El turismo aéreo en Nueva York bajo fuego: ¿vale el riesgo por la vista?
Tras un trágico accidente en helicóptero, Nueva Jersey exige restricciones mientras las víctimas recuerdan los peligros de estos tours en Manhattan
Tragedia en el cielo: el accidente que cambió el relato
El pasado abril, un helicóptero turístico que sobrevolaba la ciudad de Nueva York se desplomó sobre el río Hudson tras romperse en pleno vuelo, dejando un saldo fatal de seis muertos, incluyendo al piloto y una familia de Barcelona. A raíz de este accidente, el gobernador de Nueva Jersey, Phil Murphy, ha solicitado a la Administración Federal de Aviación (FAA) que imponga más restricciones a los vuelos no esenciales, en especial a los tours panorámicos en helicóptero.
Este siniestro ha puesto de nuevo bajo el foco público los peligros de un tipo de turismo que ha crecido de manera desproporcionada en los últimos 20 años: los sobrevuelos turísticos sobre Manhattan, una experiencia tan impactante como riesgosa, cuyo desarrollo ha desafiado normas de seguridad aérea, políticas urbanas y, ahora, la paciencia de los residentes.
Un sector en ascenso... ¿sin límite?
Los viajes en helicóptero por la ciudad de Nueva York se han convertido en una actividad popular entre turistas de alto perfil que quieren una vista privilegiada del skyline neoyorquino. Con precios que oscilan entre los $200 y $500 por vuelo de 15 a 30 minutos, se estima que más de 60,000 personas realizan estos vuelos anualmente.
Muchas empresas operan desde helipuertos ubicados estratégicamente en Manhattan y, en el caso del siniestro de abril, desde Kearny, Nueva Jersey. Durante años, residentes de Nueva Jersey y de zonas como Hoboken o Jersey City han protestado contra el ruido y la inseguridad que implica el sobrevuelo constante de estas aeronaves a baja altitud.
Reglas laxas, consecuencias fatales
Lo alarmante para los expertos es que, a diferencia de los aviones, los helicópteros no están sujetos a las mismas restricciones mínimas de altitud. Según las normas actuales de la FAA, pueden volar más bajo si no presentan un peligro para la propiedad o las personas en tierra. Esto ha causado inquietud entre funcionarios públicos y urbanistas.
Phil Murphy, en su carta dirigida a la FAA el 18 de agosto, fue enfático: "No debemos esperar a que ocurra una tragedia de mayores proporciones para tomar decisiones contundentes". Entre las propuestas destacadas por el gobernador están:
- Restringir los vuelos turísticos no esenciales entre las 9:00 a. m. y las 7:00 p. m.
- Redireccionar las rutas de vuelo para que pasen por la bahía de Newark en lugar de zonas densamente pobladas.
- Adoptar regulaciones similares a las implementadas en 2023 sobre los vuelos turísticos en el Parque Nacional de los Volcanes de Hawái.
Una historia repetida: el caso de 2018
Muchos recuerdan el trágico accidente de 2018 cuando un helicóptero turístico se estrelló en el río East, matando a cinco pasajeros. El piloto sobrevivió gracias a un cinturón modificado, pero los pasajeros murieron ahogados al no poder liberarse de los arneses de seguridad. A raíz de ese evento, la FAA prohibió los "doors-off flights" (vuelos sin puertas), una modalidad cada vez más popular hasta entonces para sacar mejores fotografías.
La empresa implicada en ese vuelo había sido multada previamente, lo que añade evidencia sobre la supervisión laxa y los antecedentes preocupantes en el sector.
La industria se defiende
Ni la empresa neoyorquina responsable del helicóptero de abril ni los grupos de presión de la industria aérea han emitido comentarios tras la solicitud del gobernador de Nueva Jersey. Sin embargo, en ocasiones anteriores han defendido la legalidad y seguridad de sus operaciones. Según una declaración de la Helicopter Association International de años anteriores, “nuestra flota opera dentro de los más altos estándares técnicos”.
A pesar de estas declaraciones, entre 2015 y 2024 se han reportado más de 35 incidentes relacionados con helicópteros turísticos en EE.UU., muchos de ellos en Nueva York y sus alrededores.
Turismo vs. seguridad: el dilema de las ciudades icónicas
Nueva York no es la única ciudad enfrentando este problema. En San Francisco, el turismo aéreo sobre el Golden Gate ha generado quejas; en Las Vegas, los vuelos hacia el Gran Cañón sufren con regularidad problemas mecánicos. No obstante, Nueva York lidera como epicentro de la polémica por su alta densidad poblacional y el estrecho margen para errores mecánicos o humanos.
Residentes: los invisibles del espectáculo aéreo
Mientras turistas disfrutan de la vista, los residentes pagan el precio. Un estudio realizado por el Hudson Riverkeeper en 2022 encontró que el 72% de quienes viven cerca de helipuertos o en rutas de vuelo afirman experimentar niveles de ruido "molestos" o "muy perturbadores" diariamente.
Jillian Torres, vecina de Jersey City, afirma: “No puedo tener una reunión de Zoom sin tener que pausar la conversación por un helicóptero pasando cada 10 minutos sobre mi departamento”.
¿Cuál será el futuro inmediato?
La FAA, en su respuesta más reciente, indicó que se pondrá en contacto con el gobernador Murphy y analizará propuestas. La agencia también reconoció que aún no tiene un reglamento específico para los helicópteros turísticos que equipare sus restricciones a las de los aviones.
Mientras tanto, organizaciones de víctimas están usando el reciente siniestro para reavivar la presión sobre el gobierno federal. “No puede ser que el cielo sea una tierra sin ley solo porque hay ganancias involucradas”, declaró Susan Carter, portavoz de la asociación Families for Aerial Safety.
¿Qué se necesita para un cambio?
Algunos legisladores han propuesto un proyecto de ley llamado Helicopter Safety and Rights Act, que incluiría:
- Una base de datos pública con antecedentes de seguridad de todas las empresas turísticas aéreas
- Un límite nacional estandarizado de 1,200 pies sobre suelo urbano para todos los vuelos turísticos
- Controles técnicos obligatorios tras cada vuelo
Esta legislación está aún en una etapa preliminar, pero activistas creen que el caso de abril podría ser lo que finalmente lleve a su aprobación en el Congreso.
El precio de la espectacularidad
Ver Manhattan desde el aire es, sin duda, una experiencia memorable. Pero está quedando cada vez más claro que esta experiencia no justifica la baja regulación ni los riesgos asumidos, tanto por los turistas como, sobre todo, por los residentes atrapados bajo estos recorridos.
Como dijo el urbanista y autor Jan Gehl: “Las ciudades son para la gente, no para los helicópteros”. Quizás sea hora de que Nueva York también escuche ese consejo.