La justicia en crisis: el operativo de Trump en Washington DC expone grietas legales

Detenciones arbitrarias, evidencia débil y tensiones entre jueces y fiscales marcaron el controvertido operativo federal para combatir el crimen en la capital

Un operativo que despierta alarmas en la democracia

En agosto de 2025, el gobierno del presidente Donald Trump lanzó un megaoperativo en la ciudad de Washington, D.C., con el objetivo declarado de "recuperar el control" de la capital frente a lo que denominó una ola imparable de violencia. En apenas tres semanas, más de 1,200 personas fueron arrestadas y se confiscaron 135 armas de fuego. Sin embargo, lejos de consolidarse como una victoria del orden, la iniciativa ha desatado una serie de cuestionamientos legales y éticos que han estremecido tanto a los tribunales como a los defensores de los derechos civiles.

La otra cara del despliegue federal

Las cifras iniciales presentadas por la Casa Blanca son contundentes: una disminución del 60% en los robos de autos, 56% en asaltos y 58% en crímenes violentos durante la última semana de agosto de 2025, en comparación con el mismo periodo de 2024. No obstante, detrás de los números se esconden casos preocupantes que agitan el debate sobre el equilibrio entre seguridad y libertades civiles.

Jueces federales, jurados populares y abogados defensores han puesto bajo la lupa numerosas detenciones efectuadas durante el operativo. En más de un caso, los procedimientos policiales han sido calificados de irregulares, y las pruebas, insuficientes. Incluso algunos fiscales se han visto obligados a retirar cargos tras recibir críticas por acusaciones mal sustentadas.

Detenciones polémicas y jueces desconcertados

Uno de los casos más paradigmáticos fue el de Edwin Jonathan Rodríguez, un joven arquitecto con permiso legal para portar armas en Maryland, quien fue detenido en Washington por llevar una pistola registrada junto con marihuana y parafernalia. El juez G. Michael Harvey puso en duda que el joven fuera un "traficante de drogas agresivo", como sostenía la fiscalía, al considerar inusual que un supuesto criminal registre su arma. Rodríguez pasó ocho días en prisión preventiva antes de ser liberado.

En otra audiencia, el juez Zia Faruqui criticó duramente que un hombre fuera encarcelado cinco días por posesión de marihuana, calificando la situación como "una pesadilla bizarra". En otro caso, una gran jurado rechazó imputar cargos a un abogado del Departamento de Justicia que lanzó un sándwich a un agente de inmigración. “Estamos viendo cosas que nunca imaginamos en la corte federal”, afirmó Faruqui.

Ilegalidades evidentes y fiscales en la mira

Uno de los puntos más controvertidos del operativo son las supuestas violaciones al debido proceso, particularmente abusos policiales durante las detenciones. El caso de Torez Riley, arrestado en un supermercado Trader Joe’s con armas no registradas en su bolso, fue desechado una semana después por una búsqueda policial que el juez Faruqui calificó como “la más ilegal que he visto en mi vida”.

Estas decisiones judiciales han desatado un enfrentamiento entre jueces y fiscales. La fiscal general de distrito, Jeanine Pirro, ex presentadora de Fox News y nombrada por Trump, acusó al juez Faruqui de "doblegarse constantemente para liberar a delincuentes armados". Las tensiones internas dentro del sistema evidencian una falta de coordinación y una aparente politización de la justicia.

Críticas desde dentro del propio sistema

El antiguo fiscal federal Michael Romano, con más de 17 años de experiencia en el Departamento de Justicia, aseguró que jamás tuvo un caso en el cual una gran jurado rechazara una imputación. Las recientes decisiones, opinó, reflejan los riesgos de un sistema judicial cuyas decisiones están condicionadas más por agendas políticas que por criterios legales sólidos.

“Cuando arrestas a personas con poca evidencia y los sobreacusas, no solo la comunidad se molesta, sino que el caso simplemente se derrumba”, señaló Romano.

El jurado popular, compuesto por ciudadanos de D.C., ha mostrado resistencia a respaldar cargos débiles, lo que deja al descubierto una desconexión entre la narrativa oficial de "tolerancia cero" y la percepción ciudadana de que el operativo persigue más un objetivo político que de seguridad pública.

¿Seguridad o teatro político?

El despliegue de patrullas de la Guardia Nacional, agentes federales y fuerzas policiales locales ha sido presentado por Trump como un acto firme frente al crimen. “Queremos recuperar nuestra capital”, declaró el presidente al justificar el operativo. Sin embargo, la forma en que se ha implementado la medida, incluyendo arrestos improvisados y procesamientos jurídicamente cuestionables, ha generado críticas incluso entre figuras tradicionalmente conservadoras del mundo legal.

Muchos defensores de derechos civiles ven en este plan una continuación de la estrategia del expresidente de utilizar la seguridad como herramienta de reafirmación de poder. No es la primera vez que Trump impulsa políticas polémicas en este terreno. Durante su mandato anterior, amenazó con enviar tropas a estados que no adoptaban posturas represivas ante las protestas contra la brutalidad policial.

¿Hasta cuándo funcionará la estrategia del miedo?

El contexto en el que surge esta cruzada contra el crimen es clave. La nueva administración Trump ha adoptado una línea dura también en otros aspectos, como la prohibición de materiales educativos con enfoque de identidad de género o su retórica antiinmigración reforzada. La ofensiva en D.C. podría verse como parte de esta misma narrativa: proyectar una imagen autoritaria ante una ciudadanía fragmentada y polarizada.

Sin embargo, esta táctica parece tener un rendimiento decreciente. La reacción de jueces, fiscales e incluso ciudadanos comunes revela una conciencia creciente sobre los límites de las estrategias de mano dura. Al menos una docena de casos fueron retirados en semanas recientes, y muchos abogados han denunciado irregularidades de carácter constitucional.

Además, expertos señalan que la congestión judicial generada por esta ola de arrestos podría ralentizar aún más un sistema ya de por sí sobrecargado. A diferencia del asalto al Capitolio de 2021, donde los arrestos se distribuyeron a lo largo de cuatro años y 50 estados, el operativo actual concentra las detenciones en una corta ventana temporal y en el mismo circuito judicial, generando cuellos de botella sin precedentes.

Un sistema bajo presión

Las consecuencias de esta operación no se limitan a las salas de juicio. Están afectando la percepción del sistema de justicia federal como un pilar confiable de la democracia. En palabras del juez Faruqui: “Los tribunales no están aquí para seguir la corriente”. Y eso parece más cierto que nunca.

Mientras tanto, los habitantes de D.C. están siendo testigos de una batalla sin cuartel entre seguridad y libertades, y se preguntan si los responsables de garantizar el orden están dispuestos a defender también los principios fundamentales del Estado de derecho.

Todo indica que lo que comenzó como un operativo para reducir el crimen puede convertirse en otro episodio más en la creciente polémica sobre el uso del poder federal con fines políticos. ¿Qué pasará cuando los números ya no respalden la narrativa? ¿Podrán los ciudadanos confiar en un sistema legal que parece ceder ante la presión presidencial?

El tiempo dirá si esta cruzada será recordada como un éxito en seguridad... o como una advertencia oscura sobre los excesos del poder gubernamental.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press