Washington blindada: la militarización de la capital estadounidense en época de protestas
La presencia de la Guardia Nacional y fuerzas federales crea una atmósfera de tensión en la capital mientras la ciudadanía resiste con cacerolas y pancartas
Durante las últimas semanas, las calles de Washington D.C. se han transformado en un escenario inusualmente militarizado, con vehículos tácticos estacionados en los barrios residenciales, soldados patrullando estaciones de metro y agentes federales realizando arrestos en complejos de apartamentos. Es una situación que inquieta a los residentes y reaviva uno de los debates más intensos en la política estadounidense contemporánea: ¿hasta qué punto puede o debe un gobierno federal usar su fuerza en el corazón de su país?
La capital como territorio ocupado
A raíz de lo que el presidente Donald Trump ha calificado como una "emergencia de seguridad pública", las calles de la capital están bajo constante vigilancia. Tropas de la Guardia Nacional de distintos estados, como Carolina del Sur, se han desplegado para patrullar zonas como Navy Yard, Columbia Heights y el National Mall. Agencias federales como el FBI, los US Marshals, la Park Police y el HSI han intensificado su presencia, realizando operativos en barrios como Petworth, donde agentes fuertemente armados han ingresado a viviendas para realizar arrestos.
La escena recuerda a zonas en conflicto. Como comentó Nadine Seiler, una activista local, en las afueras de Union Station: “Esto no es normal. Esto no es lo que representa nuestra ciudad.”
Protesta vecinal: cacerolas contra uniformes
Pero la reacción ciudadana no se ha hecho esperar. En barrios residenciales como Brookland, familias enteras han salido a sus porches con cacerolas en mano para protestar contra lo que consideran una ocupación injustificada y política. La familia Ratner, por ejemplo, organizó una protesta ruidosa en su vivienda, mientras otros colocaban pancartas cerca de estaciones o parques señalando la presencia militar como una "crisis fabricada".
Hannah Hessel, una de las vecinas involucradas en las manifestaciones, fue enfática: “La seguridad debe garantizar derechos, no reprimirlos. Esto aquí demuestra miedo del gobierno, no protección.”
Una operación federal sin precedentes recientes
Este despliegue recuerda momentos claves en la historia de Estados Unidos, como las protestas por derechos civiles en los años 60 o las manifestaciones contra la guerra de Vietnam. Sin embargo, expertos califican este episodio como único en su género debido a la cantidad de agencias involucradas simultáneamente. Además, a diferencia de otras intervenciones, esta no responde a protestas masivas violentas, sino a pequeñas manifestaciones civiles alrededor de políticas federales.
La administración Trump ha defendido su decisión aludiendo a necesidades de prevención frente a potenciales focos de violencia y a la supuesta coordinación de actos de desorden. Sin embargo, hasta el momento, no se han publicado datos oficiales que sustenten una amenaza creíble lo suficientemente grave para justificar la militarización.
Puntos estratégicos: estaciones, estadios y monumentos
Algunos lugares particularmente vigilados incluyen la estación Foggy Bottom-GWU, el Nationals Park (sede del equipo local de béisbol) y el National Mall, zona icónica que alberga monumentos emblemáticos como el Lincoln Memorial y el Monumento a Washington. El patrullaje en estas zonas parece diseñado tanto para disuasión como para visibilidad mediática.
Incluso los días de juego han sido ocasión para reforzar la presencia. Aficionados que acudían al estadio se vieron escoltados por soldados mientras los vehículos militares permanecían estacionados frente a bares y restaurantes. Para algunos, esta presencia da una sensación de protección. Para otros, es simplemente intimidante.
¿Respuestas desproporcionadas?
Según el informe de la organización Human Rights First, el uso de agentes federales sin identificaciones visibles contradice estándares internacionales sobre transparencia en operativos policiales. En varios videos obtenidos por vecinos, se observa cómo agentes con armas largas y chalecos antibalas se acercan a personas en la vía pública para inspecciones sin explicar el motivo.
Un caso relevante se produjo el 19 de agosto, cuando una redada en un edificio de apartamentos en Petworth fue llevada a cabo por un grupo conjunto de US Marshals, Park Police y FBI, generando preocupación por el uso de fuerza excesiva ante una población civil desarmada.
Legislación y precedentes
Legalmente, el uso de fuerzas federales en una ciudad como Washington D.C. —que no tiene el estatus de estado— requiere menos aprobación legislativa que en otros contextos. Aun así, el Distrito de Columbia cuenta con su propio alcalde, y la falta de coordinación entre el municipio y la Casa Blanca en este caso ha tensado aún más la relación entre ambos niveles de gobierno.
Históricamente, este tipo de intervenciones se daba sólo tras emergencias claras, como disturbios masivos u ofensivas terroristas comprobadas. En 2020, por ejemplo, el entonces presidente Trump ya había generado fuertes críticas al militarizar la ciudad durante las protestas por la muerte de George Floyd.
¿Qué está en juego?
Este despliegue es, para muchos analistas, más un acto simbólico que operativo. En un año electoral, proyectar una imagen de fortaleza y control puede resultar beneficioso para ciertos sectores conservadores del electorado que demandan respuestas duras frente a cualquier asomo de inseguridad.
No obstante, también pone en evidencia una peligrosa tendencia: la politización de la seguridad. La Doctrina Posse Comitatus, que restringe el uso de fuerzas armadas en tareas civiles, si bien tiene excepciones, se basa en principios clave que protegen a la población de posibles abusos de poder. Hoy, sin embargo, esas líneas parecen difuminarse.
La resistencia: de las calles a las urnas
Si bien Washington D.C. es uno de los territorios con mayor votación demócrata del país, las acciones del gobierno federal parecen enviar un mensaje más amplio: que cualquier territorio puede ser objeto de fuerte control si el poder central así lo decide. La ciudadanía, por su parte, no se ha quedado de brazos cruzados. Las cacerolas, las pancartas y la constante documentación de los operativos vía redes sociales han generado presión nacional e internacional.
De cara al futuro, académicos y activistas alertan sobre la normalización de este tipo de despliegues. Como explicó el politólogo Ricardo Allen en entrevista para NPR: "Lo preocupante no es sólo el presente, sino el precedente. Si esto se acepta como normal, ¿qué nos espera mañana?”
La militarización de ciudades ante conflictos políticos internos no es un fenómeno aislado en la historia. Pero cuando se produce en la capital del país que se autodefine como bastión mundial de la democracia, la ironía se vuelve difícil de ignorar.