Los fantasmas de Afrin: ¿Redención o manipulación política tras la integración kurda en Siria?
Un análisis sobre el nuevo intento del gobierno sirio por reclutar kurdos y minorías para sus fuerzas de seguridad en Afrin, en medio de tensiones postguerra y acuerdos frágiles
Un nuevo capítulo en el enrevesado conflicto sirio
Después de más de una década de guerra civil, Siria comienza a reconstruirse desde sus escombros, pero no solo en lo material: el tejido social, roto por años de conflicto sectario y político, intenta recomponerse. Esta semana, una imagen insólita ha dado la vuelta al mundo: jóvenes kurdos, muchos pertenecientes a minorías religiosas como los yazidíes o los alauitas, se alistan en la Fuerza de Seguridad General del nuevo gobierno sirio en Afrin, una región del norte de Siria con una historia reciente marcada por el desplazamiento, la represión y el dominio turco.
El acontecimiento ha generado tanto esperanza como escepticismo. ¿Se trata de un genuino intento de reconciliación y representación inclusiva o es simplemente una jugada geopolítica más en el tablero resquebrajado de Medio Oriente?
De bastión kurdo a enclave bajo dominio turco
Afrin, antes de 2018, era un bastión kurdo en la frontera noroccidental de Siria. Sin embargo, ese año, como parte de una operación militar liderada por Turquía, las fuerzas kurdas fueron expulsadas y miles de civiles kurdos se vieron obligados a abandonar la zona. En su lugar, llegaron milicianos respaldados por Ankara y comunidades árabes desplazadas de otras regiones, alterando drásticamente la composición étnico-religiosa del área.
Desde entonces, diversas ONG y organismos internacionales han denunciado represión, saqueos, desplazamientos forzados y violaciones de derechos humanos por parte de las fuerzas de ocupación y sus aliados. A pesar de varios intentos de reconciliación nacional y acuerdos entre fuerzas kurdas y el régimen de Damasco, la tensión étnica ha seguido latente.
Una incursión en busca de diversidad (o legitimidad)
En medio de esta complejidad, el reciente impulso del gobierno sirio por reclutar a miembros de minorías étnicas y religiosas, especialmente kurdos, en sus fuerzas de seguridad, representa una jugada notable. Ferhad Khurto, responsable político del distrito de Afrin, indicó que cerca de 1,000 jóvenes de diversos credos y orígenes se han alistado en los últimos días.
“Esta es solo la primera fase. La estrategia es integrar gradualmente a los hijos de Afrin en todas las instituciones gubernamentales”, afirmó Khurto, quien enfatizó que la visión incluye tanto ramas civiles como de seguridad.
Abbas Mohammad Hamouda, un joven alauita kurdo, explicó: “Venimos con la intención de formar parte del nuevo estado. Queremos unidad para evitar más guerras”.
Las opiniones divididas entre esperanza y recelo
Pese al entusiasmo de algunos, hay muchas voces escépticas respecto al verdadero objetivo del reclutamiento. La organización Afrin Social Association, que trabaja con desplazados kurdos en el noreste del país, publicó un comunicado advirtiendo que esta iniciativa podría ser un intento de burlar los acuerdos alcanzados en marzo entre Damasco y las fuerzas kurdas.
“Sin garantías reales que aseguren el retorno digno y voluntario de los desplazados de Afrin, este reclutamiento masivo es irresponsable y oportunista”, sentenciaron en su declaración.
El acuerdo de marzo establecía la integración progresiva de las fuerzas militares del nuevo gobierno con las milicias kurdas respaldadas por EE. UU., junto con medidas para permitir el regreso de los desplazados. Pero desde entonces, poco se ha avanzado y el clima ha sido volátil.
Mucho más que seguridad: representación o fachada
¿Están los kurdos y otras minorías siendo realmente integrados o simplemente utilizados como pieza simbólica en una estratégica operación de relaciones públicas del nuevo régimen?
