La resurrección de Hayley Williams: ‘Ego Death at a Bachelorette Party’ y la catarsis sónica definitiva
Con su tercer álbum como solista, la vocalista de Paramore define un nuevo horizonte entre lo íntimo, lo desafiante y lo emocionalmente crudo.
Una metamorfosis anunciada: de Paramore a la búsqueda de sí misma
Desde que entró al radar musical global con apenas 16 años como líder de Paramore, Hayley Williams ha sido un referente indiscutible del rock alternativo. Su presencia escénica, vocal inconfundible y evolución artística han hecho de su carrera una lucha constante entre la lealtad al género y su necesidad de reinvención.
Cuando en plena pandemia nos regaló dos entregas introspectivas —Petals For Armor (2020) y Flowers for Vases (2021)— ya se vislumbraba que algo se estaba gestando. Pero “Ego Death at a Bachelorette Party” es mucho más que una extensión de esa línea. Es un salto al vacío, un estallido emocional y musical, una muerte del ego musical tal como sugiere su título.
De Atlantic a Post Atlantic: independencia sonora
Uno de los grandes cambios en este álbum es que Hayley Williams se libera totalmente de Atlantic Records, la disquera que la acompañó por casi dos décadas. Su nuevo sello, certeramente llamado Post Atlantic Records, es un símbolo de que su arte ahora responde solo a ella misma.
En un movimiento poco ortodoxo que desconcertó (y fascinó) a los fans, “Ego Death...” fue lanzado inicialmente como un paquete de 17 canciones sin un orden establecido. La comunidad creó sus propias versiones del álbum, armando playlists según la interpretación personal de cada escucha. Tiempo después, Williams reveló el orden “oficial”, una decisión influida por las interacciones de sus seguidores.
“Parachute”: el dolor como clímax emocional
La única canción que no había sido publicada durante esa fase inicial fue “Parachute”, tema que muchos apuntan como una referencia directa a su primer matrimonio con Chad Gilbert (guitarrista de New Found Glory), finalizado en 2017.
La canción destila vulnerabilidad y resentimiento procesado: “I let you pull the string, and all I got was parachute / falling slow from something you said would lift me”. Es un recordatorio de que la artista es también humana, herida y resiliente.
“Ice in My OJ”: declaración de guerra pop-triphop
El arranque del disco no deja margen para la duda. En “Ice in My OJ”, una especie de himno personal a ritmo de trip-hop, Hayley clama: “Got ice in my OJ, I’m a cold heart [expletive]/A lot of dumb [expletive] that I made rich”.
Es una línea potente, un ajuste de cuentas con el pasado, incluso con su banda. Imposible no leer ahí una referencia velada (o directa) al drama interno que vivió Paramore en 2010, cuando los hermanos Farro abandonaron el grupo haciendo públicas sus diferencias.
La canción culmina con un grito repetitivo, casi catártico: “I’m in a band! I’m in a band!”
Fusión nostálgica: entre el college rock y el grunge emocional
La artista ha dicho que esa amplitud vocal que tanto la caracteriza no es solo técnica, sino emocional. Y eso se traduce perfectamente en cortes como:
- “Brotherly Hate”: una alusión clara al estilo de Fiona Apple, con piano sombrío e ironía punzante.
- “Mirtazapine”: nombrada como el antidepresivo, se convierte en una oda al caos mental, entre guitarras grunge y una coda de gritos distorsionados a lo Sonic Youth.
- “Negative Self Talk”: atmosférica, íntima, una de las más sinceras del LP, donde explora sus pensamientos más oscuros.
- “Kill Me”: poderosa, dolorosa, confrontadora: “Carrying my mother’s mother’s torment, I think I’m where the bloodline ends.”
Cuando lo pop se vuelve disruptivo
No todo aquí es oscuridad; entre las grietas también hay brillo. Por ejemplo, “Love Me Different” podría haber estado en el repertorio de After Laughter, con aires new wave y melodías engañosamente felices.
Pero la joya más inesperada es “Discovery Channel”, donde Williams interpela el hit de The Bloodhound Gang “The Bad Touch” (1999) desde la sensualidad subvertida. Una jugada audaz y fresca.
Una línea vocal única en su generación
La elasticidad vocal de Hayley ha sido su marca desde el inicio. Cuando era prácticamente la única mujer liderando una banda emo punk con peso mainstream, su voz sobresalía —no por volumen, sino por rango emocional.
En una industria colonizada por voces masculinas nasales y monocordes, su habilidad para subir a lo celestial o aterrizar en la tristeza cotidiana fue (y es) revolucionaria.
Este disco es una exhibición sin filtros de eso: Hayley como crooner, como confesora, como explosiva icónica, como musa rota y como punk iluminada por el autoconocimiento.
¿Por qué importa este álbum tanto?
Porque es la culminación de dos décadas de crecimiento artístico y personal. Pocas artistas transitan la evolución sin miedo, sin comprometerse a moldes, y menos aún lo hacen desde un espectro de vulnerabilidad tan honesto.
Con este lanzamiento, Hayley vuelve a redefinir qué puede ser una estrella del rock. Ya no necesita gritar para ser escuchada. Puede susurrar y devastar igual. Puede citar a Radiohead y a The Bloodhound Gang en la misma obra. Puede burlarse del ego, incluso si ese ego alguna vez fue su escudo.
“Ego Death at a Bachelorette Party” no es un álbum para todos, pero sí es para cualquiera que haya sobrevivido a versiones rotas de sí mismo. Es un disco de duelo, liberación y, en última instancia, empoderamiento emocional radical.
¿Y qué viene después de la muerte del ego? Todo. Todo lo que no sentimos con miedo.