Ucrania, Noruega y el pulso internacional: ¿quién sostiene la paz en una nueva Guerra Fría?
La resistencia de Ucrania frente a Rusia se convierte en una batalla decisiva para Europa, con el respaldo de aliados como Noruega, Alemania y Canadá mientras EE.UU. tambalea entre la diplomacia y el silencio
La geopolítica frente al Kremlin: Noruega entra con fuerza
En medio del conflicto armado latente entre Ucrania y Rusia, un nuevo actor reforzó su papel en la lucha por la soberanía europea: Noruega. El primer ministro noruego, Jonas Gahr Støre, visitó Kyiv esta semana con un claro y amplio mensaje de apoyo, comprometiendo miles de millones de dólares en ayuda militar y civil para Ucrania. Esta ayuda no sólo se limita al presente año, sino que se prolongará hasta el próximo, lo que refleja un compromiso a largo plazo con la integridad territorial ucraniana.
La guerra entre Rusia y Ucrania, que comenzó en 2014 con la anexión de Crimea y se intensificó de manera dramática en febrero de 2022 con una invasión a gran escala, ha puesto al descubierto las debilidades del orden internacional posterior a la Guerra Fría. A diferencia de otros conflictos, este ha provocado un reordenamiento geoestratégico de Europa y ha dejado clara la fragilidad de las alianzas occidentales.
¿Por qué Noruega?
Noruega no es un país cualquiera en la vecindad rusa. Comparte frontera con la potencia euroasiática, tiene una sólida economía alimentada por energías fósiles y renovables, y forma parte de la OTAN. Pero es también un ejemplo de cómo un país pequeño puede jugar un papel diplomático de alto perfil. El anuncio de Støre incluyó la donación de 7.000 millones de coronas noruegas (equivalentes a unos 695 millones de dólares) en sistemas de defensa aérea para Ucrania, adicionales a los compromisos compartidos con Alemania para financiar sistemas Patriot de fabricación estadounidense.
"Ucrania está defendiendo un principio crítico a nivel europeo: que las fronteras no se cambian por la fuerza", dijo Støre con firmeza durante su visita.
Ucrania como símbolo: ¿el nuevo frente ideológico de Europa?
Lo que está en disputa en Ucrania no es sólo la tierra o las infraestructuras; es el orden internacional. La negativa de Zelenskyy y su gobierno a aceptar la pérdida de soberanía frente a Rusia se ha convertido ahora en una misión emblemática de resistencia democrática para muchos países europeos, especialmente del norte y centro del continente.
La realpolitik vuelve a la escena en forma de diplomacia armada: mientras se financian sistemas de defensa, también se habla de paz. Alemania ha mostrado intención de fortalecer la vía diplomática a través de la visita de su vicecanciller y ministro de Finanzas, Lars Klingbeil, para explorar cómo facilitar un eventual proceso de pacificación para Ucrania.
El enigma estadounidense: presión, silencio e incertidumbre
Uno de los elementos más desconcertantes del actual contexto es el papel —o la ausencia clara— de Estados Unidos en las negociaciones diplomáticas. Aunque emisarios como Keith Kellogg participaron en las celebraciones del Día de la Independencia ucraniano, persiste una sensación de ambigüedad proveniente de Washington.
La figura de Donald Trump vuelve a eclipsar la narrativa tradicional de la diplomacia estadounidense. Hace apenas una semana, Trump declaró que estaba trabajando para establecer negociaciones directas entre Vladimir Putin y Zelenskyy. Sin embargo, fuentes del Kremlin han descartado dicha posibilidad en el corto plazo. Trump, por su parte, advirtió que decidiría cómo proceder en las próximas semanas si las negociaciones no avanzan.
Los expertos ven en esta falta de claridad una oportunidad para el Kremlin. Putin parece estar apostando por suposiciones de desgaste occidental: si los gobiernos y las economías del oeste se debilitan emocionalmente o económicamente, podría encontrar un terreno más favorable para seguir expandiendo su ocupación.
El respaldo canadiense: millones y votos de confianza
Desde el otro extremo del Atlántico, otro respaldo llegó con fuerza: el exgobernador del Banco de Inglaterra y primer ministro canadiense, Mark Carney, viajó a Kyiv para reunirse con Zelenskyy y reafirmar el respaldo canadiense a través de una ayuda que llega a los 2.000 millones de dólares canadienses.
Canadá ha sido uno de los países del G7 más comprometidos con Ucrania desde el inicio del conflicto, y no ha escatimado en recursos ni en diplomacia para alinearse con las posiciones proeuropeas.
La guerra de los drones: Rusia, Ucrania y la nueva era militar
Más allá de las donaciones y la diplomacia, el campo de batalla continúa. 104 drones de ataque y señuelo fueron lanzados por Rusia en una de las mayores andanadas aéreas recientes contra el norte y este de Ucrania. Las cifras exactas de daños y víctimas siguen sin confirmarse, pero este tipo de ataques sigue teniendo un fuerte impacto psicológico y económico.
La respuesta ucraniana también ha evolucionado. Han intensificado sus ataques de largo alcance sobre el territorio ruso, alcanzando objetivos clave como refinerías, arsenal militar y hubs logísticos, afectando incluso el tráfico aéreo civil ruso. Un vuelo turístico desde Egipto con destino a San Petersburgo debió ser desviado a Tallin por el cierre temporal del aeropuerto a causa de un ataque con drones.
El Ministerio de Defensa ruso informó además la intercepción de 23 drones ucranianos lanzados sobre siete provincias rusas, algunas muy alejadas de la frontera militar activa, lo que confirma la capacidad creciente de alcance por parte de las Fuerzas Armadas ucranianas.
¿Una guerra perpetua o la antesala de nuevas alianzas?
Con la entrada de más países europeos al debate militar y diplomático sobre Ucrania, queda claro que el conflicto ya no se trata solamente de dos actores: el tablero es global, y cada ficha cuenta. La implicación de Noruega marca un antes y un después, indicando que el peso no recae sólo en los hombros de EE.UU. ni mucho menos exclusivamente en la OTAN.
La pregunta crucial que ahora enfrenta Europa es si será capaz de sostener su compromiso cuando surjan problemas internos, como el crecimiento de la ultraderecha, presiones económicas o crisis energéticas. En esa línea, países como Finlandia, Suecia o los bálticos también están aumentando su colaboración tras su reciente integración a la OTAN.
¿Y si la paz es una ilusión?
La idea de un cese al fuego suena tan lejana como frágil. Zelenskyy ha sido consistente: cualquier proceso de paz no puede incluir cesiones de territorios ucranianos. Por su parte, Putin parece creer que, prolongando el conflicto, puede conseguir concesiones que la vía diplomática aún no logra arrancar.
Entre tanto, la presión cae en países intermedios como Noruega, Alemania o Canadá, que buscan ser el contrapeso internacional ante una balanza que por ahora sigue inclinada hacia el conflicto.
En palabras de Mark Rutte, secretario general de la OTAN: “Una paz sin justicia no será estabilidad, será esclavitud”.