Wladimir van Wilgenburg, analista especializado en asuntos kurdos, opina que “en teoría, este tipo de reclutamiento puede mejorar la situación. Pero todo dependerá de si los kurdos acceden a posiciones de poder y si hay voluntad real de reducir las represiones y permitir el retorno digno de sus comunidades”.
El vocero del Ministerio del Interior sirio, Noureddine al-Baba, se defendió diciendo que “la competencia y el patriotismo” son los únicos criterios de selección, rechazando la idea de cuotas sectarias. Sin embargo, muchos en Afrin no olvidan los años de exclusión y dudas sobre si esta nueva apertura sea real o solo temporal.
Perspectiva histórica: Un ciclo repetido
La relación entre el régimen sirio y los kurdos ha sido tan ambigua como conflictiva. Aunque los kurdos eran históricamente marginados por el régimen de Hafez y luego Bashar al-Assad (se les llegó a negar incluso la ciudadanía), en ciertos momentos, principalmente durante la guerra, se buscó una alianza pragmática para contener el avance rebelde o yihadista.
El surgimiento de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), dominadas por los kurdos, marcó un punto de inflexión. Con el respaldo estadounidense, llegaron a controlar vastas zonas del norte y el este sirios entre 2015 y 2019, convirtiéndose en actores políticos clave. Pero la retirada militar parcial de EE. UU. en 2019, combinada con avances turcos, debilitó esa hegemonía, dejando un vacío que ahora el nuevo régimen parece querer llenar.
¿Un plan nacional o una estrategia local?
Una pregunta clave es si esta campaña de reclutamiento es aislada de Afrin o forma parte de un programa nacional más amplio. Ferhad Khurto asegura que sí: “El objetivo es integrar a todas las comunidades en las instituciones del estado, más allá de Afrin”, dijo.
Sin embargo, otros ven en esta estrategia un intento más local de controlar simbólicamente una región históricamente insurgente, ganándose temporalmente el apoyo (al menos en forma de sumisión) de una población desplazada, fragmentada y empobrecida.
Malik Moussa, un joven yazidí que se unió a las fuerzas, expresó: “Solo quiero formar parte del nuevo ejército sirio y no ser discriminado. Ya fue suficiente sufrimiento”.
Su testimonio pone de manifiesto cómo, más allá del simbolismo político, muchos jóvenes ven en este reclutamiento una oportunidad económica y de estabilidad personal, en un país devastado con un 90% de su población viviendo por debajo del umbral de pobreza según la ONU.
La sombra de un conflicto armado todavía latente
Pero el temor a un nuevo conflicto armado sigue presente. Un residente kurdo en Afrin, que prefirió no identificarse por razones de seguridad, compartió sus reservas: “Si el gobierno realmente quiere darnos un papel, lo veremos con el tiempo. Pero muchos temen que estos reclutas kurdos sean usados como carne de cañón en enfrentamientos contra las SDF o cualquier otra fuerza.”
Este miedo no es infundado. Los ciclos de instrumentalización de minorías —primero como aliados, luego como enemigos— han sido parte del manual político sirio durante décadas. La diferencia, esta vez, está en los ojos del mundo viendo con detenimiento cada movimiento.
¿Reintegración o reconstrucción simbólica?
Al revisar con profundidad el contexto histórico, político y social, parecería que este “proyecto de reintegración” de las minorías en Afrin no es ni blanco ni negro. Representa tanto una necesidad del régimen por mostrar algún tipo de progreso después de una guerra que lo destrozó todo, como un potencial paso genuino hacia una Siria más inclusiva.
Sin embargo, sin garantías jurídicas ni reformas profundas que respeten los derechos de los desplazados, integren sin discriminación y permitan un retorno seguro, será difícil disipar los fantasmas de manipulación política que rondan este intento de reconstrucción social.
En palabras de Jeanine Añez, otra protagonista de una historia diferente pero con similitudes en cuanto a justicia postconflicto: “No es un triunfo, es una reparación”. Ojalá, para los kurdos de Afrin, esa reparación llegue antes de que sea demasiado tarde.