Crisis de liderazgo y justicia en el escenario global: ¿Líneas borrosas entre legalidad y venganza política?
De Costa Rica al Congo y hasta los Países Bajos: cuando los altos funcionarios enfrentan acusaciones, tensiones diplomáticas y renuncias, las democracias tambalean ante el juicio ciudadano y político.
¿Justicia o persecución política? El dilema en Costa Rica
En un hecho inédito en la historia de Costa Rica, el presidente Rodrigo Chaves compareció ante una comisión legislativa para defenderse de acusaciones de corrupción. Con firmeza, Chaves negó las imputaciones presentadas por la Corte Suprema y la Fiscalía General, las cuales lo señalan por presuntamente presionar a un productor para redirigir fondos de un contrato del Banco Centroamericano de Integración Económica a un asesor de campaña.
"Montaron un caso ridículo para realizar un golpe de Estado judicial", manifestó el mandatario al salir del Congreso, ante sus seguidores. Esta comparecencia abre una grieta en la estructura institucional costarricense, que hasta el momento había gozado de relativa estabilidad política y reconocimiento internacional por su sistema democrático y legal fuerte.
La comisión compuesta por tres legisladores debe ahora presentar un informe al Congreso pleno para decidir si se le levanta la inmunidad a Chaves. Este proceso se da a menos de un año de las próximas elecciones generales (febrero de 2026), en las que, sin embargo, el presidente, según las leyes costarricenses, no podrá presentarse a la reelección.
El caso Kabila: una tragedia africana judicial
En el continente africano, el ex presidente de la República Democrática del Congo, Joseph Kabila, enfrenta cargos mucho más oscuros y devastadores: crímenes de guerra, asesinato, violación y traición. El fiscal del Estado ha solicitado la pena de muerte contra Kabila, que es juzgado en ausencia desde julio —tras haber estado en un autoexilio que culminó con su reaparición en Goma, una ciudad tomada por rebeldes M23, fuerza que, según el gobierno, cuenta con su respaldo.
Kabila gobernó entre 2001 y 2019, tras el asesinato de su padre y presidente anterior, Laurent-Désiré Kabila. Aunque su mandato debía terminar en 2016, retrasó las elecciones dos años, lo cual fue ampliamente criticado por sectores internacionales y locales.
“Lo que vimos fue verdaderamente una vergüenza para la República,” declaró Ferdinand Kambere, exministro y actual dirigente del partido de Kabila, el PPRD.
Las demandas del fiscal incluyen, además de la pena capital, 20 años de prisión por actos apologéticos sobre crímenes de guerra y 15 años adicionales por conspiración. Henry-Pacifique Mayala, del Kivu Security Tracker, sostiene que el juicio “parece más una vendetta política que una búsqueda de justicia.”
Los Países Bajos ante una crisis moral y política
Al otro extremo del mundo, los efectos de los conflictos en Gaza también hacen eco en Europa. En los Países Bajos, el ministro de Relaciones Exteriores, Caspar Veldkamp, renunció tras no conseguir apoyo para imponer nuevas sanciones a Israel. Esto luego de que el Parlamento neerlandés pospusiera reiteradamente un debate sobre el tema, en medio de informes de hambruna extrema en Gaza y posibles crímenes de guerra cometidos por el ejército israelí.
“No puedo implementar las políticas que considero necesarias, por eso renuncio”, afirmó Veldkamp, un exembajador ante Israel.
La renuncia de Veldkamp desencadenó una avalancha de dimisiones dentro del partido Nuevo Contrato Social, debilitando aún más a un país cuyo gobierno ya estaba en funciones provisionales debido a una ruptura de coalición previa. La figura antimigrante Geert Wilders había retirado su apoyo en junio, lo cual precipitó elecciones pero dejó el poder en manos de un gabinete fracturado.
“Hay hambruna, limpieza étnica y genocidio en curso”, denunció Kati Piri del grupo Laboristas con Izquierda Verde. “Y nuestro gabinete deliberó durante horas sobre si tomar acciones. Es vergonzoso.”
Patrones comunes: inmunidades cuestionadas, procesos judiciales y ambientes polarizados
Lo ocurrido en estos tres países, separados por océanos y culturas, muestra patrones preocupantes:
- Presidentes y exmandatarios enfrentando investigaciones judiciales mientras acusan a sus gobiernos rivales de persecución política.
- Acusaciones de debilitamiento institucional por parte de líderes que prometieron estabilidad, pero que ahora se ven obligados a explicar nexos con prácticas corruptas o fuerzas armadas ilegales.
- Crisis diplomáticas internas basadas en conflictos internacionales. En el caso neerlandés, el conflicto palestino-israelí desestabilizó la relativa armonía política siendo un ejemplo de cómo la política exterior afecta gravemente la interna.
La noción de inmunidad presidencial como una herramienta de impunidad o, por el contrario, su remoción como arma política, se convierte en uno de los grandes dilemas contemporáneos. Según datos de la fundación Transparency International, en los últimos 15 años, más de 20 dirigentes en ejercicio han sido procesados en sus países por corrupción o crímenes de guerra, aunque en apenas seis casos hubo condenas firmes.
Voces ciudadanas y el juicio de la opinión pública
Una frase resuena en todos estos eventos: la justicia no puede ser selectiva. Pero tampoco debe ser rehén de intereses políticos. Cuando presidentes o ministros se enfrentan al banquillo, es el sistema completo el que recibe una auditoría pública.
En Costa Rica, muchos ciudadanos ven con escepticismo el intento de llevar a juicio a Chaves, a quien siguen considerando una figura disruptiva pero necesaria en un panorama político tradicionalmente lento. En el Congo, los opositores creen que Kabila finalmente enfrenta las consecuencias de un mandato marcado por la violencia, mientras que sus seguidores ven una ironía peligrosa en que sea juzgado en ausencia sin derecho pleno a defensa. En los Países Bajos, hay sectores que alaban la valentía de Veldkamp, mientras otros lo acusan de crear una crisis innecesaria.
¿Dónde está ese equilibrio entre justicia firme y venganza disfrazada? Podrá la ley navegar con integridad entre presiones políticas y presiones internacionales, o terminará siendo usada al antojo del momento?
Reflexión final: ¿crisis o transformación democrática?
Cuando altos funcionarios caen, renuncian o comparecen por sus actos, la democracia no necesariamente se debilita. Puede, de hecho, fortalecerse si esos procesos son transparentes y conducidos con equidad. También puede erosionarse si las instituciones se convierten en escenarios donde se libran batallas personales con toga y martillo.
La política global del siglo XXI se desliza dinámicamente entre la rendición de cuentas y los juicios mediáticos. El verdadero desafío de los pueblos será identificar cuándo se están sanando las heridas del sistema y cuándo, simplemente, se están abriendo nuevas a nombre de viejas vendettas.