Del ritual zen al frappuccino: La transformación global del matcha
Cómo una tradición japonesa de siglos ha sido arrastrada por la ola del consumo global masivo y el auge del 'matcha lifestyle'
Un polvo milenario en la mira de los foodies
En los tranquilos confines de una casa de té en Tokio, la maestra Keiko Kaneko realiza movimientos suaves y ceremoniales. Vestida con un kimono verde pálido, mide cuidadosamente una pizca de matcha —el fino polvo verde de té molido— y lo mezcla con agua caliente usando un batidor de bambú. Este ritual milenario forma parte del sado, el camino del té, una práctica profundamente espiritual y estética en la cultura japonesa.
Sin embargo, fuera de esa burbuja zen, el matcha ha tomado otro rumbo. Lejos de la solemnidad del tatami, lo encontramos hoy en frappuccinos, helados, tortas y hasta hamburguesas gourmet. ¿Cómo llegó esta bebida espiritual a transformarse en una moda global?
Orígenes sagrados del matcha
La tradición del té en Japón se remonta al siglo IX, pero fue en el siglo XVI cuando el monje budista Sen no Rikyū codificó la ceremonia del té y el arte del wabi-sabi, un enfoque estético que valora lo rústico, imperfecto y natural. El matcha —hecho de hojas de té cultivadas a la sombra, cocidas al vapor y molidas en piedra— no era solo una bebida, era una experiencia espiritual, una forma de alcanzar el vacío zen.
En una típica casa de té, los invitados deben agacharse para entrar y dejar sus espadas afuera. El mensaje es claro: todos somos iguales ante el té. Pero en el mundo de hoy, lleno de filtros de Instagram y consumo exprés, ese simbolismo está en juego.
La gran expansión: números que sorprenden
En la última década, Japón ha triplicado su producción de tencha —la materia prima del matcha— pasando de 1,452 toneladas en 2008 a 4,176 toneladas en 2023, según datos del Ministerio de Agricultura japonés. Las exportaciones también se han más que duplicado, con Estados Unidos representando cerca de un tercio del consumo exterior.
Tiendas especializadas como Tokyo Handa-en, con más de 200 años de historia, han visto cómo sus ventas de matcha se disparan. "Es seguro, saludable y versátil: no hay razón para que no se venda", afirma Minoru Handa, dueño de la tienda.
Del tatami al venti: el auge comercial del matcha
Podría decirse que un punto de inflexión masivo fue la introducción del Matcha Crème Frappuccino en las cafeterías Starbucks de todo el mundo. Desde Los Ángeles hasta Melbourne, la bebida se convirtió en sinónimo de salud, moda y cultura asiática condensada en un vaso de plástico.
De pronto, el matcha dejó de ser una bebida delicada y se volvió ingrediente pop: batidos, macarons, muffins, pastas, cervezas y hasta cosméticos. Muchos consumidores ni siquiera conocen sus orígenes ceremoniales, y menos aún su correcto consumo.
Y sin embargo, el sabor amargo y vegetal del matcha sigue marcando la diferencia del resto. Tal vez es parte de su encanto global.
El dilema de los expertos: ¿moda o falta de respeto?
Desde Tokio, la maestra Kaneko observa esta tendencia con cautela. "No nos molesta la moda del matcha, pero sí nos preocupa que se banalice su significado. Este polvo no es solo un ingrediente; es una filosofía líquida que invita a la introspección", comenta con serenidad.
En Madrid, Anna Poian, fundadora de la Global Japanese Tea Association, opina que se debe reservar el matcha de alta calidad solo para la ceremonia tradicional. "Vertir matcha de grado ceremonial en una bebida mezclada con leche, azúcar y hielo es, para decirlo suavemente, un desperdicio costoso".
En respuesta, propone el uso de grados inferiores para productos comerciales, mientras se educa al público sobre la diferencia entre un latte y una verdadera experiencia de té.
El gobierno japonés se involucra
Conscientes del potencial económico y cultural del matcha, las autoridades japonesas han puesto en marcha esfuerzos por asegurar su estatus global. Tomoyuki Kawai, del Ministerio de Agricultura, explicó que buscan transformar al matcha en un emblema nacional, no solo una moda pasajera.
Para ello, brindan soporte a agricultores que decidan cambiar sus cultivos de sencha a tencha, ofreciendo máquinas especializadas, suelos tratados y asesoramiento técnico.
Obstáculos verdes en el horizonte
No obstante, no todo es tan sencillo. Japón enfrenta un grave problema de envejecimiento en el sector agrícola. Muchos campos quedan abandonados por falta de sucesión generacional. Al necesitar habilidades y procesos específicos, el cultivo de matcha es aún más vulnerable.
Además, países como China, Corea del Sur y regiones del sudeste asiático ya han comenzado a producir su propia versión de matcha para suplir la demanda creciente, lo que abre la puerta a debates sobre calidad, autenticidad y denominación de origen.
Matcha y marketing: una mezcla explosiva
La imagen del matcha ha sido cuidadosamente reembalada en Occidente como símbolo del wellness, minimalismo y autenticidad.“Superfood”, le dicen. Y aunque contiene antioxidantes como catequinas (especialmente la EGCG), aminoácidos como L-teanina, y más cafeína que el té verde tradicional, la forma en que se consume muchas veces niega sus beneficios.
Una cucharada de matcha frappé saborizado puede tener más azúcar que una gaseosa. Pero eso no detiene a influencers ni cadenas globales.
¿El futuro? Más verde, pero más complejo
La adopción del matcha en el mundo apenas comienza. Desde chefs estrellas como Joël Robuchon, que incorporó matcha a sus postres en París, hasta diseñadores que lo usan en cosmética y skincare, la ola verde no se detiene.
Mientras tanto, los expertos como Poian y Kaneko esperan que, entre frappes y pasteles, algunos encuentren inspiración para buscar la raíz cultural detrás de la espuma.
Al final, tal vez haya espacio para ambos mundos: el ancestral y el comercial. Pero como diría el proverbio japonés: "El corazón del té está en el compartir".
Y si gracias al boom global más personas se acercan al sado, con humildad y respeto, tal vez podamos reconciliar al matcha tradicional con su nueva vida hipermoderna. Aunque ahora se sirva en vaso plástico, su esencia —y su historia— siguen intactas, esperando ser redescubiertas.