El gran dilema del Río Grande: agua, política y supervivencia en el suroeste de EE. UU.
El conflicto entre Nuevo México, Texas y Colorado por el agua del Río Grande pone en jaque a la agricultura, la economía local y el futuro ambiental del suroeste
¿Qué pasaría si uno de los ríos más importantes de América del Norte estuviera muriendo poco a poco ante nuestros ojos, y con él toda una forma de vida?
Este es exactamente el escenario en el que se encuentran hoy los estados del suroeste de Estados Unidos, específicamente Nuevo México, Texas y Colorado, envueltos en una disputa de décadas sobre el uso del agua del Río Grande, un río que alguna vez fue sinónimo de abundancia y hoy es símbolo de escasez y conflictos.
Un conflicto que llega al máximo tribunal
La disputa legal entre estos estados ha escalado hasta llegar al Tribunal Supremo de EE.UU. En el centro del conflicto está la sobreexplotación de aguas subterráneas en Nuevo México, impulsada por agricultores que, ante la disminución del caudal superficial del río, han tenido que recurrir a acuíferos para regar sus cultivos y sostener su economía.
Texas presentó una demanda alegando que esta práctica ha reducido el volumen de agua que, en virtud de un pacto interestatal firmado en 1939, debería llegar a su territorio. El pacto —ratificado por el Congreso y elevado a ley federal— busca repartir de forma equitativa las aguas del río entre Colorado, Nuevo México y Texas, estableciendo métricas y límites de almacenamiento.
¿En qué consiste el nuevo acuerdo?
Después de años de litigios, los tres estados han anunciado una serie de propuestas de resolución que buscan evitar un fallo catastrófico para Nuevo México, que podría implicar pagos millonarios por no cumplir con la entrega acordada de agua.
El acuerdo más destacado incluye la creación de un sistema detallado de monitorización y la reducción del bombeo de aguas subterráneas a una cifra específica: 18,200 acres-pie por año. Para entender esta magnitud, basta decir que un acre-pie es la cantidad de agua necesaria para cubrir un acre de tierra con 30 centímetros de agua; esa cifra equivale a unas 22 millones de metros cúbicos de agua.
La propuesta implica que Nuevo México deberá comprar derechos de agua equivalentes a más de 36 km² de terrenos agrícolas, lo cual pone en jaque a pequeños agricultores que cultivan productos icónicos como pecanas y chiles.
El impacto en el corazón agrícola del suroeste
El valle del sur de Nuevo México, donde se encuentran vastos viñedos, huertos de nogal pecanero y plantaciones de chile, es especialmente vulnerable. La agricultura representa un pilar económico y cultural en la región.
Según datos del Departamento de Agricultura de EE.UU., Nuevo México es el segundo mayor productor de pecanas del país. También es mundialmente conocido por sus variedades de chiles, entre ellas el chile Hatch, que forma parte de la identidad local.
“Las huertas de nogal pueden morir sin agua suficiente. Son inversiones a largo plazo y no se reponen fácilmente”, advirtió Ben Etcheverry, miembro de la junta directiva de la New Mexico Chile Association.
Ante la creciente presión, muchos agricultores ya habían invertido en tecnologías de riego por goteo para optimizar el uso del agua, pero los desafíos siguen creciendo. Etcheverry lo resume así:
“Es como un juego interminable de golpear al topo. Cada vez que hacemos las cosas mejor, se convierte en una penalización en lugar de una solución”.
El triple golpe hídrico: evaporación, población y cambio climático
El Río Grande enfrenta una tormenta perfecta de estrés hídrico:
- Sequías prolongadas que secan el cauce del río incluso en zonas urbanas como Albuquerque, donde no se había visto un lecho de río completamente seco desde hace cuatro décadas.
- Temperaturas más altas que aumentan la evaporación, reduciendo los volúmenes disponibles.
- Expansión urbana y crecimiento poblacional que aumenta la demanda de agua para consumo humano.
Según Brian Richter, presidente de Sustainable Waters, Nuevo México ha perdido más del 70% de su capacidad de almacenamiento hídrico en embalses durante las últimas dos décadas, mientras que el bombeo de acuíferos ha superado sus tasas de reposición naturales. Como resultado, el estado ha incumplido de manera reiterada sus obligaciones de entrega de agua a Texas.
Richter lo califica como un “triple golpe”, y advierte que se necesita una revisión profunda sobre el modelo hídrico del suroeste:
“Estamos en una situación precaria. El futuro va a ser cada vez más desafiante. Hay que reimaginar el futuro del agua en Nuevo México”.
¿Y la población? Invisible a los ojos, pero con sed
Muchos residentes desconocen la magnitud de la crisis porque la gestión del agua es tan invisible como el recurso que se evapora. Pero se hace tangible cuando el río desaparece, como sucedió recientemente en Albuquerque.
Dos hermanas, Zoe y Phoebe Hughes, visitaron el río para tomar fotografías como era su costumbre. Esta vez no encontraron agua, sino un lecho de arcilla quebrada y arena:
“Es tan distópico. Es triste,” dijo Phoebe. “El río ya no es tan grande después de todo”.
Una solución multifactorial (y costosa)
Las autoridades confían en un enfoque integral para el futuro: programas de barbecho de tierras, adquisición de derechos de agua, infraestructura de riego eficiente y monitoreo de acuíferos. Pero ninguna de estas soluciones será rápida ni barata.
La Legislatura de Nuevo México ha asignado $65 millones para implementar el acuerdo, pero se estima que el costo total será mucho mayor. Se prevé obtener fondos federales adicionales y usar parte del dinero para impulsar prácticas agrícolas sostenibles.
Sam Barncastle, abogado que representó durante años a comunidades de regantes, expresó preocupación por el futuro:
“Una vez que perdemos tierras agrícolas, no las recuperamos. Lo que está en juego es la perpetuación misma de la agricultura rural”.
Una cuestión de supervivencia regional
Si el Tribunal Supremo aprueba el acuerdo, será un pequeño respiro para este ecosistema en crisis. Sin embargo, lo cierto es que el agua se volverá más escasa en el suroeste estadounidense, y la única salida es colectiva.
Como dijo Hannah Riseley-White, directora de la Interstate Stream Commission de Nuevo México:
“No hay una sola solución. Será necesariamente un enfoque de todo lo anterior. Y debemos asumir que habrá menos agua en el futuro”.
La pregunta esencial sigue viva: ¿Podrán tres estados, cientos de agricultores y millones de habitantes cambiar el rumbo de su historia hídrica antes de que el Río Grande deje de correr completamente?