El US Open: caos, ruido y locura en el Grand Slam más visceral del tenis
Algunos lo aman, otros lo detestan; el torneo neoyorquino divide opiniones entre jugadores que prosperan en el estruendo y quienes extrañan el silencio de Wimbledon
Flushing Meadows no es solo una cancha de tenis, es un espectáculo total. Para algunos, es el paraíso. Para otros, una fuente perpetua de distracción. Y es que el US Open es mucho más que un torneo de Grand Slam: es una experiencia inmersiva que mezcla deportividad de alto nivel con una energía urbana sin igual, creada por fanáticos bulliciosos, música a todo volumen, aromas a comida callejera y un constante zumbido de ruido que nunca se detiene.
Kilómetros lejos del silencio sagrado de Wimbledon
Para entender el contraste, vale recordar el silencio reverencial de Centre Court en Wimbledon o la sobriedad del Philippe-Chatrier en Roland Garros. Como lo describió Emma Navarro, semifinalista del US Open 2024: “Wimbledon es elegante. En el US Open todo es mucho más casual… y ruidoso”.
La atmósfera del Arthur Ashe Stadium, que con sus 23.859 asientos es el estadio de tenis más grande del mundo, es electrizante y, a menudo, estresante. Aviones sobrevolando constantemente, gritos en las gradas, móviles que suenan, público llegando tarde… Todo eso forma parte del juego.
“Encuentro paz en el caos”: los que aman el ruido
Ben Shelton, semifinalista en 2023, dijo alguna vez: “Encuentro paz en el caos”. Lo mismo piensa Frances Tiafoe, conocido por su carisma dentro y fuera de la cancha, quien asegura que prospera en el ambiente neoyorquino: “Me encanta. Cuanto más ruido, mejor juego”.
El estilo del US Open representa lo opuesto a la tradicional etiqueta británica. Aquí, las cámaras enfocan a celebridades en los palcos, suena música electrónica durante los cambios de lado y los fanáticos no evitan gritar incluso durante un rally. Hay quienes lo comparan con un partido de la NBA.
“En mis 20, me encantaba. Ahora, lo odio”: el amor que se transforma
No todos mantienen su afecto por el torneo a lo largo del tiempo. El veterano tenista francés Adrian Mannarino, en su decimoquinto US Open, confesó: “Ya no lo disfruto como antes. Es demasiado caótico. Hay olores por todas partes y mucho ruido. Extraño poder concentrarme”.
Incluso ganadores como la campeona de Wimbledon Agnieszka Radwańska han admitido que Flushing Meadows les causa ansiedad. Para ella, “todo absorbe tu energía: el ruido, los olores, el tráfico. Es agotador”.
Cuando el caos se vuelve abrumador
En 2025, el US Open vivió un momento surrealista: un fotógrafo irrumpió en la cancha durante un partido entre Daniil Medvedev y Benjamin Bonzi. “No querían detenerse,” dijo Medvedev sobre los aficionados, cuando el juez de silla intentó controlar la situación. La escena provocó cinco minutos de caos, abucheos y gritos, magnificando el ambiente caótico del torneo.
Las sensaciones encontradas de estrellas consolidadas
No todo jugador puede adaptarse. Monica Seles, campeona en 1991 y 1992, lo resumió perfectamente: “No puedes entrenar tu mente para esto. Simplemente tienes que adaptarte”.
Algunos, como Aryna Sabalenka (campeona 2024), comenzaron odiando el US Open debido a su energía “confusa”, pero con los años aprendieron a manejarlo. Otros, como Petra Kvitová, nunca encontraron su lugar en el torneo neoyorquino.
El olor a marihuana y el tráfico: la ciudad que no duerme (ni deja dormir)
Más allá de lo deportivo, la ciudad misma representa un reto. Casper Ruud, finalista en 2022, confesó: “Lo que me molesta es el olor a marihuana. Está en cada esquina”. Elisabetta Cocciaretto también cambió su hotel oficial por uno más alejado del epicentro del torneo para mantenerse serena.
“Demasiado de esa locura y tu cabeza explota”, indicó la italiana. New York es una ciudad de contrastes y su torneo no es para cualquiera. Ni para cualquier estómago: “los olores a hamburguesas y comida frita están por todas partes”, apuntó Radwańska.
El US Open como espectáculo total
Este torneo se ha transformado en un evento multimedia más que en una competencia estrictamente atlética. Desde los DJ ambientando los pasillos centrales hasta los patrocinadores de tecnología avanzada y comida gourmet, el US Open es un reflejo de la Nueva York contemporánea: vibrante, diversa, ruidosa y sin un solo segundo de calma.
Las estadísticas lo reflejan: en 2023 el torneo rompió récords de asistencia con más de 957.000 personas durante sus dos semanas, generando más de $800 millones de dólares en ingresos económicos para la ciudad, según la USTA.
¿Es el US Open el Grand Slam más difícil para los jugadores?
Psicológicamente, muchos expertos en tenis concuerdan que el US Open demanda una fortaleza mental distinta. “Los partidos nocturnos, la presión de los fanáticos, el ruido… es una prueba de resiliencia”, afirma el analista Patrick McEnroe.
Los más jóvenes, sobre todo los estadounidenses como Tiafoe o Shelton, parecen abrazar esta presión con entusiasmo. Pero para jugadores europeos acostumbrados a las multitudes contenidas del circuito, puede sentirse como un salto sin red hacia el vacío emocional.
Un torneo que se ama o se odia
Como dijo alguna vez Marin Čilić, campeón en 2014: “Si logras aislarte del ruido, el US Open te da alas. Pero si no lo controlas, te consume”.
El US Open es el reflejo sonoro del alma neoyorquina. Al igual que la ciudad, no hay forma de ignorarlo. O lo amas, o lo odias. Y posiblemente… ambos, al mismo tiempo.