Invasión en las profundidades: el silencioso enemigo que amenaza el futuro del Lago Superior
Científicos luchan a contrarreloj contra los mejillones invasores que podrían alterar para siempre el ecosistema del último gran lago intacto
El enemigo inesperado bajo el agua
En las frías y cristalinas aguas del Lago Superior, el más grande y profundo de los Grandes Lagos de América del Norte, se libra una batalla invisible pero crucial. Este rincón remoto de la naturaleza, sin antenas de celular, carreteras ni residentes permanentes, escondía hasta hace poco una ventaja: había eludido por décadas la invasión de mejillones cebra y quagga, especies no nativas que han devastado otros ecosistemas de agua dulce en la región. Pero esa inmunidad está siendo puesta a prueba.
Lauren Isbell y Alex Egan, científicos del Servicio de Parques Nacionales de EE. UU., se sumergieron recientemente a más de seis metros de profundidad en el Lago Superior para buscar estos intrusos. Tras media hora buceando, Isbell emergió con un bote improvisado: una lata de queso parmesano que contenía tres pequeños mejillones adultos.
"Tenemos tres", dijo, revelando una situación preocupante. Aunque el número parece insignificante, para los expertos en ecología acuática, cada mejillón hallado puede representar el inicio de una catástrofe ecológica.
Destrucción silenciosa: el caso de los otros Grandes Lagos
Durante más de tres décadas, los mejillones quagga y cebra avanzaron sin freno tras infiltrarse por el agua de lastre de barcos oceánicos que ingresaron a los Grandes Lagos. Hoy, lagos como Ontario, Erie, Míchigan y Huron están dominados por estas especies, que han alterado los ecosistemas al filtrar el fitoplancton, base de la cadena alimentaria, y sofocar a especies nativas como el pez blanco de lago (whitefish), al borde del colapso.
Los daños van más allá del medio ambiente: miles de familias pesqueras han perdido sus medios de vida. "Gracias a Dios todavía tenemos mucho pez blanco en el Lago Superior", comenta Patricia Peterson, matriarca de una familia pesquera de Hancock, Míchigan. "Solo espero que eso nunca nos pase a nosotros".
¿Era el Lago Superior realmente inmune?
Durante años, se creyó que las bajas temperaturas del lago, su aislamiento relativo y niveles de calcio inferiores al ideal para formar conchas protectoras (menos de 20 mg por litro) blindaban al Lago Superior. Con apenas 12 mg/l, expertos pensaban que las condiciones eran letales para la reproducción de estos bivalvos invasores.
Pero eso cambió en 2009, cuando se reportaron brotes en la Isla Royale, seguido en 2011 en las Islas Apóstol y en la Bahía de Nipigon en Canadá en 2017. En 2022, el hallazgo de larvas microscópicas —llamadas veligers— disparó las alarmas. Su ADN fue detectado en más de 100 muestras en distintas zonas del lago. Ya no eran casos aislados: la colonización podía estar en marcha.
Clima cambiante, enemigo imprevisto
Si bien el Lago Superior siempre fue frío —una barrera natural—, el cambio climático está alterando ese equilibrio. Estudios indican que los mejillones invasores solo se reproducen a partir de los 12°C (54°F). Hoy, esas temperaturas se alcanzan con mayor frecuencia. Durante una reciente inmersión, los científicos hallaron agua a 13°C: el ambiente ideal para reproducirse.
"Una sola hembra puede liberar hasta 40,000 larvas", señala Isbell. "Imaginen el daño si eso ocurre en nuestras aguas más limpias".
¿Qué se está haciendo?
Isbell, Egan y un pequeño equipo enfrentan una tarea titánica: patrullar cada rincón de la Isla Royale, parque nacional en el corazón del lago. Lo hacen a mano, uno por uno, cual si fueran jardineros que arrancan malas hierbas.
Los progresos son modestos: las detecciones anuales de mejillones invasores han bajado de más de 3,000 en 2018 a unos pocos cientos en la actualidad. Pero con apenas dos empleados permanentes destinados a recursos naturales y proyecciones para recortar el presupuesto del Servicio de Parques Nacionales en un 30%, el futuro es incierto.
“Preferimos arrancar tres mejillones que 3,000”, dice Isbell con determinación. Pero sabe que no siempre podrán ir un paso adelante usando solo “buzo y pinzas”.
El papel de las embarcaciones
Uno de los principales vehículos de transmisión son los barcos recreativos. Miles de ellos ingresan al Lago Superior cada año. Muchos vienen de puertos infestados como Duluth o Thunder Bay. A veces, traen mejillones adheridos a sus cascos, invisible para el ojo inexperto.
En ocasiones, esto se detecta justo a tiempo. Una vez, buzos identificaron una nave tipo velero antiguo con mejillones en su casco y pidieron a los viajeros retirarse. Evitaron una crisis. Pero en la práctica, controlar cada embarcación es casi imposible.
Estados como Míchigan y Minnesota exigen a los navegantes limpiar y drenar sus embarcaciones, pero la ejecución de esas reglas es deficiente. Tal como señala Joanne Foreman, portavoz del programa de especies invasoras de Míchigan: "El volumen desafía la capacidad de fiscalización".
Algunos estados con ecosistemas frágiles ya aplican restricciones más duras. En Lake Tahoe, por ejemplo, toda embarcación debe pasar obligatoriamente por un proceso de inspección y descontaminación. En los Everglades, no se otorgan permisos de navegación si el propietario no aprueba un curso online sobre prevención de especies invasoras.
¿Podría adoptarse algo similar en el Lago Superior? Potvin, otra científica del parque, cree que sí. Hasta están preparando un plan de bioseguridad para eventuales brotes más severos.
Adaptación genética, el nuevo temor
No todo es atribuible al descuido humano. Diane Waller, investigadora del US Geological Survey, advierte algo más inquietante: los mejillones podrían estar adaptándose. "Hay mucha variabilidad genética", explica. "Tal vez ya no necesitan tanto calcio. Tal vez están evolucionando para adaptarse a condiciones antes letales".
Esta idea encoge el corazón de gente como Katy Matson, descendiente de los pueblos originarios Chippewa y sexta generación en una familia de pescadores. Sus ancestros vivían en Grand Island, frente al Parque Nacional Pictured Rocks, alimentándose del lago. "Me rompería el alma que me digan que ya no puedo pescar porque no hay peces", dice, conteniendo las lágrimas.
¿Podemos hacer algo?
La respuesta no es sencilla. A nivel estatal y federal, existen esfuerzos para ..
- Educar a los navegantes;
- Desarrollar tecnologías que eliminen mejillones sin dañar el ecosistema;
- Y financiar equipos de monitoreo en puntos críticos.
Pero sin un presupuesto suficiente, sería irrelevante. “Esto es como apagar incendios forestales con vasos de agua”, graficó Seth DePasqual, responsable de recursos culturales del parque.
Isbell no busca salvar todo el lago, solo su rincón en Isla Royale. Por ahora, cada mejillón arrancado, medido y congelado es una victoria. Pero uno solo que logre reproducirse podría significar el colapso ecológico del último gran lago intacto de Norteamérica.