la paz seguirá siendo una promesa incumplida.