Pakistán bajo el agua: el dramático impacto de las lluvias torrenciales y la falta de previsión

Más de 700 muertos, miles de desaparecidos y un gobierno cuestionado mientras el clima extremo golpea con fuerza al país asiático

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El desastre se repite: lluvias torrenciales y destrucción masiva

Pakistán enfrenta nuevamente una de sus crisis humanitarias más devastadoras debido a las lluvias monzónicas que azotan el país con una intensidad inusitada. Desde finales de junio, al menos 746 personas han muerto y miles han sido desplazadas como consecuencia de las precipitaciones extremas, principalmente en el norte y sur del país. Las autoridades han emitido alertas de inundaciones para nuevas regiones sureñas —entre ellas Karachi, Hyderabad, Thatta y Sukkur— mientras continúa la búsqueda de docenas de desaparecidos en el noroeste.

La situación se agrava con un pronóstico alarmante: podría caer hasta 100 milímetros de lluvia en solo 24 horas en algunas áreas, lo cual tendría consecuencias devastadoras para la infraestructura, el transporte y los servicios básicos como electricidad y telecomunicaciones.

Buner, entre la tragedia y la resiliencia

Uno de los puntos más afectados ha sido el distrito de Buner, ubicado en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa. La zona vivió una catástrofe sin precedentes cuando los rápidos torrentes de agua arrastraron enormes rocas y lodo, destruyendo hogares y atrapando familias enteras bajo escombros. Hasta el momento, se han confirmado 290 muertes solo en este distrito.

“Fue como si una pared de agua descendiera sobre nosotros; no tuvimos tiempo para escapar”, comenta uno de los sobrevivientes mientras observa las labores de rescate.

El gobierno y el ejército han desplegado operaciones para repartir ayuda humanitaria, con focos en entregar alimentos, agua potable, mantas y tiendas de campaña. También se trabaja arduamente en restablecer el suministro eléctrico, aunque las condiciones dificultan los avances.

Errores del pasado que vuelven

Muchos encuentran paralelismos con las inundaciones catastróficas de 2022, cuando más de 1.700 personas perdieron la vida y cerca de 33 millones resultaron afectados. Aquel desastre dejó al desnudo la falta de preparación del gobierno ante eventos climáticos extremos. Lamentablemente, parece que poco ha cambiado desde entonces.

Expertos en cambio climático han advertido que Pakistán enfrenta una “crisis climática permanente”. A pesar de que el país solo representa el 1% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, está entre las 10 naciones más vulnerables al cambio climático, según el Índice de Riesgo Climático Global.

El impacto humano: más allá de los números

Las estadísticas no alcanzan a describir el drama que viven los afectados. Familias enteras han quedado damnificadas, sin un techo, sin comida ni medios para comunicarse. En Karachi, la ciudad más poblada del país, las lluvias han paralizado la vida cotidiana: calles inundadas, cierre de escuelas y largos cortes de energía son el pan de cada día.

“Mi casa está bajo el agua y tengo tres hijos pequeños que no tienen dónde dormir”, afirma una mujer en los suburbios de Karachi. Su testimonio es uno entre miles.

El papel del gobierno: ¿acción o negligencia?

Voces críticas culpan al gobierno por no haber emitido advertencias con antelación y por no haber invertido en infraestructuras básicas que reduzcan el impacto de las inundaciones. Las autoridades han defendido su desempeño, alegando que se trata de “fenómenos imprevisibles” motivados por el cambio climático global.

El Primer Ministro Shehbaz Sharif y el jefe del ejército, Asim Munir, han visitado recientemente las zonas afectadas para supervisar las operaciones de rescate. Sin embargo, muchos los acusan de reaccionar tarde y de utilizar estas tragedias como oportunidades para mostrar liderazgo en crisis. En un país donde la corrupción y la ineficiencia estatal son problemas endémicos, la percepción pública tiende a la desconfianza.

Una reconstrucción lenta y desigual

Una de las consecuencias más graves, además de la pérdida inmediata de vidas humanas, es el daño económico a largo plazo. Miles de hectáreas de cultivo han sido arrasadas, lo que generará pérdidas millonarias principalmente en el sur, donde se cultivan arroz, caña de azúcar y algodón. Las infraestructuras hídricas, escolares y sanitarias también han quedado arruinadas en numerosas zonas.

La fragilidad estructural de muchas zonas rurales de Pakistán hace que cualquier programa de reconstrucción se enfrente a enormes desafíos logísticos y presupuestarios. La deuda externa creciente limita el margen del gobierno para implementar proyectos de resiliencia climática a gran escala.

Ayuda internacional limitada

Aunque algunas agencias como la Cruz Roja, la ONU y algunas organizaciones islámicas han comenzado a aportar recursos, la ayuda internacional ha sido escasa en comparación con la magnitud de la crisis. En un mundo centrado en sus propias problemáticas internas —desde las guerras en Gaza y Ucrania hasta la inflación en economías desarrolladas— Pakistán ha quedado en segundo plano.

Algunas ONGs locales trabajan al límite de sus capacidades, intentando llenar el vacío dejado por un sistema estatal sobrecargado.

A futuro: ¿una nación atrapada en un ciclo de desastre?

Pakistán se encuentra en una encrucijada. Si no comienza a tomar medidas estructurales serias contra el cambio climático y a invertir en infraestructura resiliente, cada estación de lluvias representará un posible genocidio climático. Mejorar los sistemas de alerta temprana, reforzar los diques, modernizar canales pluviales e impedir la expansión urbana descontrolada en áreas vulnerables deben ser las prioridades inmediatas.

La ausencia de coordinación entre los distintos niveles del gobierno y la falta de financiamiento sostenido siguen siendo obstáculos críticos. Pero quizás el más grave es la poca conciencia ciudadana sobre la gravedad del cambio climático. Sin una sociedad civil activa y exigente, los intereses políticos cortoplacistas seguirán prevaleciendo.

Una oportunidad en medio del caos

La tragedia actual debe servir como un llamado a la acción. Pakistán no puede evitar el cambio climático global por sí solo, pero sí puede prepararse mejor para enfrentarlo. La comunidad internacional también tiene un papel que jugar, no solo a través de ayuda humanitaria sino también mediante la transferencia de tecnología y financiamiento climático justo, como establece el Acuerdo de París.

Mientras tanto, en Buner, Karachi y miles de pueblos y aldeas a lo largo del país, cientos de miles de personas intentan reconstruir sus vidas entre los escombros. Con cada lluvia, reaparece el temor de que la próxima sea aún más letal.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press