Guaraní: El idioma del alma que resiste el olvido en Paraguay
Entre rezos antiguos, bodas emotivas y bosques protectores, una lengua indígena lucha por continuar viva frente a la modernidad y el olvido
En una pequeña iglesia de Loma Grande, entre cánticos suaves y lágrimas discretas, Margarita Gayoso y Christian Ojeda contrajeron matrimonio en un acto más allá del amor. Eligieron hacerlo en guaraní, el idioma de sus ancestros, el que “nace del alma”, como describen muchos paraguayos que crecieron oyéndolo antes siquiera de aprender a leer.
Guaraní: más que una lengua, una identidad colectiva
El guaraní no es un idioma secundario ni una reliquia del pasado. Es uno de los dos idiomas oficiales en Paraguay, junto con el español. Según cifras oficiales de 2024, 1,6 millones de personas lo reportan como su lengua principal, frente a 1,5 millones que usan el español. Además, unos 2,1 millones se identifican como bilingües.
Pero la supervivencia de este legado lingüístico está bajo amenaza silenciosa. No porque haya desaparecido de golpe, sino por la erosión lenta y constante que enfrentan los idiomas minoritarios en la era de la globalización.
Un idioma que resiste desde hace siglos
Luego de la llegada de los colonizadores europeos en el siglo XVI, el guaraní pudo haber seguido el destino de muchas lenguas indígenas de América: desplazamiento por el idioma del imperio, relegación al olvido, muerte lenta entre susurros. Pero no fue así. ¿Qué hace del guaraní una excepción?
Para Arnaldo Casco, investigador del Departamento de Lingüística de Paraguay, la respuesta es espiritual: “La palabra es lo que el Señor dio a los hombres, así que para el pueblo guaraní, perder su idioma era como perder el alma”.
Y esa conexión profunda fue comprendida incluso por los misioneros europeos. Jesuitas y franciscanos del siglo XVII se vieron obligados a aprender guaraní para evangelizar. De hecho, fueron ellos quienes elaboraron los primeros diccionarios y registros escritos del idioma, sentando las bases de su permanencia.
De idioma nacional a idioma prohibido
A pesar de su uso extendido—se estima que el 90% de la población lo hablaba en el siglo XIX—el guaraní sufrió marginación institucional. Después de promoverse durante conflictos bélicos como la Guerra del Chaco en los años 30, fue proscrito en las aulas. Un decreto prohibió su uso en las escuelas. ¿El resultado? Décadas de dolor y vergüenza lingüística.
“A mi papá lo golpearon en la boca por hablar guaraní”, relató el lingüista Miguel Ángel Verón. “Él y mis tíos terminaron abandonando la escuela. Paraguay arrastra una herida lingüística profunda”.
Educación bilingüe: en el papel, pero no en la práctica
Desde 1992, la ley paraguaya establece la obligatoriedad de la educación bilingüe en guaraní y español. Sin embargo, no existe una distribución equitativa de libros, materiales ni inversión en su enseñanza. Muchos padres, temerosos de que sus hijos queden rezagados, prefieren que aprendan inglés antes que guaraní.
Así, el idioma retrocede, no por falta de hablantes, sino por falta de convicción institucional. Familias que antes transmitían relatos, rezos y consejos en guaraní, hoy lo dejan de lado pensando que es menos “útil” para el futuro profesional.
El valor espiritual y ecológico de la lengua
El idioma es matriz de cosmovisión. Los guaraníes no sólo nombran el mundo: lo interpretan. Existe una palabra, “jarýi”, sin equivalente en español. Alude a los guardianes sagrados de la naturaleza: espíritus protectores que exigen respeto por la tierra.
Según Verón y otros ancianos en comunidades rurales, si se tala un bosque para alimentarse no hay consecuencias, pero si la destrucción es inútil o por codicia, el jarýi actuará. Este tipo de saber ecológico ancestral se transmite oralmente a través del guaraní. Sin lengua, se pierde también esa ética de equilibrio con la naturaleza.
Una boda con lágrimas de emoción
Volviendo a la boda de Margarita y Christian: muchos asistentes comentaron que fue la primera boda celebrada enteramente en guaraní a la que habían asistido. Y la emoción fue palpable. “Todo se siente más profundo en guaraní, como si el alma lo pronunciara”, dijo la novia.
Encontrar un sacerdote que pudiera oficiar en esa lengua fue complejo. No hay formaciones litúrgicas amplias en guaraní, ni misales traducidos. Aun así, lograron organizar la ceremonia, y el evento sirvió como símbolo de lo que está en juego.
Voces del corazón de Paraguay
Para conservar la memoria y la oralidad, Casco lidera un ambicioso proyecto que recopila testimonios orales de hablantes mayores de 60 años. Ya se han entrevistado a 72 personas en diferentes zonas rurales. Las conversaciones, llenas de sabiduría espiritual, tradiciones medicinales y relatos de vida, serán publicadas próximamente.
Marta Duarte, de 73 años, dejó Asunción para regresar a Loma Grande. Hoy ayuda en la iglesia, donde lee la Biblia en español y discute su interpretación en guaraní. Juana Giménez, de 83, aún atiende con remedios naturales a los bebés con cólicos, combinando yerbas, humo y oración.
También está Carlos Kurt, descendiente de alemanes, quien aprendió guaraní en su infancia y fue reprendido por “hablar demasiado” en el aula. Ahora su nieto no lo habla. “No le gusta”, comentó apenado. “Yo amaba ese idioma, nada se me escapaba”.
Un esfuerzo intergeneracional
La joven Sofía Rattazzi es de las excepciones en su generación. Vive con su madre y su abuela, Nancy Vera, a quien sólo le habla en guaraní. Cree en los “tesoros yvyguy”, objetos enterrados durante la guerra de la Triple Alianza que aún emiten señales —según algunas creencias— a quienes estén conectados con la tierra.
Rattazzi convenció a su abuela de participar en el proyecto lingüístico de Casco: “Quiero que ella vea que su historia vale la pena, que algo quedará cuando ya no esté”.
¿Un futuro para el guaraní?
La situación no es desesperanzadora, pero exige acción urgente. Las leyes no bastan sin voluntad política, inversión educativa y cambio cultural. Como recuerda Verón: “Es fácil aprobar una ley, pero cambiar actitudes toma mucho más”.
Mientras tanto, cada boda, cada rezo, cada historia contada en guaraní cuenta. Como dijera Casco: “Nuestra meta es rescatar la conexión con nuestras raíces a través del idioma”.
Ese rescate no es sólo lingüístico: es recuperar un modo de entender el mundo, donde el lenguaje no solo comunica, sino cuida, sostiene y protege la vida.