La batalla de los colores: cruzadas políticas, identidad y cultura en las aceras de Florida
El conflicto por los pasos peatonales arcoíris en Florida revela una nueva fase en las guerras culturales sobre representación, derechos LGBTQ+ y la apropiación del espacio público
Cuando el asfalto se convierte en lienzo, la política no tarda en llegar. Las calles de Florida se han transformado en campo de batalla simbólica tras las órdenes estatales de retirar los pasos peatonales pintados con los colores del arcoíris, símbolo global del orgullo LGBTQ+.
La decisión del Departamento de Transporte de Florida de eliminar estas manifestaciones artísticas suscita un debate explosivo: ¿puede una calle ser política? ¿Puede el color convertirse en amenaza?
De símbolos comunitarios a blanco político
Los pasos peatonales arcoíris nacieron alrededor del mundo como pequeñas manifestaciones de inclusión, memoria y visibilidad. En Estados Unidos, cobraron un significado profundo tras la masacre en Pulse, un club gay de Orlando, el 12 de junio de 2016, donde 49 personas perdieron la vida. La tragedia no sólo conmocionó al país, sino que se transformó en punto de inflexión para la lucha por los derechos LGBTQ+. En honor al suceso, varias localidades de Florida —incluyendo Orlando, Miami Beach, St. Petersburg y Key West— decidieron pintar intersecciones con la icónica bandera arcoíris.
Ahora, las autoridades estatales ordenan revertir esas decisiones. En palabras del gobernador Ron DeSantis: “No permitiremos que nuestras carreteras sean secuestradas con fines políticos.”
Las advertencias han sido claras: si no remueven las marcas coloridas antes del 3 de septiembre, serán eliminadas por el propio estado y los municipios asumirán los costos.
¿Una cuestión de seguridad vial o censura cultural?
La ofensiva se empezó a gestar desde Washington. Sean Duffy, secretario de Transporte de EE.UU., emitió en julio una directiva solicitando a los estados realizar evaluaciones para identificar posibles riesgos de seguridad en el diseño de cruces peatonales, añadiendo que, “las carreteras son para la seguridad, no para expresiones políticas o artísticas.”
En teoría, se trata de una preocupación técnica. Sin embargo, rápidamente se convirtió en munición ideológica en los estados de mayoría republicana como Florida. De inmediato, gobiernos locales recibieron cartas con ultimátums. Miami Beach fue notificada de remover su cruce arcoíris en Ocean Drive. Key West, famosa por su historia de inclusión y turismo LGBTQ+, tiene hasta el 3 de septiembre para borrar el paso que conecta las calles Duval y Petronia.
Respuesta en defensa de los colores
De inmediato, la indignación se hizo escuchar. Daniella Levine Cava, alcaldesa del condado de Miami-Dade, declaró:
“Estoy indignada por la decisión del estado de remover por la fuerza estos pasos de orgullo —símbolos de amor, apoyo y unidad en nuestras comunidades.”
Y continuó:
“Estas instalaciones vibrantes son mucho más que pintura en el pavimento. Representan los valores que apreciamos: respeto, aprecio por el prójimo y el derecho fundamental a vivir y amar con libertad.”
En St. Petersburg, líderes pidieron al Estado que se eximieran cinco proyectos artísticos, entre ellos un paso arcoíris, un mural de Black Lives Matter y uno con temática de la Universidad del Sur de Florida.
El comisionado de Miami Beach, Alex Fernández, fue aún más contundente:
“Debemos resistir esta acción. Hay que proteger la individualidad de nuestra comunidad, su libertad y la seguridad que nuestro cruce arcoíris expresa ante el mundo.”
Un patrón en marcha: la “guerra cultural” de Florida
Esta no es una acción aislada. Florida se ha posicionado como epicentro político de muchas de las batallas ideológicas de la última década. De los vetos a libros en bibliotecas escolares, la ley “Don’t Say Gay” que restringe la discusión sobre orientación sexual e identidad de género en las aulas, hasta la lucha contra corporaciones como Disney por expresar su apoyo a la comunidad LGBTQ+.
La ofensiva contra los pasos peatonales arcoíris es parte de esa misma estrategia más amplia. Como bien señala Rand Hoch, fundador del Palm Beach County Human Rights Council:
“Esto es claramente un impulso anti-LGBTQ por parte de los gobiernos estatal y federal. Básicamente están chantajeando a los municipios con la amenaza de cortar fondos si no eliminan estos símbolos.”
¿Cuántos pasos hay en riesgo?
Aunque el número exacto no ha sido revelado, se sabe que múltiples comunidades “comenzaron acciones inmediatas para garantizar el cumplimiento”, según señala la carta enviada a las autoridades de Key West. Otras, como Lexington en Kentucky, han respondido que no tienen planes de eliminar sus pasos arcoíris porque fueron diseñados cuidadosamente para no suponer riesgos para el tráfico.
Este contraste revela una grieta interesante: mientras en otros estados prima la flexibilidad y el enfoque comunitario, en Florida las decisiones parecen venir de líneas ideológicas más rígidas.
¿Por qué importa tanto un cruce pintado?
El espacio público condiciona nuestra identidad, participación y visibilidad. Pintar un paso peatonal con la bandera LGBTQ+ no es solo un acto estético, es una declaración de existencia. En muchos contextos, representa apoyo institucional, pertenencia y la voluntad de poner en el centro la diversidad.
Eliminarlo, por tanto, no es meramente una cuestión técnica o legal. Es interpretable como un acto simbólico que borra, invisibiliza, que lanza el mensaje de que ciertas identidades “no deben verse tanto” o que no son bienvenidas.
En palabras de la filósofa Judith Butler, “la lucha por la aparición pública es una lucha por poder ser reconocidos como sujetos dignos de derechos.”
¿Qué viene después?
La resistencia local es evidente. Algunas ciudades, como St. Petersburg y Miami Beach, están explorando formas legales para mantener los pasos. Otras están apostando por rediseños que se ajusten a normas técnicas sin sacrificar su valor simbólico. La pelea, como muchas otras en este terreno, probablemente terminará en tribunales.
Mientras tanto, los activistas buscan ampliar este momento hacia una conversación nacional. ¿De quién es la calle? ¿Quién tiene derecho a decir qué se pinta, qué se borra y para qué? ¿Puede el Estado obligar a una comunidad a “no expresar” su identidad?
Las respuestas a estas preguntas serán claves para entender no sólo esta batalla, sino todo el panorama de los derechos civiles en Estados Unidos.
Un precedente peligroso
El precedente que podría sentar esta acción no pasa desapercibido. Si se considera ilegal un cruce peatonal arcoíris, sin análisis científico que demuestre el riesgo, ¿se podría luego argumentar lo mismo para murales de Black Lives Matter, señales de lenguas indígenas, monumentos históricos o arte urbano con mensajes sociales?
La pregunta de fondo es: ¿está realmente en juego la seguridad vial o se está usando esa excusa para censurar las expresiones culturales disidentes?
Notas desde la resistencia
- Desde 2018, más de 50 ciudades estadounidenses han creado pasos peatonales arcoíris.
- El primero apareció en West Hollywood, California, en 2012.
- Canadá, Australia, México, Alemania y Perú también han pintado pasos similares.
- En 2021, la Oficina Europea de Seguridad Vial declaró que los pasos arcoíris no representan riesgos significativos de tránsito.
Florida es ahora un termómetro de hasta dónde pueden llegar las políticas de control sobre el arte, la identidad y el derecho a ocupar el espacio público.
Y como bien dijo Alex Fernández: “El cruce arcoíris no es solo pintura. Es una promesa de que todos pertenecemos.”