CDC EN CRISIS: Despidos, renuncias y el futuro incierto de la salud pública en Estados Unidos
El despido de la directora del CDC y la renuncia de altos funcionarios cuestionan la independencia científica de la agencia y podrían repercutir directamente en los servicios de salud esenciales para millones de estadounidenses.
Un terremoto en el corazón de la salud pública
En un giro sin precedentes, la directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), Susan Monarez, fue despedida por la administración Trump tras menos de un mes en el cargo. Su salida ha desencadenado una serie de renuncias de altos funcionarios que amenaza con desestabilizar el funcionamiento de la agencia de salud más importante de EE. UU.
Las dimisiones en cadena incluyen a Debra Houry, directora adjunta; Daniel Jernigan, especialista en enfermedades emergentes; Demetre Daskalakis, responsable de vacunas; y Jennifer Layden, encargada de los datos de salud pública. ¿Qué está ocurriendo dentro de una agencia clave para la seguridad sanitaria nacional?
Un cambio de liderazgo con implicaciones políticas
Esta crisis se produjo luego de un conflicto intenso entre Monarez y el secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., por modificaciones a las directrices sobre vacunación contra la COVID-19. Kennedy, conocido por su postura escéptica frente a las vacunas, habría presionado para imponer un alineamiento total con la visión política del presidente Trump en materia de salud pública.
"El promedio estadounidense debería preocuparse por su seguridad y su salud, y por si la información que proviene de Salud y Servicios Humanos es confiable", advirtió la Dra. Anne Schuchat, ex subdirectora principal del CDC.
¿Por qué es tan grave?
La respuesta es directa: el CDC es la primera línea de defensa ante brotes de enfermedades, contaminación alimentaria, planificación de campañas de vacunación, y mucho más. El despido de Monarez y la salida de estos líderes clave representan el desmantelamiento de la cadena de mando de la institución, justo en un momento en que enfermedades como el sarampión y la fiebre del Nilo Occidental resurgen en EE. UU.
“Es como despedir a tus generales en plena guerra”, dijo el Dr. Georges Benjamin, director de la American Public Health Association.
Política vs. ciencia: ¿la nueva normalidad?
La ciencia en EE. UU. siempre ha buscado adoptar un perfil independiente frente a vaivenes políticos. Sin embargo, lo que ocurre en el CDC parece marcar un giro preocupante hacia la politización de la salud pública. El hecho de que la directora se negara a firmar automáticamente las recomendaciones de un comité asesor (seleccionado por Kennedy) fue la gota que colmó el vaso, según fuentes de la agencia.
La directora saliente también rechazó cambios inmediatos en la distribución de vacunas que limitaron el acceso de millones de estadounidenses. Aunque la FDA aprobó nuevas dosis contra la COVID-19, este nuevo enfoque prioriza únicamente a personas con condiciones médicas de alto riesgo, lo que excluye a grandes segmentos de la población que antes sí calificaban.
Decisiones sin evidencia
El Dr. Michael Osterholm, investigador de enfermedades infecciosas de la Universidad de Minnesota, señaló que las nuevas políticas:
- Eliminan vacunas autorizadas para niños pequeños.
- Obligan al ciudadano a demostrar factores de riesgo para acceder a la vacunación.
- Rompen el vínculo entre proveedor médico y paciente.
Osterholm lo resumió así: “Estas decisiones, tomadas sin evidencia científica que las respalde, reflejan un patrón preocupante de interferencia política.”
Un legado en riesgo
Desde su fundación en 1946, el CDC ha liderado campañas de erradicación de enfermedades como la polio, la viruela y la gripe aviar. Cuenta con más de 10.000 empleados, cientos de laboratorios, y colabora internacionalmente con más de 60 países. Está diseñado para funcionar como un organismo técnico-científico no partidista.
La pérdida repentina de sus líderes clave no solo es alarmante, sino que podría dejar al país sin capacidad de respuesta ante emergencias sanitarias.
¿Qué pasa con los brotes activos?
El CDC actualmente monitorea:
- Un repunte de sarampión en parques temáticos de Florida y California.
- Un brote de listeria vinculado a productos lácteos en el Medio Oeste.
- Nuevas cepas de gripe zoonótica H5N1 detectadas en aves del noreste.
Al perder funcionarios expertos en estas áreas —como Jernigan y Layden— el seguimiento, investigación, contención y colaboración con estados y hospitales podrían verse significativamente comprometidos.
La incertidumbre del reemplazo
El proceso de sustitución es engorroso y largo. Desde 2023, cualquier director del CDC debe ser confirmado por el Senado. La administración Trump tendrá que proponer un nuevo candidato, que posteriormente se someterá al escrutinio legislativo.
Entretanto, se puede designar a un director interino, aunque su legitimidad y autoridad se pondrán en tela de juicio si no cuenta con el respaldo del Congreso y del personal técnico.
Una salud pública debilitada también es una economía debilitada
No se trata solo de salud. Según un informe del CDC, las enfermedades prevenibles por vacunación cuestan a la economía estadounidense más de $25 mil millones anuales. La desorganización interna podría hacer que estas cifras aumenten debido a tratamientos más costosos, baja productividad y mayor carga hospitalaria.
¿Y ahora qué?
¿Podrá el CDC recuperarse a tiempo antes de que un brote grave golpee el país? ¿Cuál es la verdadera agenda detrás de esta purga administrativa? ¿Se trata, como muchos expertos sospechan, de destruir las bases técnicas para reconfigurarlas ideológicamente?
Sea cual sea la respuesta, lo que es incuestionable es que la confianza en las instituciones científicas ha sido sacudida. Y eso, en tiempos de pandemia, brotes zoonóticos y desinformación digital, podría resultar más letal que cualquier virus.