El regreso del croar perdido: cómo una rana olvidada unió dos naciones

La colaboración entre científicos de México y EE.UU. revive la rana de patas rojas en su hábitat original gracias a ciencia, diplomacia y tecnología

Un simbolismo ecológico en la frontera

En medio del debate político sobre la frontera entre México y Estados Unidos, una historia llena de esperanza, ciencia y cooperación está desarrollándose discretamente en los charcos y estanques de ambas naciones. Se trata del ambicioso proyecto binacional de restauración de la rana de patas rojas (Rana draytonii), una especie que prácticamente había desaparecido de la región de California del Sur.

Esta rana, una vez común en la región, vio su población desplomarse radicalmente debido a la pérdida de hábitat, especies invasoras y el cambio climático. Sin embargo, gracias a una increíble cooperación científica y diplomática entre instituciones en México y EE.UU., el croar de esta pequeña anfibia resuena nuevamente en algunos puntos de su antiguo hogar.

La desaparición silenciosa de un ícono anfibio

La rana de patas rojas alguna vez extendió su presencia desde el norte de Baja California hasta el bosque costero de California. Sin embargo, según el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos (USFWS), su población ha disminuido en más del 70% en los últimos 50 años.

La causa de su desaparición es múltiple. El avance urbano, el drenaje de humedales para agricultura, la introducción de especies como la trucha arcoíris y, más recientemente, el cambio climático, han hecho que su hábitat colapse en muchas áreas. Incluso fue objeto de leyendas, como aquella que inspiró el cuento «La célebre rana saltarina del condado de Calaveras» de Mark Twain.

Más allá de muros: una ciencia sin fronteras

Desde la Reserva Ecológica del Plateau de Santa Rosa en California hasta un pequeño rancho cerca de El Coyote, en Baja California, un grupo de científicos, biólogos y herpetólogos de ambos países ha logrado crear un puente ecológico sin precedentes. Por medio de permisos especiales de traslado de especies protegidas, lograron obtener huevos fertilizados de ranas en México para reintroducirlos en estanques al norte de la frontera.

Uno de los líderes del esfuerzo es el biólogo Brad Hollingsworth, del Museo de Historia Natural de San Diego, quien ha usado sus décadas de estudios sobre poblaciones anfibias para guiar el proceso. “Esta es una oportunidad única. Estamos corrigiendo errores del pasado y recordando que la naturaleza no entiende de muros ni líneas imaginarias”, afirma.

La tecnología al servicio de la conservación

El avance no sería posible sin el uso de tecnologías emergentes. Biológos como Adam Backlin y Bennet Hardy han integrado herramientas como cámaras de monitoreo, sensores de temperatura y algoritmos de inteligencia artificial entrenados para identificar el croar único de esta especie.

De hecho, fue la IA la que confirmó uno de los momentos más esperados del proyecto: la reproducción exitosa de varias parejas de ranas reintroducidas. En un entorno natural restaurado, los científicos detectaron sonidos registrados por los dispositivos colocados en los bordes de estanques. Al analizarlos con software desarrollado por especialistas en bioacústica, se confirmó que los cantos correspondían a ranas de patas rojas macho llamando a las hembras. La vida encontraba su camino.

El obstáculo pandémico

Uno de los retos más difíciles del proyecto fue la pandemia de COVID-19. Las restricciones sanitarias y el cierre de fronteras complicaron drásticamente el simple acto de trasladar huevos, monitorear estanques o capacitar a voluntarios.

No obstante, mediante el uso de drones, monitoreo remoto y protocolos sanitarios internacionales, el proyecto no solo sobrevivió, sino que emergió más fuerte. Fue entonces cuando se reintrodujeron los primeros huevos en nuevos estanques en California, toda una hazaña en medio del caos global.

Embajadores anfibios: educación y diplomacia ambiental

Este regreso no solo está devolviendo equilibrio a un ecosistema complejo, sino que está sirviendo como instrumento de diplomacia científica. Universidades en ambos lados de la frontera, como la Universidad Autónoma de Baja California y la Universidad de California en Riverside, han involucrado a estudiantes de biología, política ambiental e incluso relaciones internacionales.

“El esfuerzo binacional genera conciencia en ambas comunidades”, comenta Jorge Valdez, biólogo mexicano involucrado en el rastreo de los ejemplares liberados. “Los jóvenes no solo estudian ranas, estudian colaboración, empatía, soluciones conjuntas”.

En las escuelas locales, algunos ejemplares en cautiverio sirven como embajadores educativos, educando a estudiantes y comunidades rurales sobre los beneficios de conservar humedales y la biodiversidad local.

Impacto ecológico: el efecto dominó de recuperar una rana

La rana de patas rojas no es solo un símbolo emotivo. Su presencia en un ecosistema tiene impacto en múltiples cadenas tróficas. Como depredador de insectos y a su vez presa de aves y mamíferos, su reinstalación ha permitido observar un aumento en la presencia de libélulas, garzas y murciélagos predadores de insectos.

Además, algunos humedales que antes eran áreas degradadas ahora cumplen funciones ecológicas cruciales: absorben carbono, filtran agua y regulan microclimas. Restaurar la población de una sola especie ha significado restaurar todo un ecosistema.

Lo que sigue: del croar al rugido

El objetivo para 2030 es ambicioso pero factible: establecer cinco poblaciones estables y autosuficientes en distintos puntos del sur de California y norte de Baja. Además, se planea crear un corredor ecológico binacional con estanques y zonas de paso seguras para los anfibios.

Con apoyo económico de organismos internacionales como The Nature Conservancy y fondos ambientales transfronterizos, la estrategia incluye ciudadanos científicos que reportan avistamientos, la expansión del monitoreo con IA y la capacitación a ganaderos sobre prácticas sostenibles que no afecten los humedales.

Más allá de la nota biológica, esta historia encierra una lección poderosa: incluso en tiempos donde las fronteras y las políticas dividen, la vida y la ciencia pueden unir.


“No solo estamos salvando una rana. Estamos aprendiendo a cómo sanar una región entera”. — Brad Hollingsworth

¿Y tú? ¿Escucharás su croar?

Tal vez la próxima vez que camines por una reserva natural cerca de la frontera y escuches un leve sonido de croar, sabrás que no solo es una rana: es el eco de una colaboración exitosa, de una región reconciliada con su biodiversidad. Y ahí, en medio del estanque, reposa una historia de éxito ambiental que merece ser contada y replicada.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press