Venezuela bajo presión: ¿maniobra antinarcóticos o táctica política de Estados Unidos?

El despliegue de buques militares estadounidenses en el Caribe alimenta tensiones entre Washington y Caracas, mientras resurgen viejos temores de intervención

Una nueva oleada de buques estadounidenses frente a Venezuela

La noticia cayó como una bomba en Venezuela: Estados Unidos incrementará significativamente su presencia naval en aguas cercanas al país suramericano para combatir el narcotráfico en la región. El despliegue incluirá tres destructores con sistema de combate Aegis y tres buques de asalto anfibio con más de 4,000 marines y marineros a bordo. Aunque hasta el momento no hay señales oficiales de operaciones terrestres, este movimiento reaviva el temor colectivo de una posible intervención militar.

En palabras del almirante Daryl Caudle, jefe de operaciones navales de la Armada estadounidense, esta operación no es una muestra de fuerza sin justificación, sino una respuesta táctica frente a redes internacionales de narcotráfico donde ciudadanos venezolanos estarían involucrados. “Proporcionamos fuerzas navales que le dan al presidente y al secretario de Defensa opciones para responder a amenazas”, afirmó Caudle desde la base naval de Norfolk, Virginia.

¿Amenaza táctica o presión simbólica?

Si bien Estados Unidos ha justificado su despliegue bajo el marco de la seguridad hemisférica y la lucha contra los carteles de la droga, varios analistas consideran que existe un trasfondo político más complejo. Christopher Sabatini, investigador de Chatham House, lo resume así: “No hay realismo en la idea de una invasión. Este despliegue es en gran parte una maniobra de presión contra el régimen de Maduro y un intento de complacer a la oposición venezolana, en gran medida alineada con Trump”.

En efecto, esta acción va acompañada de otras decisiones recientes de la administración estadounidense, como la designación del Tren de Aragua (una banda criminal venezolana) como organización terrorista extranjera y el aumento de la recompensa por información que conduzca a la captura de Nicolás Maduro.

La respuesta venezolana: acusaciones y movilización

Desde Caracas, el presidente Nicolás Maduro ha aprovechado esta escalada para agitar su discurso de soberanía y resistencia. Durante su programa semanal, rechazó categóricamente las acusaciones estadounidenses y llamó a los ciudadanos a inscribirse en la milicia bolivariana, una estructura paramilitar que apoya a las Fuerzas Armadas.

“Estamos dentro de nuestra ley y nadie toca esta tierra”, declaró Maduro ante las cámaras de la televisión estatal.

También minimizó los señalamientos de vínculos con el narcotráfico, afirmando que Venezuela está “libre de cultivos de coca” y que la verdadera intención de EE. UU. es reconfigurar viejas narrativas, sustituyendo la etiqueta de comunismo o terrorismo por la de narcotraficante para justificar intervenciones.

Samuel Moncada, embajador de Venezuela ante la ONU, se reunió con el secretario general António Guterres para pedir el fin de las “acciones hostiles” de EE. UU. y recordarle a la comunidad internacional que Caracas espera el respeto a su integridad territorial.

Milicias vacías, bases divididas

Con el llamado a integrar la milicia bolivariana, el gobierno esperaba una gran respuesta popular. Sin embargo, imágenes y reportes en redes sociales ofrecían plazas prácticamente vacías durante las jornadas de reclutamiento. La oposición no tardó en intentar capitalizar este fracaso.

María Corina Machado, una de las figuras más prominentes de la oposición y representante del candidato Edmundo González, respaldado por Estados Unidos y otros gobiernos como legítimo vencedor de las elecciones de 2024, agradeció en Fox News las acciones del gobierno de Trump, aludiendo que “el tiempo del cambio ha llegado”.

También criticó lo que describió como una “desobediencia civil” al no asistir a los actos de inscripción: “Las plazas vacías anuncian el futuro que se acerca”, publicó en X (antes Twitter).

Juego de percepciones: ¿intervención o cortina de humo?

La narrativa de una amenaza inminente de invasión ha estado presente, de manera intermitente, desde el inicio del gobierno bolivariano. En el año 2002, tras el fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez, figuras del chavismo alimentaron la idea de que una conspiración internacional estaba en marcha. Con Maduro, esta retórica se ha intensificado como eje central de su política exterior.

Sin embargo, expertos como Sabatini advierten que tanto el régimen como algunos sectores de la oposición están jugando un mismo juego peligroso: manipular la esperanza o el miedo de una forma de cambio súbito, que al final no se concreta.

“Es otro episodio en una historia prolongada de frustración colectiva. La oposición ha quedado atrapada en neutral desde hace años y mira este movimiento como una nueva oportunidad para movilizar apoyos”, indica Sabatini.

El efecto dominó en América Latina

Uno de los aspectos menos discutidos es cómo este despliegue puede tener consecuencias en la región. La narrativa estadounidense se centra en el combate al narcotráfico, pero incluye en su lista de preocupaciones a otros grupos como MS-13 en El Salvador y seis organizaciones mexicanas. La frontera está en el Caribe, pero el mensaje va dirigido a toda América Latina. El impacto geopolítico de estas acciones resuena más allá de Caracas.

Además, el accionar de Estados Unidos puede reforzar alianzas entre Venezuela y países como Irán, Rusia o China, quienes han manifestado interés estratégico en el país suramericano. No es casual que cada vez que se aproximan elecciones sensibles en EE. UU. aumenten estas maniobras militares en la región.

Una historia de promesas incumplidas

Desde el fracaso del levantamiento de 2019 liderado por Juan Guaidó hasta las sanciones progresivamente endurecidas por Washington, la sociedad venezolana ha sido testigo de múltiples escenarios que prometían un cambio radical. Ninguno de ellos ha logrado desarticular a fondo el aparato político de Maduro.

Mientras tanto, el éxodo continúa. Más de 7 millones de personas han abandonado el país desde 2015, según datos de ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados). La mayoría ha huido no por miedo a un ataque naval, sino por la crisis económica, la escasez de alimentos y el colapso de los servicios básicos.

¿Qué viene ahora?

En lo inmediato, se espera que los buques estadounidenses lleguen a la región caribeña en los próximos días. Es probable que esto sea aprovechado tanto por el chavismo como por la oposición para afirmar, cada uno desde su narrativa, que el cambio se avecina.

Pero más allá de las palabras y los simbolismos, el pueblo venezolano sigue esperando soluciones reales. La tensión diplomática quizás se disipe en los titulares de la semana siguiente, pero la situación de fondo —una economía colapsada, un sistema político polarizado y millones en el exilio— seguirá marcando el pulso de lo que verdaderamente ocurre en Venezuela.

Lo que hoy parece una maniobra marítima podría ser tan solo otro capítulo dentro de una historia mucho más larga, donde las decisiones se toman lejos del mar Caribe y donde los verdaderos protagonistas —los ciudadanos de a pie— rara vez tienen voz en el desenlace.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press