Entre fuego y metralla: Europa y Ucrania bajo el asedio del cambio climático y la guerra

Ataques rusos devastan Kyiv mientras incendios forestales alimentados por el calor extremo arrasan Grecia y Turquía: dos caras del mismo caos global

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Kyiv bajo las bombas: el costo humano de la guerra

La madrugada del jueves marcó otro capítulo trágico en la guerra que consume a Ucrania desde 2022. Un ataque masivo combinado de drones y misiles lanzados por Rusia golpeó la capital del país, Kyiv, resultando en la muerte de al menos tres personas, entre ellas una niña de 14 años, y dejando heridas a otras 24. Las cifras podrían aumentar conforme avancen las labores de rescate entre los escombros de las zonas atacadas.

Uno de los impactos más severos se registró en el distrito Darnytskyi, donde un edificio residencial de cinco pisos fue alcanzado directamente. "Todo está destruido", reportó Tymur Tkachenko, jefe de la administración de la ciudad de Kyiv. En total, se registraron afectaciones en más de 20 ubicaciones dentro de la capital, y elementos de emergencia trabajaban sin descanso para rescatar a los sobrevivientes.

Un contexto geopolítico cambiante

Este ataque ocurre bajo la sombra de un reciente encuentro entre Donald Trump y Vladimir Putin en Alaska, donde discutieron posibles vías para poner fin a la guerra en Ucrania. A pesar del aparente impulso diplomático, los detalles aún son escasos y el avance tangible en las negociaciones parece lento.

El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, ha pedido sanciones más severas contra Rusia, con la esperanza de forzar un cambio estratégico en Moscú. Sin embargo, ataques como el de este jueves ponen en entredicho la voluntad negociadora de Putin.

El fuego avanza en el Mediterráneo

Mientras las bombas explotan en el este de Europa, el sur del continente enfrenta su propio infierno, literalmente. Un estudio de World Weather Attribution (WWA) reveló que los incendios forestales que han devastado Grecia, Turquía y Chipre este verano son, en gran parte, consecuencia directa del cambio climático.

Con temperaturas que superaron los 40 °C, precipitaciones invernales reducidas en un 14% desde la era preindustrial, y vientos extremos, el este del Mediterráneo vivió en 2025 su peor temporada de incendios en la historia. Más de 1 millón de hectáreas fueron consumidas por el fuego, 20 personas murieron y se evacuaron más de 80.000.

La señal inequívoca del cambio climático

"Nuestro estudio encuentra una señal extremadamente fuerte del cambio climático hacia condiciones más cálidas y secas", afirmó Theodore Keeping, investigador del Centre for Environmental Policy del Imperial College en Londres.

Entre los hallazgos más preocupantes se incluye que los períodos de una semana con aire caliente y seco —condiciones ideales para incendios— son ahora 13 veces más probables que en el pasado, y se estima que con un aumento de temperatura global de 3 °C al finalizar el siglo, los incendios serán aún más letales.

Además, el estudio detectó un incremento en la intensidad de sistemas de alta presión que generan los vientos Etesios, fuertes corrientes del norte que tradicionalmente ayudaban a predecir y manejar los incendios, pero que ahora se presentan con mayor frecuencia y violencia.

“Los dados están cargados contra nosotros”

Flavio Lehner, profesor asociado en ciencias atmosféricas en la Universidad de Cornell, no participó en el estudio, pero afirmó que los datos y conclusiones de WWA coinciden con la literatura científica existente.

"El cambio climático está cargando los dados para temporadas de incendios cada vez peores en el Mediterráneo", sostuvo Lehner. Esto refleja un patrón que se extiende globalmente: temperaturas en aumento, fenómenos extremos más frecuentes y una infraestructura aún poco preparada para enfrentar los nuevos retos climáticos.

Dos tragedias, una raíz común

La simultaneidad de estos eventos puede parecer coincidencia, pero en realidad responden a una dinámica global cada vez más interconectada. El ataque en Kyiv, pese a ser producto directo de un conflicto geopolítico, se desarrolla en un mundo cada vez más agitado por crisis ambientales, migratorias y energéticas.

Los incendios en Europa del sur emergen como síntomas de un sistema planetario que se calienta rápidamente, con costes humanos, económicos y ecológicos cada vez más difíciles de manejar. Y en medio de todo ello, la guerra.

Mientras Ucrania enfrenta drones y misiles, y Grecia combate llamas incontrolables, ambos escenarios se convierten en reflejo de un siglo XXI marcado por la fragilidad de la paz y la emergencia climática. Ninguno es ajeno al otro.

Las lecciones difíciles del siglo XXI

Los incendios en el Mediterráneo y los ataques en Kyiv nos enseñan que no existe zona segura ni escudo infalible ante los efectos combinados de una guerra sin fin y un clima en colapso.

Es urgente una coordinación global que abarque tanto lo político como lo ecológico. De Alaska a Ucrania, de las playas griegas a los campos humeantes de Anatolia, el mundo necesita una visión nueva, ambiciosa y colaborativa para afrontar estas amenazas comunes.

Porque al final del día, ya sea por el zumbido de un dron o el rugido del fuego, los que mueren siempre son los mismos: los inocentes.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press