Rodion Shchedrin: el compositor rebelde que moldeó la música y el ballet soviético
A través del amor, la censura y la innovación, el legado del autor de 'Anna Karenina' y 'Carmen Suite' resuena en el mundo de la música clásica
Rodion Shchedrin no fue simplemente un compositor soviético. Fue la voz musical de una era de tensiones culturales, políticas y artísticas. Su muerte reciente a los 92 años marca el fin de uno de los capítulos más elegantes y desafiantes de la historia de la música rusa. Deja tras de sí un legado inmenso, forjado no solo en las salas de concierto, sino en las sombras del enfrentamiento entre arte y poder durante el régimen soviético.
Un nacimiento entre acordes
Rodion Konstantinovich Shchedrin nació en Moscú en 1932, en una familia de músicos. Su padre era profesor en una escuela de música y compositor aficionado. Rodeado de piano, teoría musical y partituras desde una temprana edad, parecía casi inevitable que Rodion se convirtiera en músico. Estudió en el Conservatorio Chaikovski de Moscú, donde comenzó a mostrar un talento poco común para mezclar el folclore ruso con las técnicas compositivas contemporáneas.
En una entrevista con el canal estatal ruso en 2012, Shchedrin dijo que su mayor deseo era “estar con mi esposa para siempre”. Él se refería a Maya Plisetskaya, la icónica bailarina del Bolshói, con quien se casó en 1958. Su matrimonio fue también una colaboración creativa de dimensiones históricas.
Shchedrin y Plisetskaya: pareja imbatible de la cultura rusa
Juntos, Shchedrin y Plisetskaya dominaron la escena artística soviética por casi seis décadas. Cuando Maya recibió la prohibición de salir del país, Shchedrin escribió obras que le permitieran brillar dentro de las fronteras soviéticas. Una de esas piezas fue “Carmen Suite” (1967), adaptación libre de la ópera de Georges Bizet. Aunque pensada como un escaparate para Maya, tuvo una recepción conflictiva por parte de las autoridades.
Fue la ministra de Cultura Ekaterina Furtseva quien arremetió contra la pieza, diciendo que “la música de la ópera ha sido mutilada”. Esta crítica no solo reflejaba el descontento de la élite soviética, sino también los límites creativos que el régimen imponía. Aun así, la obra logró sobrevivir al escrutinio y hoy es considerada una joya coreográfica y musical del siglo XX.
“Anna Karenina”: el ballet como arma poética
En 1972, Shchedrin estrenó “Anna Karenina”, un ballet basado en la novela de León Tolstói. Compuesto especialmente para la Bolshoi y para Maya, el ballet no solo demostraba la capacidad del compositor de trasladar la narrativa a lo coreográfico, sino también su madurez musical.
Este ballet llegó en un momento particularmente oscuro para la Unión Soviética: el avance de la Guerra Fría, los ecos del caso Solzhenitsyn y un entorno donde el arte era constantemente monitoreado. “Anna Karenina” se convirtió, sin pretenderlo, en un símbolo de la tragedia femenina bajo una sociedad rígida. La interpretación de Plisetskaya fue universalmente aclamada y, hasta hoy, muchas compañías de ballet consideran esta obra como parte esencial de su repertorio.
Presidente de los compositores rusos
En 1973, Shchedrin fue elegido presidente de la Unión de Compositores de Rusia, sucediendo nada menos que al gran Dmitri Shostakóvich. Esta posición no solo era un honor, sino también una responsabilidad política: el estado soviético usaba entidades artísticas como herramientas de propaganda en el extranjero. La presión aumentaba, pero Shchedrin logró mantener su estilo y voz artística sin sucumbir completamente a las exigencias del sistema.
En palabras de Boris Yarustovsky, crítico musical soviético: “Shchedrin fue uno de los pocos compositores capaces de mantenerse relevante en un sistema diseñado para frenar la innovación artística”.
Controversias y censuras
No todas sus obras fueron bien recibidas. “The Seagull” y “The Lady with the Dog”, inspiradas en textos de Antón Chéjov, se enfrentaron con la censura y la crítica conservadora por su tratamiento emocional complejo y uso de disonancias. Sin embargo, sus composiciones encontraron audiencia a nivel internacional, y con el tiempo, estas obras también han sido recuperadas por instituciones musicales que buscan dar voz al arte soviético censurado.
Del Kremlin a occidente: los años finales
Con el debilitamiento del comunismo a finales de los años 80, Shchedrin comenzó a dividir su tiempo entre Moscú, Múnich y Suiza. Pese a su edad avanzada, siguió componiendo. En 2005, dirigió personalmente la nueva producción de “Anna Karenina” en Berlín. Su relación con Alemania fue especialmente significativa durante estos años, tanto como lugar de residencia como espacio de respeto artístico.
Tras la muerte de Plisetskaya en 2015, Shchedrin declaró que el mundo había perdido más que una bailarina: había perdido a su musa, su anclaje emocional y su compañera artística. Él mismo escribió muchas piezas en su honor después de su partida.
Un legado inmortal
Más allá de la Unión Soviética, del Bolshoi o de la censura, Rodion Shchedrin deja un legado que trasciende fronteras. Su música, rica en tradición rusa, pero también experimental, sigue resonando en las salas más prestigiosas del mundo. Desde Nueva York hasta Tokio, sus ballets y conciertos son interpretados por nuevas generaciones de músicos que ven en él un modelo de cómo crear belleza incluso bajo sistemas restrictivos.
La Fundación Plisetskaya-Shchedrin, establecida para preservar y promover su obra, ha desarrollado archivos digitales, grabaciones y becas para jóvenes compositores y coreógrafos interesados en continuar su visión estética.
El Bolshoi, escenario principal de sus éxitos, realizó una declaración: “Esta es una tragedia inmensa. Shchedrin fue, sin duda, una de las voces más claras, valientes y artísticas de Rusia y del mundo.”
Un pionero eterno
Rodion Shchedrin fue más que un compositor de ballets o música de cámara. Fue un artista que desafió los límites, sobrevivió a una era represiva y ofreció al mundo sonidos que aún laten con fuerza y modernidad. Ante la represión, respondió con arte; frente a la censura, con belleza; y como esposo, con amor incondicional hasta el final.
Hoy su música no es sólo herencia soviética. Es humanidad convertida en melodía.