Entre la inteligencia y el poder: cómo Trump sacudió las instituciones de seguridad nacional

Despidos, redadas y amenazas a ciudades: el reflejo de una era en la que las agencias de seguridad de EE.UU. quedaron politizadas

Un despido que sacudió los cimientos de la inteligencia militar

El reciente despido del teniente general Jeffrey Kruse como director de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA, por sus siglas en inglés) marca otro episodio en la ya extensa historia de tensiones entre la administración de Donald Trump y las instituciones encargadas de la seguridad nacional. La decisión, tomada por el Secretario de Defensa Pete Hegseth, se dio luego de un informe de inteligencia filtrado que enfureció al expresidente Trump.

El motivo: el informe indicaba que los ataques estadounidenses contra instalaciones nucleares iraníes en junio de 2025 habían tenido un impacto menor —sólo retrasando el programa iraní por unos pocos meses—, contradiciendo la narrativa triunfalista de Trump y del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

Una tendencia repetida: chocando con el aparato de inteligencia

Durante sus años en el poder, Trump tuvo una relación tormentosa con las agencias de inteligencia. Incluso antes de asumir la presidencia en 2017, ya había manifestado desconfianza hacia ellas, especialmente tras los informes que vinculaban su campaña con injerencia rusa.

Su estilo confrontacional quedó evidente en incidentes como:

  • La renuncia forzada de Dan Coats, entonces Director de Inteligencia Nacional, en 2019.
  • El nombramiento y posterior salida de Richard Grenell, un lealista sin experiencia en inteligencia, como cabeza interina del mismo organismo.
  • El constante ataque público a figuras como John Brennan (ex jefe de la CIA) o James Comey (ex director del FBI).

Lo que distingue el caso de Jeffrey Kruse es que su despido no sólo responde al “pecado” de decir verdades inconvenientes, sino también a la continua transformación de las instituciones de seguridad del país en armas políticas.

¿Qué ocurrió en Irán?

Según fuentes ligadas al Pentágono, los ataques aéreos de EE.UU. contra instalaciones nucleares iraníes en junio de 2025 causaron daños, pero menos severos de lo que la Casa Blanca promocionó. Los analistas de la DIA —que dirige inteligencia para los líderes militares— determinaron en su evaluación preliminar que Irán requeriría entre tres y cinco meses para restaurar su capacidad operativa.

Esto chocó con el discurso de Trump, quien aseguró haber “desmantelado totalmente” el programa iraní, logrando una “victoria sin precedentes para la seguridad mundial”. La filtración del reporte, publicada por The Washington Post, desencadenó la furia del presidente y derivó en el despido de Kruse.

Descontento interno en el Pentágono

La purga de Kruse llega en un contexto más amplio de turbulencia en el liderazgo militar. Apenas unos días antes, el general del Aire David Allvin anunció su retiro anticipado. A su vez, la Oficina del Director de Inteligencia Nacional —que coordina las 18 agencias del país— comunicó un recorte de personal y presupuesto.

Esta sucesión de movimientos ha generado alarma entre distintos sectores del Congreso y exfuncionarios de Defensa. Un exoficial, que pidió anonimato, declaró: “Estamos presenciando una politización peligrosa del aparato de seguridad nacional. Decir la verdad se está convirtiendo en una causal de despido.”

John Bolton: de confidente a enemigo

Mientras se desataba la tormenta dentro de la comunidad de inteligencia, otro frente de conflicto vinculado a Trump volvió a tomar protagonismo: el caso John Bolton.

El exasesor de seguridad nacional —una figura clave en los primeros años de la administración— fue objeto de un allanamiento por parte del FBI en agosto de 2025. Agentes federales se presentaron tanto en su casa en Bethesda, Maryland, como en su oficina en Washington D.C., en el marco de una investigación por supuesta mala administración de información clasificada.

La redada tiene un fuerte simbolismo: Bolton se convirtió en crítico ferviente de Trump desde que fue despedido en 2019. Es autor del libro The Room Where It Happened (2020), en el que retrató un presidente impulsivo y desinformado, centrado en sus intereses electorales incluso cuando se trataba de seguridad nacional.

La escena de cajas siendo transportadas por agentes del FBI frente a su residencia fue retransmitida por los medios y celebrada por los afines a Trump, quienes lo ven como un “traidor”.

Un presidente contra sus ciudades: el caso de Chicago

En paralelo, Trump anunció su intención de “tomar medidas” contra ciudades como Chicago y Nueva York, a las que calificó de “inmundas”, “inseguras” y “gobernadas por incompetentes”. En Chicago, dijo, los residentes —incluyendo, según él, “mujeres afroamericanas con sombreros rojos”— claman por su intervención.

Estas declaraciones, además de racistas y condescendientes, reflejan un patrón de militarización de asuntos domésticos. Ya en Washington D.C., Trump movilizó unos 2,000 soldados tras protestas civiles, y ahora habría intención de extender esta política a otras ciudades lideradas por demócratas.

“Vamos a arreglar Chicago, será la próxima”, dijo Trump mientras usaba una gorra con la frase: “Trump tenía razón en todo”.

Preocupantemente, el Pentágono autorizó que tropas en D.C. porten armas, sin que se haya informado plenamente sobre amenazas que lo justifiquen. La medida fue criticada por organismos de derechos civiles y por líderes locales.

¿Qué nos dice todo esto?

En conjunto, el despido de Jeff Kruse, la redada contra Bolton y las amenazas a ciudades como Chicago configuran un cuadro inquietante de cómo la administración de Trump continúa ejerciendo presión sobre los pilares institucionales del país, incluso fuera de la presidencia.

La manipulación del aparato militar e inteligencia para moldear una narrativa conveniente —y castigar a quienes digan lo contrario— no es nueva, pero su intensidad bajo Trump plantea preguntas de vital importancia para el futuro de la democracia estadounidense.

No se trata sólo de diferencias ideológicas. Se trata de una peligrosa dinámica donde el poder ejecutivo presiona, desacredita y reprime a estructuras concebidas para funcionar con autonomía profesional. La inteligencia debe responder a los hechos, no a los caprichos del poder.

Una nueva era de lealtades

Más que nunca, se percibe una transformación donde la lealtad política se impone sobre la experiencia. Este patrón es visible en nombramientos, destituciones y persecuciones.

Como dijera hace años el propio John Bolton: “Donald Trump no ve a las instituciones como protecciones del interés nacional, sino como obstáculos a su ambición personal.”

Las consecuencias de esta visión aún se sienten hoy. Y si se ignoran, el legado puede extenderse más allá de cualquier mandato presidencial.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press