Un paso hacia la paz: ¿Es el desarme en los campos palestinos de Líbano el inicio de una nueva era?

La entrega parcial de armas en los campos de refugiados palestinos marca un momento histórico en el frágil equilibrio entre la seguridad y la soberanía en Líbano

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Desarme voluntario en Burj al-Barajneh: ¿un gesto simbólico o el arranque de una transformación?

El 21 de agosto de 2025 se registró un hecho que, aunque modesto en su ejecución, podría representar un cambio significativo en la compleja dinámica del conflicto palestino-libanés: facciones palestinas comenzaron la entrega de algunas armas ligereas en el campo de refugiados de Burj al-Barajneh, ubicado en las afueras de Beirut. Esta acción forma parte de un ambicioso plan anunciado tres meses atrás por el presidente palestino Mahmoud Abbas y su homólogo libanés Joseph Aoun para remover las armas de los campamentos palestinos en el país del cedro.

Un solo vehículo salió del campamento con armas en sacos, donde se podían distinguir culatas de ametralladoras saliendo de las bolsas. La escena, aunque contenida, mostró por primera vez en décadas una voluntad política de reducir la presencia armada en estas zonas, muchas veces fuera del control del Estado libanés.

Contexto histórico: el legado de las armas en los campos palestinos

Desde la llamada nakba —el éxodo palestino de 1948 tras la creación del Estado de Israel— miles de palestinos se refugiaron en Líbano. En el país existen actualmente 12 campos de refugiados reconocidos por la ONU, de los cuales ninguno está bajo jurisdicción militar o policial libanesa, como parte de un pacto no oficial que data de los años 60. Esta autonomía fáctica permitió desarrollo de estructuras políticas y militares internas, muchas veces armadas, como forma de defensa ante ataques externos o para el mantenimiento del orden dentro del campo.

Estos campamentos también fueron escenario de enfrentamientos durante la guerra civil libanesa (1975–1990) y de conflictos posteriores con grupos como Fatah al-Islam o el propio Hezbollah. Así, la presencia de armamento en manos palestinas ha sido, al mismo tiempo, una fuente de protección y de conflicto.

¿Quién entregó las armas y quién permanece al margen?

La entrega de armas fue anunciada como un acto de acuerdo institucional, pero rápidamente se evidenció que el consenso era limitado. Facciones como Hamas e Yihad Islámica Palestina no respondieron a las solicitudes de comentarios, aunque Hamas emitió un comunicado en nombre de las "facciones palestinas en Líbano" afirmando que la entrega de armas era un "asunto organizativo interno de Fatah" que "nada tiene que ver con el tema amplio del desarme en los campamentos".

El mensaje fue contundente: “Nuestras armas siempre han estado y seguirán estando ligadas al derecho al retorno y a la causa palestina justa. Seguiremos armados mientras exista ocupación en tierra palestina.”

Con estas palabras, Hamas dejó en claro que el proceso de desarme dista mucho de alcanzar una dimensión generalizada y consensuada entre todas las facciones armadas palestinas en Líbano.

El plan de Abbas y Aoun: ¿una táctica geopolítica frente a Hezbollah?

El anuncio de la entrega de armas ocurrió en mayo 2025 durante una visita de Abbas a Beirut. Según el acuerdo, todas las armas en los campos palestinos serían entregadas al Estado libanés, el cual retomaría el control militar y de seguridad sobre estas zonas. Sin embargo, este gesto también se percibe como un movimiento estratégico para facilitar negociaciones más amplias con miras a un posible desarme de Hezbollah, el brazo militar chií respaldado por Irán.

Hezbollah ha enfrentado críticas nacionales e internacionales por mantener un vasto arsenal propio que rivaliza con el del Estado libanés. Su más reciente confrontación con Israel en 2024, a pesar del alto el fuego de noviembre, dejó profundas heridas y una presión creciente para que la organización deponga sus armas o al menos las someta a control estatal.

¿Entrega simbólica o un cambio estructural?

Según Ramez Dimashkieh, director del Comité de Diálogo Libanés-Palestino, la entrega vista en Burj al-Barajneh es “el primer paso”, mientras que en las próximas semanas se repetirán entregas similares tanto en este como en otros campos como al-Bass, en el sur del país.

El portavoz de Fatah en Beirut, Badih al-Habet, también ofreció un matiz interesante al indicar que “el presidente Aoun reconoció que las armas personales son parte de la cultura árabe y nacional”. Esta aclaración sugiere que hay una decisión política de no exigir el desarme total, al menos en relación con armas de uso personal o simbólico, reservándose el tema para las facciones organizadas.

Además, algunas fuentes internas aseguraron que sólo las armas consideradas “ilegales” estarían sujetas al proceso de entrega; mientras que los arsenales de las diversas facciones (como Hamas o el Frente Popular para la Liberación de Palestina) no serían aún objeto del desarme obligatorio.

Opinión internacional: EE.UU. celebra el gesto

El enviado estadounidense Tom Barrack elogió públicamente el acuerdo entre Fatah y las autoridades libanesas. En una declaración en su cuenta oficial de X, calificó la entrega de armas como “un paso histórico hacia la unidad y la estabilidad” que muestra un verdadero compromiso con la paz y la cooperación.

Este respaldo no es menor, sobre todo en el contexto de las múltiples crisis geopolíticas en la región: Líbano enfrenta una profunda crisis económica y política, exacerbada por enfrentamientos internos y su posición geográfica entre Israel, Siria y el mar Mediterráneo. Una pacificación gradual de los campamentos palestinos podría aliviar tensiones internas y atraer apoyo económico o político internacional.

¿Qué riesgos enfrenta el proceso?

  • Descoordinación entre facciones: la rivalidad entre Fatah y Hamas, ya bien documentada en Gaza y Cisjordania, hace que sea complejo lograr un consenso en la diáspora libanesa.
  • Presión interna de los refugiados: muchos residentes de los campos ven en sus armas una garantía de seguridad ante la falta de presencia estatal y temen una represión militar o política una vez desarmados.
  • Resistencia simbólica: la narrativa de que las armas están ligadas al derecho de retorno hace más difícil su entrega sin parecer que se está cediendo la causa palestina.
  • Hezbollah en la mira: el proceso podría ser visto como una forma de preparar el terreno contra el grupo chií, generando tensiones sectarias.

¿Qué sigue?

Este primer paso representa un delicado juego de equilibrio entre la soberanía del Estado libanés, los derechos e identidades de los refugiados palestinos y las dinámicas regionales de poder. La situación está lejos de resolverse, pero la entrega simbólica de armas tiene un valor diplomático de alto calibre.

La posibilidad de replicarlo en otros campamentos y, eventualmente, de usarlo como plataforma para presionar el desarme más amplio de actores armados no estatales como Hezbollah, puede verse como una jugada arriesgada, pero necesaria en un país que lleva más de tres décadas sin estabilidad política real.

El verdadero desafío radica en si este gesto podrá ampliar el consenso entre los diversos actores —internos y externos— e impulsar reformas estructurales que garanticen seguridad, derechos cívicos y respeto a la dignidad de los refugiados sin recurrir a las armas.

Por ahora, el proceso apenas comienza. Y como toda paz duradera, dependerá menos de los titulares del momento y más de la disposición constante de construir estructuras incluyentes, legítimas y eficaces.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press