El oscuro lado del streaming: la trágica muerte de Jean Pormanove y la normalización del abuso digital

La comunidad digital llora la pérdida del streamer francés mientras se abre un debate urgente sobre ética, explotación y responsabilidad en plataformas como Kick

Una tragedia transmitida en vivo

El 19 de agosto de 2025, el mundo del streaming fue sacudido por la trágica noticia del fallecimiento del streamer francés Jean Pormanove, nombre artístico de Raphaël Graven. Su muerte ocurrió durante una transmisión en vivo en la plataforma Kick, tras más de 298 horas consecutivas de emisión, una “maratón” que ha destapado una serie de problemáticas que aún no han sido del todo abordadas por la legislación ni por las propias plataformas de contenido.

El caso no tardó en tener repercusiones judiciales. La fiscalía de Niza confirmó que Pormanove era parte de una investigación abierta desde diciembre por presuntos actos de violencia y humillación sufridos durante transmisiones anteriores. Según Mediapart, un influyente medio digital francés, Pormanove fue víctima de maltrato físico y psicológico por parte de otros co-streamers como parte de contenidos diseñados para "generar suscripciones y monetización".

Las maratones del streaming: ¿hasta dónde puede llegar el entretenimiento?

Las transmisiones de larga duración, conocidas como subathons o maratones de streaming, se han convertido en un fenómeno recurrente en plataformas como Twitch o Kick. La mecánica es simple: el tiempo de emisión se extiende a medida que los usuarios realizan donaciones. La duración puede llegar a niveles extremos, como sucedió en el caso de Jean Pormanove.

Estas prácticas, aparentemente voluntarias, a menudo esconden dinámicas de coerción social, dependencia financiera o, como en este caso, incluso abuso. Según un informe de Stream Hatchet (2023), los streamers de habla francesa lideran en horas de transmisión por creador, con un promedio de 112 horas por semana entre los más populares.

Kick: la plataforma de las segundas oportunidades... ¿y de los abusos?

Kick, de origen australiano, ha crecido rápidamente bajo la promesa de una moderación mínima y la posibilidad de emitir contenido no permitido en otras plataformas como Twitch. Su enfoque permisivo ha atraído influenciadores polémicos y también ha permitido la existencia de contenidos que bordean o cruzan la línea de la legalidad.

En una declaración oficial tras la muerte de Pormanove, Kick anunció la suspensión de todos los co-streamers implicados en su emisión. También prometió revisar su contenido en francés. Sin embargo, la Ministra de Asuntos Digitales de Francia, Clara Chappaz, denunció la pasividad de la plataforma ante contenido evidentemente problemático y exigió responsabilidades: “Jean Pormanove fue humillado y maltratado durante meses en directo en Kick”.

El negocio del abuso en línea

Lejos de ser un caso aislado, Mediapart describió lo ocurrido con Pormanove como parte de un fenómeno más amplio: el "negocio del abuso en línea". En este modelo de monetización, actos de violencia física o verbal son ejecutados, grabados y retransmitidos bajo la excusa de “humor” o “performance” y premiados por audiencias que pagan por ver cómo un individuo es humillado.

Según registros judiciales, los co-streamers golpearon y abofetearon a Jean en más de una ocasión mientras las cámaras seguían encendidas. En entrevistas previas con la policía realizadas al propio Jean meses antes de su muerte, él y otro co-streamer negaron ser víctimas, afirmando que los actos eran parte de un show planeado. Esta negación refleja lo complejo que resulta identificar y probar dinámicas de abuso cuando se disimulan como entretenimiento.

Una audiencia cómplice: ¿quién vigila al espectador?

Con más de 192,000 seguidores en Kick y más de un millón en otras plataformas, Pormanove no era un nombre desconocido. Como muchos otros streamers, mantenía su actividad financiera gracias a suscriptores y donaciones. Pero es aquí donde entramos en terreno éticamente pantanoso: muchos actos violentos eran “desbloqueados” a cambio de pagos. Es decir, una parte significativa de su audiencia financiaba activamente las agresiones.

Esto pone sobre la mesa una pregunta que hasta ahora ha sido poco discutida en los foros legislativos y tecnológicos: ¿debe el espectador tener algún tipo de responsabilidad cuando participa conscientemente en dinámicas de abuso digital?

Legalidad vs. moralidad

Actualmente, las plataformas están sujetas a marcos jurídicos que van años (si no décadas) detrás de las tecnologías que pretenden regular. En la Unión Europea, la Ley de Servicios Digitales (Digital Services Act) busca reforzar el control sobre el contenido nocivo en línea, pero aún se enfrenta a desafíos en su aplicación práctica.

En palabras de Clara Chappaz: “Todas las plataformas tienen la obligación legal de suprimir contenido ilegal manifiesto del que tengan conocimiento”. Sin embargo, cuando actos violentos suceden en vivo y bajo la excusa del entretenimiento, los vacíos legales dificultan la intervención inmediata.

Influencers y vulnerabilidad: ¿quién cuida al creador?

A pesar de ser uno de los pilares de la nueva economía digital, los creadores de contenido no cuentan con redes de apoyo psicológicas ni corporativas que los protejan. Son emprendedores solitarios en medio de un sistema que exige contenido constante y que premia los momentos virales, sin importar el coste.

Especialistas en salud mental advierten sobre una epidemia de burnout (agotamiento extremo) entre streamers. Según un estudio de la American Psychological Association, el 82% de los creadores de contenido en línea reportan síntomas compatibles con depresión o ansiedad severa.

¿Hacia un futuro más ético?

La indignación generada por la muerte de Jean Pormanove podría ser el detonante necesario para un cambio sistémico. No solo a nivel de legislación, sino también en lo que respecta a la consciencia social sobre consumo responsable de contenido. Ya se han iniciado peticiones para que se investigue a Kick por fomentar dinámicas abusivas, y algunas marcas han comenzado a retirar su publicidad de la plataforma en señal de protesta.

Mientras tanto, las palabras del fiscal Damien Martinelli resuenan como un epitafio para una industria que aún no ha terminado de madurar: “Se han incautado grandes cantidades de material visual, y las investigaciones siguen en curso. Necesitamos determinar si fue víctima de su entorno o de sí mismo, atrapado en un personaje que dejó de tener salida”.

La necesidad de una nueva alfabetización digital

La tragedia de Jean es solo uno de varios casos donde el límite entre entretenimiento y abuso ha sido peligrosamente borrado. Es urgente educar a las nuevas generaciones en lo que significa consumir, apoyar y producir contenido con responsabilidad. La libertad de expresión no puede ser la excusa para permitir la explotación. La visibilidad no puede valer más que la vida.

En este nuevo ecosistema digital, todos –plataformas, usuarios, legisladores e incluso espectadores– deberán preguntarse: ¿cuál es el costo real de nuestro entretenimiento?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press