El nuevo negocio del deporte universitario: branding en el campo, tarifas ocultas y donaciones millonarias
Con el auge de pagos a jugadores y el crecimiento de los gastos, las universidades estadounidenses reinventan sus modelos financieros
Una revolución silenciosa en el deporte universitario
Durante décadas, el deporte universitario en Estados Unidos se mantuvo firme en su supuesto amateurismo. Pero hoy, esa fachada ha cambiado dramáticamente. Universidades como South Carolina están implementando cambios que habrían sido impensables hace unos años: desde permitir logos de patrocinadores en el campo de juego hasta introducir nuevas tasas a boletos y alimentos con el objetivo de sostener programas deportivos cada vez más costosos.
Fin de las restricciones al patrocinio de campos deportivos
Uno de los cambios más emblemáticos ocurrió hace tan solo 14 meses, cuando la NCAA levantó la prohibición sobre la colocación de branding en los campos de juego. El resultado: instituciones como la Universidad de South Carolina anunciarán en 2025 la incorporación de logotipos comerciales en su estadio de fútbol americano, comenzando con un patrocinador de maquinaria industrial el 6 de septiembre.
"Representa la mayor inversión financiera individual en nuestra historia atlética", afirmó Jeremiah Donati, director atlético de los Gamecocks. El acuerdo también revela un punto crítico: la dependencia de nuevas vías de ingreso para mantener a flote estructuras deportivas altamente competitivas.
La era del reparto de ingresos con atletas
El cambio no viene aislado. Forma parte de un contexto transformador: un acuerdo legal de varios miles de millones de dólares ha obligado a muchas universidades a compartir hasta $20.5 millones de dólares en ingresos con sus jugadores (en el curso académico 2024-2025), además de seguir otorgando becas completas.
Esto ha llevado a las universidades a explorar recursos financieros no tradicionales: tarifas incluidas en la matrícula, incremento en el precio de boletos, concesiones más caras y, claro, mayores esfuerzos de recaudación entre donantes y exalumnos.
Los estudiantes también pagan más
Universidades como Clemson, South Carolina, Louisville y West Virginia han incorporado tarifas específicas para apoyar al deporte universitario. En Clemson, una tarifa anual de $300 se ha implementado directamente en la matrícula de los alumnos. Se espera que esta única medida recaude $7 millones anuales.
Otras instituciones van incluso más lejos. Arkansas ha sumado un cargo adicional del 3% en las comidas durante eventos deportivos, conocido como “Student-Athlete Scholarship Enhancement Fee”.
Una industria que se profesionaliza
Las cifras son cada vez más parecidas a las de equipos profesionales. La Universidad de Virginia Tech advirtió recientemente que necesita al menos $44 millones adicionales en su presupuesto para evitar rezagarse frente a sus competidores. En palabras de su director atlético, Whit Babcock: “Si no damos un salto radical ahora, estamos sellando nuestro destino para generaciones”.
Donaciones y mecenazgo deportivo: el poder de los millonarios
No todo es recorte o subidas de precios. Algunas instituciones están siendo rescatadas —literalmente— por donaciones estratosféricas. La Universidad de Kansas recibió una contribución histórica: $300 millones del multimillonario David Booth. ¿Su objetivo? Embellecer las instalaciones de fútbol y garantizar un flujo constante de ingresos a futuro.
“La filantropía, como la inversión, paga dividendos con el tiempo”, manifestó Booth, en una declaración que sintetiza la evolución del deporte universitario hacia una industria autosustentable y rentable.
Refinanciar el futuro: préstamos internos y asociaciones estratégicas
Missouri, Kentucky y Michigan State han acudido a préstamos internos universitarios para salvar déficits millonarios. En el caso de Kentucky, la junta de fideicomisarios aprobó una ayuda financiera interna de $141 millones, de los cuales $110 millones serán usados para infraestructura deportiva. Michigan State, por su parte, ha otorgado un préstamo de $12.1 millones a su departamento atlético.
Ingresos por concesiones, experiencias VIP y nuevas asociaciones
- Nebraska venderá cerveza a los fanáticos por primera vez en áreas generales.
- Tennessee aplica un “cargo por talento”, un 10% agregado al precio del boleto.
- PlayFly Sports colabora con algunas universidades, como Michigan State, para crear nuevos modelos de negocio.
- Oklahoma ha comenzado a vender experiencias VIP, como asistir a las conferencias de prensa postpartido, por $500 a $700 por persona.
Una transformación impulsada por intensa competencia
El fenómeno refleja una evolución inevitable. De acuerdo con un análisis de Sportico en 2023, muchas universidades del llamado “Power Four” (SEC, Big Ten, ACC y Big 12) ya subsidian el deporte universitario a razón de hasta $1400 por estudiante al año, canalizando financiamiento de diversos orígenes: impuestos, fondos estatales, ingresos por TV, cuotas ocultas y contribuciones estatales.
Estos patrones de financiamiento dan cuenta del tamaño descomunal de los departamentos atléticos: Texas Tech destina cada año $129 millones solamente en actividades deportivas.
¿Un horizonte sostenible?
Muchos observadores se preguntan si este modelo será sostenible. En paralelo con estas innovaciones financieras, algunos legisladores en el Congreso están considerando leyes que podrían limitar o incluso prohibir el uso de tarifas estudiantiles para financiar el deporte universitario.
Lo que está claro es el cambio radical: lo que alguna vez fue considerado “aficionado”, es ahora una compleja combinación de negocio, espectáculo y estructura empresarial. La rebautización de estadios, nuevas fuentes de ingreso, atletas remunerados, venta de cerveza y tarifas ocultas apuntan hacia una nueva era cuya brújula está más cerca de la NFL que de las asociaciones deportivas escolares de antaño.
“Estamos en una fase de transición histórica, donde la supervivencia financiera se entrelaza con la identidad de la institución”, afirmó J. Batt, director atlético de Michigan State. Su declaración no es solo un reflejo del presente, sino una advertencia sobre lo que está por venir.