Trenes peligrosos: la amenaza invisible que recorre Estados Unidos
Cada dos meses, un descarrilamiento con materiales tóxicos sacude América. La preparación deficiente y la falta de información agravan una crisis latente
Una amenaza se desliza sigilosamente sobre rieles de acero a través de Estados Unidos: los trenes que transportan materiales peligrosos. Cada pocos meses, uno de ellos descarrila, liberando sustancias tóxicas, forzando evacuaciones y desatando incendios o explosiones que ponen en jaque a comunidades enteras.
Más allá de los titulares, esta es una crisis estructural donde las deficiencias en preparación, información y financiación convierten cada incidente en un desastre potencial. En este análisis profundo, exploraremos por qué Estados Unidos está peligrosamente mal preparado para responder ante estos accidentes, y cómo la falta de coordinación federal y recursos pone millones de vidas en riesgo.
Una frecuencia alarmante: trenes que descarrilan con químicos
Según una investigación reciente del Howard Center for Investigative Journalism, aproximadamente cada dos meses se produce en EE.UU. un descarrilamiento que involucra al menos 3,800 litros (1,000 galones) de material peligroso. Desde 2015, casi la mitad de estos accidentes obligaron a evacuar comunidades cercanas y más de una cuarta parte resultaron en incendios o explosiones.
La mayoría de estos incidentes pasan desapercibidos para el público general, pero tienen un impacto devastador en las vidas y la salud de los habitantes cercanos. La falta de preparación especializada agrava las consecuencias: menos de una quinta parte de los cuerpos de bomberos cuentan con equipos propios de materiales peligrosos, según la Administración de Incendios de EE.UU..
Rieles bajo vigilancia: la traza de los químicos
Gracias al acceso inédito a datos obtenidos por sensores con inteligencia artificial instalados a lo largo de 3,500 kilómetros de vías, se reveló que en solo seis meses, más de 130,000 vagones cargados con químicos peligrosos cruzaron territorios densamente poblados, incluyendo:
- Más de 1,000 escuelas
- Cerca de 80 hospitales
- Y 2.5 millones de personas que viven a menos de una milla de las vías
“La mayoría de las comunidades probablemente ni tienen idea de qué productos químicos están pasando por sus patios día y noche”, advirtió Jamie Burgess, director de formación en materiales peligrosos de la International Association of Firefighters.
Historia repetida: de Paulsboro a East Palestine
En 2012, Paulsboro (Nueva Jersey) vivió un episodio alarmante cuando un tren derramó cloruro de vinilo al caer en un arroyo. Cientos de residentes reportaron síntomas de intoxicación, y la respuesta fue duramente criticada: los bomberos locales carecían del equipo, la formación e incluso información sobre la sustancia.
Once años después, en East Palestine (Ohio), un descarrilamiento similar volvió a evidenciar los mismos errores. “Nos tomó más de una hora conseguir bomberos especializados en hazmat”, reconoció Paul Stancil, exinvestigador de la Junta Nacional de Transporte. El jefe de bomberos Keith Drabick denunció que no les informaron a tiempo qué químicos estaban involucrados.
¿Quién entrena a los bomberos?
En 2024, apenas 80,000 bomberos recibieron formación especializada por parte de programas costeados por la industria ferroviaria. Esto representa apenas un 8% de los alrededor de 1 millón de bomberos activos (entre voluntarios y de carrera) que existen en el país.
La pregunta es evidente: ¿cómo defenderse de una amenaza si no se sabe siquiera cómo identificarla? El vacío informativo y logístico implica que los primeros respondientes deben improvisar en medio de sustancias letales como:
- Cloro: desinfectante clave, pero inhalado puede ser fatal.
- Ácido sulfúrico: irritante corrosivo ligado a fallos respiratorios.
- Amoniaco: usado en fertilizantes, provoca quemaduras severas e intoxicación.
Puertas cerradas por falta de fondos
Uno de los obstáculos más graves es el económico. En 2024, los departamentos de bomberos solicitaron casi 4 mil millones de dólares en fondos a través del programa de becas de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA); sin embargo, solo se aprobaron 291 millones, un 7% del total requerido.
“Hay tantos frentes abiertos y tan poco dinero para cubrirlos”, lamentó Corey Nicholson, jefe de bomberos de Port Huron (Michigan), fronteriza con Canadá y expuesta a una ingente cantidad de químicos provenientes de la Chemical Valley en Sarnia, Ontario.
De hecho, este pequeño municipio enfrentó un evento crítico en 2019 cuando un tren derramó más de 45,000 litros de ácido sulfúrico dentro de un túnel bajo el río St. Clair. La operación de respuesta dependió de una compleja red entre agencias estatales, federales y canadienses.
El rol desigual del gobierno federal
En un giro preocupante, figuras republicanas como Donald Trump han cuestionado la existencia misma de FEMA. En los últimos meses, la agencia ha sufrido recortes presupuestarios severos y despidos, lo que agrava la incertidumbre sobre su capacidad de acción ante nuevas crisis químicas.
Sarah Wilson Handler, ejecutiva de Lexipol (consultora de cuerpos de bomberos y policía), explicó: “Los ingresos por subvenciones no solo han bajado, sino que los equipos o trajes de protección ahora son más caros. Las ciudades pequeñas simplemente no pueden cubrir la diferencia”.
La paradoja del transporte 'más seguro'
La Asociación de Ferrocarriles Americanos, por su parte, insiste: “El ferrocarril es el método más seguro para transportar materiales peligrosos por tierra”. Y es cierto que, en términos relativos, los más de 2 millones de entregas en 2024 tuvieron pocos incidentes graves.
Pero como demuestra la investigación del Howard Center, cuando se produce un siniestro, las consecuencias son devastadoras… porque nadie está listo. “¿Prefiero gastar en equipos carísimos para algo que quizás no ocurra, o en apagar incendios residenciales que sí ocurren cada semana?”, se cuestionó el jefe Nicholson. Esa es la disyuntiva de muchos departamentos de bomberos rurales.
Una red de riesgos invisibles
En 2023, el reportero de investigación Tristan Baurick del Tulane Environmental Law Clinic sentenció: “El sistema de transporte ferroviario de EE.UU. es como un campo minado: mientras no lo pises, no estalla. Pero cuando lo hace, no hay preparación suficiente que lo contenga”.
Una red de rieles conecta no solo mercancías, sino una compleja infraestructura de responsabilidades políticas, técnicas y económicas. Y mientras los cisternas con cloro o amoníaco siguen rodando de costa a costa, las comunidades apenas notan que viven al borde de una tragedia química.
Fuente: Howard Center for Investigative Journalism, Fire Administration USA, FEMA, RailState LLC.