La caída de estudiantes internacionales en EE.UU.: Una crisis anunciada que sacude a las universidades

El descenso en la matrícula de estudiantes extranjeros está hundiendo las finanzas de universidades pequeñas y medianas, y exponiendo los riesgos de un sistema educativo cada vez más dependiente de ingresos externos.

Una disminución que duele en el bolsillo universitario

En la Universidad de Central Missouri, este otoño ha sido amargo. A pesar de una demanda internacional similar a años anteriores, menos de la mitad de los estudiantes internacionales previstos asistieron a clases. La causa: no pudieron conseguir visas o siquiera una entrevista en los consulados. El impacto fue inmediato. Esta universidad pública con una dotación de solo 65 millones de dólares, donde los estudiantes internacionales aportan casi una cuarta parte del ingreso por matrícula, enfrenta ahora recortes severos.

"No podemos subsidiar tanto a los estudiantes nacionales cuando disminuyen los internacionales que traen ingresos", explicó Roger Best, presidente de la universidad.

No se trata de un caso aislado. Más de 100 universidades estadounidenses, muchas de ellas pequeñas instituciones cristianas o universidades sin grandes donaciones, dependen de los estudiantes internacionales para mantenerse a flote. Y una caída del 30% al 40% en la matrícula extranjera, como proyectan algunos informes, representa una catástrofe para sus presupuestos.

Un entorno político hostil que sembró incertidumbre

Desde la administración de Donald Trump, Estados Unidos ha endurecido considerablemente las políticas migratorias para estudiantes. A los intentos por limitar los cupos para extranjeros, se sumaron medidas como el cierre temporal de entrevistas para visas, la exigencia de revisar redes sociales de aspirantes y, en casos extremos, intentos de deportación por motivos políticos.

En 2020, se propuso incluso limitar el tiempo máximo de permanencia de los estudiantes extranjeros, lo que significaba nuevas barreras burocráticas que podían dejar fuera a miles de estudiantes valiosos.

"Es una receta para la inestabilidad financiera", advierte el politólogo Justin Gest de la Universidad George Mason. "Un estudiante internacional puede pagar hasta $80,000 al año, lo que permite subsidiar a estudiantes locales, ofrecer becas y mejorar programas académicos. El modelo financiero de muchas universidades se construye sobre esa base".

El caso de Ahmed: el último que logró pasar

La historia de Ahmed Ahmed, un estudiante sudanés admitido en la Universidad de Rochester con una beca, refleja el drama humano detrás de esta política. En 2020, un veto migratorio incluyó a Sudán entre los países restringidos. Aunque tenía su visa expedida, fue impedido de abordar un vuelo desde Uganda incluyendo por instrucciones poco claras que ni las propias embajadas sabían explicar.

Gracias a la intervención de la oficina internacional de su universidad, Ahmed logró llegar a Estados Unidos justo a tiempo. Hoy cursa ingeniería eléctrica, pero vive con el temor constante de que cualquier medida administrativa pueda poner en riesgo su estadía.

"Siento que fui uno de los últimos en pasar. Entiendo por qué otros ya ni lo intentan", confesó.

Recortes, alzas en la matrícula y campus vacíos

En Lee University, una institución cristiana de Tennessee con solo 3,500 estudiantes, la caída en el número de estudiantes internacionales de 82 a cerca de 50-60 este año ha obligado a tomar decisiones duras. Roy Y. Chan, director de estudios de posgrado, confirma que han elevado la matrícula un 20% en cinco años para compensar la reducción en el número total de estudiantes, nacionales e internacionales.

Menos estudiantes no solo significa menos ingresos por matrícula. También impacta en el ambiente multicultural de los campus, limita la variedad de programas, recorta fondos para investigación y deteriora la experiencia universitaria en general.

Las universidades más pequeñas —menos de 5,000 estudiantes—, como explica el economista Dick Startz de la Universidad de California en Santa Bárbara, enfrentan una doble presión: sufren más con la desaparición de los internacionales y tienen una base más frágil para subsistir.

El riesgo estructural: universidades al borde del cierre

En promedio, dos universidades privadas por mes han cerrado en EE.UU. desde el fin de la pandemia, según la State Higher Education Executive Officers Association. Y el panorama no mejora: se prevé que el número de graduados de secundaria disminuirá en EE.UU. hasta 2041, con una caída del 13% en comparación con 2024.

Si en ese contexto también se pierden estudiantes internacionales, muchas universidades simplemente no podrán sostenerse.

Estudiantes extranjeros: pieza clave en el rompecabezas económico

Según el Departamento de Comercio de EE.UU., los estudiantes internacionales aportaron más de 45 mil millones de dólares a la economía estadounidense en 2018. En muchas ciudades universitarias pequeñas, su presencia mantiene hoteles, cafeterías, alquileres y servicios enteros funcionando.

En universidades como Northeastern o Carnegie Mellon, la matrícula internacional supera el 30%. Sin esos ingresos, los impactos no sólo serían académicos, sino estructurales en la economía local.

¿La tormenta perfecta? Menos estudiantes, mayor hostilidad, más gastos

Además de las políticas migratorias, otros factores contribuyen a la tormenta financiera: inflación, aumento de costos operativos, gastos en tecnología post-COVID y una competencia internacional creciente. Canadá, Australia, Reino Unido y países europeos están captando a los estudiantes que antes se formaban en Estados Unidos.

Como señala Roy Y. Chan, "antes, estudiar en EE.UU. era el sueño. Ahora, los estudiantes sienten que es una pesadilla burocrática que no vale la pena".

Entre la resiliencia y la transformación

Algunas universidades están comenzando a reaccionar de manera proactiva. Establecen sedes en el extranjero, fortalecen sus programas virtuales para estudiantes internacionales y redoblan esfuerzos en diplomacia institucional. Pero el cambio requiere tiempo, y el daño financiero es inmediato.

En última instancia, el futuro de la educación superior en EE.UU. depende de su capacidad para volver a atraer talento global sin obstáculos innecesarios y evitar que las universidades se conviertan en fortalezas inalcanzables para quienes buscan aprender y aportar al país.

Las cifras, los testimonios y las decisiones recientes no dejan mucho margen de duda: Estados Unidos debe replantear urgentemente su relación con los estudiantes internacionales si quiere seguir siendo líder mundial en educación.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press