Del sándwich como arma a la justicia simbólica: ¿Se está desmoronando el relato de 'mano dura' en EE. UU.?
El caso de Sean Dunn, el fiscal Jeanine Pirro y una gran jurado que dijo 'no': un vistazo crítico a la judicialización del disenso en tiempos de polarización política
El sándwich que no convenció a la gran jurado
En un país donde se dice que una gran jurado puede “acusar hasta a un sándwich de jamón”, el caso de Sean Dunn ha logrado lo impensable: que ese supuesto sándwich lance un contragolpe simbólico contra el aparato judicial federal. Todo comenzó cuando, en medio de tensiones políticas tras una orden de Donald Trump de desplegar fuerzas federales en Washington D.C., un hombre arrojó un sándwich a un agente federal. El incidente, captado en video, rápidamente se volvió viral. El gesto fue pequeño, pero provocador: un acto de desafío civil en formato comestible.
Inicialmente acusado de asalto con agravantes, Dunn enfrentaba una posible condena de hasta ocho años de prisión. Sin embargo, los fiscales no lograron convencer a una gran jurado para ratificar la acusación por delito grave (felonía), y ahora se enfrenta solamente a un cargo por asalto simple, una falta menor que conlleva máximo un año de cárcel.
Show mediático y revancha judicial
Este no era un caso cualquiera. El gobierno federal intentó convertirlo en un ejemplo: una respuesta enérgica contra cualquier tipo de violencia (o lo que parezca serlo) contra agentes del orden, sobre todo luego del bochornoso contraste con los indultos que Trump concedió a algunos de los participantes del asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Jeanine Pirro, entonces fiscal federal del Distrito de Columbia, protagonizó un video promocional en redes sociales donde se burlaba de Dunn diciendo “así que ya sabes, métete tu sándwich Subway en otro lugar”. El tono era claro: ningún acto de disenso sería tolerado.
Pero este show mediático se dio de bruces con la realidad: una gran jurado, compuesta por ciudadanos, consideró que el gesto de Dunn no calificaba como un delito grave. No hubo golpe con armas improvisadas, ni lesiones, ni siquiera violencia física en el sentido estricto. Solo un acto impulsivo, desobediente y simbólico.
¿Qué está diciendo la comunidad jurídica?
- “Es un ejemplo claro de judicialización del descontento social”, dijo el abogado constitucionalista Neil Richards en una entrevista con NPR. “Usar el sistema penal para silenciar gestos menores de protesta puede resultar en un boomerang contra la credibilidad institucional.”
- El exjuez federal Peter Edelman señaló en Washington Post: “La gran jurado actuó como un muro de contención frente a un claro abuso de proceso”.
Más allá del sándwich: el trasfondo político
No se puede entender este caso sin considerar el contexto nacional. A mediados de 2023, Trump firmó una orden ejecutiva que permitió desplegar agentes federales en ciudades “con conflictos”, independientemente de la solicitud de sus alcaldes. Washington, Portland y otras jurisdicciones se convirtieron en epicentros de fricción. El caso Dunn ocurrió días después del despliegue de fuerzas en D.C., en un ambiente ya cargado de tensión política.
El sándwich lanzado, más allá de la comedia que encierra, representó un acto de repudio a la presencia militarizada en las calles. Según la policía, además del acto, Dunn gritó: “¡Fascista! ¡No te quiero en mi ciudad!” ¿Es esto violencia o simplemente libertad de expresión que roza la línea del desacato?
De funcionario a repudiado
Cuando el incidente fue investigado, surgió un dato inesperado: Sean Dunn trabajaba como especialista en asuntos internacionales en el Departamento de Justicia. Tras su arresto, fue despedido por la fiscal general Pam Bondi. En lugar de considerar mecanismos internos o sanciones laborales, decidieron convertir su caso en una causa penal de alto perfil. Esto profundizó las dudas sobre las motivaciones políticas detrás del proceso.
La ironía del 'sándwich de jamón'
El dicho popular estadounidense afirma que un fiscal puede convencer a una gran jurado para “indict a ham sandwich”. Esta frase, acuñada por el juez de Nueva York Sol Wachtler en los años 80, señala la facilidad con la que los fiscales líderes suelen obtener acusaciones formales. Según un estudio de USA Today, en 2022, el 99.8% de los casos federales presentados ante gran jurado se traducen en una acusación formal.
Que el caso Dunn no haya pasado ese filtro, sugiere más que escepticismo: indica resistencia ciudadana a ciertos usos del aparato judicial.
No es un caso aislado
En las últimas semanas, al menos tres casos más en Washington D.C. han terminado sin acusación formal por parte de grandes jurados, todos relacionados con agresiones menores a agentes federales en el marco de protestas o grabaciones cerca de cárceles migratorias.
- Sydney Lori Reid, filmando la transferencia de reos al ICE, presuntamente empujó a un agente; nuevamente, solo se le imputó falta leve tras el rechazo de tres grandes jurados consecutivos.
- Otros casos, como el de actos de desobediencia civil en Portland, también han resultado en retiros de cargos graves.
¿Estamos frente a una forma de desobediencia judicial?
Si bien sería exagerado hablar de una “resistencia organizada” desde los jurados, lo cierto es que la acumulación de negativas a acusar podría estar señalando una brecha entre la política federal y el pulso ciudadano. La presencia de estas fuerzas en suelo urbano ha sido vista por muchos como una provocación innecesaria, y los intentos de reprimir respuestas simbólicas parecen estar chocando con el sentido común colectivo.
Según una encuesta de Pew Research de octubre de 2023, el 61% de los estadounidenses considera que las autoridades han usado fuerza desproporcionada en situaciones de protesta no armada, y un 45% está “moderadamente preocupado” por el uso político del sistema judicial federal.
¿Qué implicaciones tiene esto hacia el futuro?
Lo simbólico importa. Un acto sencillo como arrojar un sándwich puede parecer banal, pero en este caso, se ha convertido en un emblema sobre los límites de la justicia penal y su papel como herramienta política. Lo que para unos fue un acto de agresión, para otros fue un acto de protesta legítima.
La negativa de la gran jurado en este caso, y en otros similares, podría estar influyendo en un replanteamiento estratégico dentro del Departamento de Justicia. Como dijo el analista jurídico Glenn Kirschner en MSNBC: “Si los jurados no acompañan la narrativa punitiva, el Estado está obligado a reencuadrar su enfoque”.
Lo que sí es claro es que la narrativa de 'mano dura' promovida desde Washington está comenzando a encontrar sus límites, no frente a leyes, sino frente a ciudadanos comunes. El poder aún reside, aunque sea parcialmente, en manos del pueblo. Incluso si ese poder se manifiesta en algo tan irónico como no acusar al lanzador de un sándwich.