El renacer de la rana de patas rojas: una historia de ciencia, diplomacia y tecnología a través de la frontera
Cómo científicos en México y Estados Unidos están devolviendo la vida a un ecosistema amenazado gracias a la IA, la conservación y una especie legendaria
Una especie en peligro extinto... y en proceso de regreso
En medio de las colinas del sur de California, al borde de la Reserva Ecológica Santa Rosa Plateau, un pequeño anfibio está protagonizando una historia de redención. La rana de patas rojas, una especie nativa que solía saltar libremente por lagunas y charcas desde el norte de California hasta Baja California en México, está comenzando a escucharse de nuevo. Durante décadas, esta rana fue dada casi por perdida: el 95% de su hábitat original en el sur de California desapareció.
Sin embargo, hoy su particular llamado vuelve a resonar gracias a una colaboración binacional, creatividad científica y tecnología puntera: Inteligencia Artificial (IA) y conservación ecológica para restaurar un ecosistema transfronterizo único.
La estrella de un cuento... y de un fracaso ecológico
La rana de patas rojas fue inmortalizada por Mark Twain en su relato de 1865, "The Celebrated Jumping Frog of Calaveras County". Amalgame de la cultura popular californiana, esta rana fue víctima de la presión humana: su carne fue codiciada durante la Fiebre del Oro y su hábitat fue suplantado por viviendas, granjas, presas y carreteras.
Pero su declive definitivo comenzó con la introducción del toro (bullfrog), una especie invasora más grande y voraz, que también trajo enfermedades letales. Esta invasión, combinada con sequías severas y urbanización, la llevó prácticamente a desaparecer.
Un nuevo aliado: la inteligencia artificial escucha lo que el ojo no puede ver
En la actualidad, Brad Hollingsworth, herpetólogo del Museo de Historia Natural de San Diego, ha liderado un equipo que utiliza grabadoras de audio y herramientas de IA para analizar grabaciones en busca de señales acústicas de anfibios. Ya no necesitan pasar semanas escuchando horas de sonidos selváticos: en apenas tres minutos, la IA detecta sonidos clave, desde coyotes hasta búhos, pero sobre todo ese suspiro ronco del cortejo de la rana redleg.
El 30 de enero, el equipo de Hollingsworth detectó con júbilo una rana macho cantando desde uno de los estanques restaurados. Pronto detectaron otra, y días después, los primeros huevos. Era señal inequívoca de que la segunda generación estaba comenzando en suelo estadounidense.
Un viaje transfronterizo inédito: ciencia sin fronteras
Esta recuperación ecológica no hubiera sido posible sin cooperación internacional. En 2006, Brad Hollingsworth y el biólogo de la USGS, Robert Fisher, viajaron a Baja California donde sabían que una población relicta de la especie todavía existía. Allí encontraron alrededor de 20 ejemplares gracias a la ayuda de Anny Peralta, entonces estudiante e inspirada por la causa.
En 2018, Peralta y su esposo fundaron Fauna del Noroeste, una ONG dedicada al manejo de recursos naturales, y construyeron estanques artificiales para repoblar la rana en México. En 2020, justo antes del cierre por la pandemia, lograron trasladar huevos en coolers, por avión y carretera, cruzando la frontera tras largas gestiones. Un operativo digno del Servicio Secreto... para ranas.
IA y conservación: un nuevo paradigma
La historia de la rana redleg es un ejemplo de cómo la tecnología puede revolucionar la conservación. Al igual que la IA ya analiza miles de horas de cantos de aves, ahora empieza a aplicarse a los sonidos de anfibios, permitiendo rastrear patrones de cría, detectar presencia de depredadores (como el bullfrog) y evaluar el éxito de las reintroducciones.
Zachary Principe, de The Nature Conservancy, confirma que la IA permite trabajar con volúmenes de datos que antes eran imposibles de revisar manualmente, reduciendo los tiempos drásticamente. Además, los investigadores esperan empezar a utilizar tecnología satelital que envíe datos acústicos en tiempo real a sus teléfonos, facilitando intervención inmediata en caso de amenazas.
Un modelo binacional exitoso
Esta no es la primera especie restaurada gracias a colaboración México–EE.UU.. Los lobos grises mexicanos y el cóndor de California son otros casos recientes. Gracias al trabajo conjunto, la población en Baja se ha multiplicado de las 20 ranas iniciales a más de 400 adultas, mientras que en California ya se estima que hay más de 100 adultos y la reproducción está asegurada.
Estos proyectos no solo salvan especies: ayudan a restaurar funciones ecológicas perdidas. Los científicos notan, por ejemplo, menos mosquitos en las áreas repobladas, lo cual reduce enfermedades como dengue o Zika. La rana vuelve así a ser una pieza clave del equilibrio ambiental.
Los límites humanos no son barreras ecológicas
“No conocen fronteras, ni pasaportes ni visas”, afirma Anny Peralta sobre las ranas. Para estos pequeños anfibios, el hábitat idóneo se extiende naturalmente entre México y EE.UU., y las políticas deben seguir esa lógica. Más que un ejemplo biológico, es una lección política y social sobre cómo la naturaleza exige cooperación más allá de ideologías.
El caso se vuelve especialmente emblemático mientras persisten proyectos de muros fronterizos que, lejos de frenar migraciones humanas, fragmentan hábitats frágiles y amenazan con aislar poblaciones animales críticas.
Conservación moderna: ciencia, empatía y diplomacia ambiental
Este no es un proyecto improvisado. Incluye décadas de búsqueda genética, diplomacia científica, innovación tecnológica y movilización de comunidades locales. La historia de la rana redleg refleja cómo, incluso ante desafíos ecológicos descomunales, la perseverancia, la tecnología y la voluntad de colaboración pueden componer un futuro más verde.
Y mientras las primeras ranas californianas nacidas de huevos mexicanos croan bajo la luna de primavera, una nueva esperanza salta entre nenúfares.