Thaksin Shinawatra: El eterno retorno del magnate que nunca dejó de influir en Tailandia
Del populismo rural a los despachos del poder: cómo el ex primer ministro tailandés sigue marcando el pulso político del país
Un hombre, muchos rostros: policía, magnate, político
Pocas figuras en el sudeste asiático han generado tantas pasiones y confrontaciones como Thaksin Shinawatra. Nacido en 1949 en Chiang Mai, al norte de Tailandia, en el seno de una familia mercantil de raíces chinas, comenzó su carrera como coronel de la policía antes de convertirse en empresario de telecomunicaciones y, más tarde, en uno de los políticos más influyentes —y controvertidos— del país.
Thaksin fundó su fortuna a partir de la empresa Advanced Info Service (AIS), pionera en telefonía móvil en Tailandia. Pero su ambición no terminó en el éxito empresarial. En 1994 hizo su entrada en la política, ocupando cargos ministeriales antes de fundar en 1998 el partido Thai Rak Thai, una plataforma populista que revolucionaría la política tailandesa.
La era del populismo digital: salud pública y programas sociales
Uno de los elementos más característicos del estilo político de Thaksin fue su enfoque populista. Entre los pilares de su mandato destacaron el acceso universal a la salud, el fondo de desarrollo de aldeas y políticas de microcrédito dirigidas a las zonas rurales. Estas medidas encontraron eco en las clases más desfavorecidas, especialmente en el norte y noreste del país, bastión de su apoyo electoral.
En las elecciones de 2001 y 2005, Thai Rak Thai arrasó en las urnas, y Thaksin se convirtió en el primer primer ministro electo en completar un mandato completo desde el inicio de la democracia tailandesa. Incluso logró la reelección con mayoría absoluta, un caso único en la historia del país.
El ascenso del villano perfecto: corrupción, autoritarismo y confrontación con la elite
Pero su estilo de gobierno —soberbio, centralizado y sin mucho espacio para la crítica— acumuló enemigos rápidamente. Las clases medias urbanas, los medios de comunicación, las élites conservadoras, el ejército y, especialmente, los sectores más cercanos a la monarquía vieron en Thaksin una amenaza directa al status quo, al equilibrio institucional e incluso, según sus críticos, a la monarquía misma.
En 2006, mientras se encontraba fuera del país, Thaksin fue depuesto por un golpe militar. El Ejército justificó el golpe alegando corrupción, abuso de poder y falta de respeto hacia el rey Bhumibol Adulyadej. Fue el comienzo de un ciclo de inestabilidad política que sigue vigente hasta hoy.
Exilio dorado y liderazgo en la sombra
Thaksin se exilió, pero nunca abandonó la política. Desde Dubái o Montenegro —país que le concedió la nacionalidad a cambio de inversión económica—, dirigía remotamente a los herederos políticos de su partido, primero con People’s Power Party y luego con Pheu Thai. La maquinaria política que había construido seguía funcionando, y las elecciones demostraban su arraigo popular, aunque los gobiernos afines eran sistemáticamente derrocados por protestas o maniobras judiciales.
Su influencia alcanzó un nuevo hito en 2011, cuando su hermana, Yingluck Shinawatra, lideró Pheu Thai a una contundente victoria electoral y se convirtió en la primera mujer en ser primera ministra del país. Pero esa historia terminó en 2014 con otra intervención militar, y Yingluck también terminó en el exilio.
El retorno inesperado y las alianzas incómodas
En agosto de 2023, Thaksin regresó a Tailandia tras 17 años fuera. Su vuelta coincidió sospechosamente con la formación del nuevo gobierno de coalición liderado por Pheu Thai, pero también con la exclusión del partido progresista Move Forward, vencedor de las elecciones, vetado por los senadores nombrados por la junta militar.
Tras su regreso fue condenado a ocho años de prisión por corrupción. Sin embargo, fue trasladado al hospital policial por motivos de salud prácticamente de inmediato, algo que muchos vieron como trato preferencial. Meses después, el rey Vajiralongkorn le redujo la pena a un año, y fue liberado en febrero de 2024 tras cumplir solo seis meses.
El caso reavivó la ira de quienes ven privilegios para una elite política. “Parece que las leyes solo se aplican a los enemigos del sistema, no a sus miembros reincorporados”, señaló el activista Thanathorn Juangroongruangkit en redes sociales.
El eterno retorno y la nueva acusación por lesa majestad
Justo cuando parecía haber encontrado cierta estabilidad, Thaksin fue acusado en 2024 por un caso de lèse-majesté o difamación a la monarquía, basado en comentarios realizados en una entrevista en 2015. En Tailandia, este delito puede conllevar penas de hasta 15 años por ofensa hacia la familia real, y ha sido extensamente criticado por organismos como Human Rights Watch por su uso político.
Sin embargo, en julio de 2025, el tribunal lo absolvió del cargo, contra todo pronóstico y contrario a la norma de los jueces tailandeses, generalmente más conservadores. “Es una victoria simbólica, pero aún se siente la espada de Damocles sobre su cuello”, comentó la analista política Pavin Chachavalpongpun desde la Universidad de Kioto.
Paetongtarn Shinawatra: ¿la heredera al modelo del padre?
La presencia de la hija de Thaksin, Paetongtarn Shinawatra, en la vida política ha provocado nuevas tensiones. Con apenas 38 años, asumió el liderazgo del Pheu Thai y se especula que es su eventual candidata a primera ministra, o al menos la figura que mantendría viva la dinastía política Shinawatra.
Sin embargo, su ascenso ha sido acompañado por un desgaste en la base social del partido, especialmente entre jóvenes y votantes urbanos que se sienten más representados por propuestas más progresistas como las de Move Forward.
La Tailandia de hoy: entre el reformismo ambivalente y el conservadurismo estratégico
En este presente incierto, la figura de Thaksin es paradójica: es símbolo de cambio social, pero también parte del sistema con el que negocia. Ha sido tanto víctima de la justicia como beneficiario de un perdón real. Ha dirigido desde las sombras y, ahora, desde la semioficialidad de su libertad condicional.
Thaksin describe muchas de las causas judiciales en su contra como persecuciones políticas. Pero también carga con el peso de errores pasados: políticas de mano dura en la guerra contra las drogas que dejaron más de 2.000 muertos en ejecuciones extrajudiciales, escándalos de nepotismo y conflictos de intereses a gran escala.
Por cada tailandés que lo reverencia como el padre del acceso sanitario moderno, hay otro que lo considera un caudillo autoritario. Su figura ha polarizado a la sociedad tailandesa durante casi dos décadas, sembrando una fractura entre el campo y la ciudad, entre la clase trabajadora y la elite urbana.
Una batalla simbólica que aún no termina
Mientras los ojos del mundo se posan intermitentemente sobre Tailandia, en el país se respira una sensación de ciclo interminable. Thaksin Shinawatra, aunque ya no ostente un cargo oficial, continúa escribiendo los capítulos del libro político de la nación.
A sus 76 años, su sombra proyecta dudas sobre el rumbo democrático del país. ¿Podrá Tailandia finalmente romper con los ciclos de golpe, elección y persecución política? ¿O seguirá navegando su frágil democracia con la mochila del pasado a cuestas?
Solo el tiempo lo dirá, pero mientras tanto, Thaksin sigue construyendo poder, tejedor de pactos y estratega incansable del laberinto político tailandés.