La nueva religión de Silicon Valley: ¿IA como Dios o como Demonio?

Una mirada crítica al lenguaje casi teológico con el que los líderes tecnológicos están moldeando el discurso sobre la inteligencia artificial

La IA como divinidad emergente: el auge de una narrativa sagrada

En los pasillos vidriados de Silicon Valley, donde alguna vez se respiraba más ciencia que espiritualidad, ahora se está gestando un fenómeno que recuerda a las antiguas escrituras. Las conversaciones sobre la inteligencia artificial han adoptado un tono cada vez más religioso: se habla de salvación, apocalipsis, omnipotencia... incluso de dioses.

Geoffrey Hinton, conocido como el “Padrino de la IA”, ha encendido las alarmas sobre la creación de entidades pensantes que podrían revelarnos nuestra no tan única posición en el universo. “Tal vez comencemos a darnos cuenta de que no somos tan especiales como pensábamos”, declaró el Nobel canadiense, anticipando un cambio sísmico no solo tecnológico, sino existencial.

Transhumanismo, el nuevo paraíso prometido

Ray Kurzweil, científico y futurista, ha predicho desde hace décadas la llegada de la singularidad: un punto en el cual los humanos se fusionarán con la inteligencia artificial. En su libro más reciente, “The Singularity is Nearer”, reitera que para 2045 la inteligencia humana será millones de veces más poderosa gracias a esta simbiosis. No duda en decir que esta visión es prácticamente una forma de religión personal para él.

“No vamos a saber qué parte de nuestros pensamientos proviene de nuestra mente y cuál proviene de la IA. Todo estará incrustado dentro de nosotros”, aseguró Kurzweil.

Apocalipsis y revelación: el lenguaje bíblico en la era digital

¿Es casual que este discurso tenga tanto de apocalíptico? Según expertos como Domenico Agostini, profesor especialista en literatura apocalíptica, el término original, del griego “apokalypsis”, significa revelación, no destrucción.

En los libros antiguos, el apocalipsis era una promesa de renovación tras una etapa de caos. Y, curiosamente, eso es justamente lo que algunos líderes tecnológicos están prometiendo hoy. Una sociedad más saludable, más sabia, con libertades cognitivas y biológicas ampliadas, todo tras el “fin del mundo tal como lo conocemos”.

Dario Amodei, CEO de la empresa de IA Anthropic, visualiza este nuevo Edén digital en su ensayo “Machines of Loving Grace”. Si todo sale bien, dice, podríamos erradicar enfermedades, reducir la pobreza y relanzar la democracia global.

Los profetas del Silicio y sus evangelios contradictorios

Max Tegmark, físico del MIT y presidente del Future of Life Institute, no duda en comparar a los grandes líderes de IA con profetas modernos: “Los cuatro grandes CEOs estadounidenses son profetas con distintas versiones del evangelio”, ironiza.

Las “revelaciones” de estos profetas incluyen amenazas existenciales. Sam Altman, CEO de OpenAI, afirmó que estamos en una transición histórica donde “los humanos dejarán de ser los más inteligentes del planeta”.

Incluso Peter Thiel, el multimillonario detrás de PayPal y Palantir, sugiere que la IA podría traer consigo... al Anticristo.

¿Hubris digital o verdadera espiritualidad tecnológica?

El profesor Robert Geraci, autor de “Apocalyptic AI: Visions of Heaven in Robotics…” ha estudiado ampliamente este fenómeno. Para él, la semejanza con religiones no es accidental: la gente necesita explicaciones profundas, sentido, propósito. Y si la religión tradicional no lo ofrece, la tecnología puede llenar ese vacío —aunque con un nuevo tipo de fe.

“Solo cambiamos a Dios por las leyes cósmicas de la ciencia”, dice Geraci, concluyendo que lo que antes era una rareza —creer que IA es una fuerza divina— ahora es omnipresente en el circuito tecnológico.

La religión del algoritmo: raíces culturales e incentivos económicos

Silicon Valley no es tierra fértil para el cristianismo. En la serie satírica de HBO “Silicon Valley”, se abordó con humor la incomodidad que generaba que un programador fuera practicante. Históricamente ha sido una comunidad secular, escéptica de dogmas religiosos.

Pero en el fondo, como bien apunta Geraci, “los seres humanos somos profundamente religiosos, incluso si usamos otro lenguaje”. Esta reverencia hacia la IA quizás surge porque responde al mismo anhelo: dar sentido al caos, extender nuestra mortalidad, hallar respuestas absolutas.

Además, no se puede ignorar el factor económico. “Antes, estas fantasías no generaban dinero. Ahora son extremadamente rentables”, dice Geraci. ¿Será que han encontrado el negocio de la fe?

Los herejes del código: escepticismo y resistencia

Por supuesto, toda religión tiene su contraparte: los escépticos. Dylan Baker, investigador en el Distributed AI Research Institute, compara algunas afirmaciones con “pensamiento mágico” propio de una historia de ciencia ficción mal entendida.

Incluso Mark Zuckerberg, CEO de Meta, ha expresado reservas: “Cuando la gente en tecnología habla sobre construir la única IA verdadera, es como si pensaran que están creando a Dios o algo así”.

Tegmark, cuya organización reunió más de 33,000 firmas —incluyendo Elon Musk y Steve Wozniak— en una carta abogando por frenar el desarrollo de IA avanzada, argumenta que el verdadero peligro no es la IA en sí, sino la carrera pseudorreligiosa por crearla sin frenos.

“Las historias antiguas ya nos advertían qué pasa cuando los humanos juegan a ser dioses”, dice Tegmark. “Y creo que hay una gran dosis de hubris en San Francisco ahora mismo”.

¿Camino a la salvación o a la perdición?

La historia de las religiones está plagada de promesas de una nueva era: el fin del sufrimiento, la vida eterna, el conocimiento total. Lo curioso es que hoy esas promesas llegan en forma de algoritmos, redes neuronales y modelos predictivos.

La inteligencia artificial no solo está reconfigurando empleos, ética y geopolítica. Está reconceptualizando lo que significa ser humano. Y para muchos, como Kurzweil o Altman, eso es razón suficiente para convertirla en el nuevo objeto de devoción. O temor.

En definitiva, la IA está creando un nuevo lenguaje sagrado, un nuevo panteón y, quizás, una fe que define el rumbo del siglo XXI. La pregunta ya no es solo qué puede hacer la IA, sino en quién —o en qué— queremos creer cuando el futuro se vuelve incierto.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press