Cortesía en la red: ¿Está el apretón de manos en peligro en el tenis moderno?
Controversias, gestos y tensiones tras los partidos sacan a la luz la fragilidad de una de las tradiciones más simbólicas del deporte blanco
El tenis es, históricamente, un deporte cargado de formalidades, donde los detalles fuera de la estadística ganadora también construyen su narrativa. Entre ellas, un gesto sencillo pero cargado de simbolismo: el apretón de manos al final del partido. Lo que parece una norma tácita de cortesía, se ha convertido recientemente en terreno fértil de roces, peleas verbales y críticas en redes sociales.
En medio del calor del US Open, las tensiones no se limitan únicamente al marcador. Dos recientes episodios —protagonizados por reconocidos tenistas como Jelena Ostapenko, Taylor Townsend y Stefanos Tsitsipas— dejaron en evidencia cómo este ritual basculante entre el respeto y la hipocresía puede transformarse en un espejo poco favorecedor del profesionalismo deportivo.
Un gesto de tradición impuesta
Tal vez te sorprenda saber que no hay una sola mención expresa al apretón de manos en las 61 páginas del reglamento de Grand Slams. Sin embargo, es una práctica arraigada desde los primeros pasos que da un niño en una academia de tenis.
“Lo haces en juniors, lo haces toda tu vida. Es parte del tejido de nuestro deporte,” explica Brad Gilbert, exjugador y actual comentarista en ESPN.
Es una manifestación ritual. La victoria debe honrarse con clase y la derrota, asumirse con dignidad. Pero ¿qué pasa cuando las emociones se desbordan o las diferencias culturales y raciales entran en juego?
Ostapenko vs. Townsend: cortesías rotas por una cinta
La letona Jelena Ostapenko, campeona de Roland Garros en 2017, se encontró con la estadounidense Taylor Townsend al otro lado de la red. Ostapenko, molesta por no recibir una disculpa tras un punto ganado por Townsend luego de que la pelota tocara la red, lanzó un comentario despectivo, tildando a su oponente de "mal educada".
No es regla pedir disculpas por un punto fortuito, aunque representa una muestra de etiqueta. La situación escaló rápidamente y mostró lo delicado del equilibrio emocional tras los partidos.
Para Gilbert, la actitud de Ostapenko fue simplemente “ridícula”. El gesto clásico se transformó en una escena incómoda para quienes aún ven en el tenis un ejemplo de compostura olímpica.
Un servicio por debajo del brazo que hirió el ego de Tsitsipas
Sólo unos días después, otro incidente volvió a poner el foco en la ritualización post-partido. El alemán Daniel Altmaier eliminó al dos veces finalista de Grand Slam, el griego Stefanos Tsitsipas. El punto de fricción: un underarm serve (servicio por debajo del brazo), completamente legal pero juzgado por algunos como "falta de respeto".
El saludo en la red se tornó frío. Tsitsipas expresó su desacuerdo, Altmaier giró la espalda. Un momento de tensión, sin golpes pero cargado de un desencuentro de códigos deportivos.
“En el calor del momento puedes decir cosas que luego lamentas,” reconoció Altmaier.
Más allá del código del reglamento, el tenis se rige por reglas no escritas transmitidas por la tradición. Pero estas normas sociales no son universales ni inmunes a las diferencias culturales.
Qué dice la historia del tenis
La propia leyenda Chris Evert, con 18 títulos de Grand Slam, asegura: “Nunca tuve un mal momento en la red con nadie”. Sin embargo, el clima contemporáneo demuestra que la armonía después del partido ha dejado de ser regla.
Entre los incidentes recientes que han alimentado debates en redes sociales están:
- Danielle Collins reprochando a Iga Swiatek por ser "insincera" en los Juegos Olímpicos de París.
- Ben Shelton discutiendo con Flavio Cobolli en Canadá tras una polémica en pista.
- Taylor Fritz deseando con sarcasmo “buen vuelo a casa” a su oponente tras una victoria en Wimbledon 2024.
Esto deja claro que el respeto en la red es más un ideal que una realidad constante.
Redes sociales: combustible de conflictos
Internet ha hecho públicos momentos que antes quedaban en el vestuario. Las redes sociales convierten en memes cada apretón tibio de manos, cada mirada esquiva o cada "mal gesto" post partido.
Linda Noskova, siembra autoconciencia: “Algunas personas no tienen mucho que hacer en el día y se enfocan demasiado en esto”.
Sin embargo, el escrutinio es real. Ya no importa solo cómo se compite, sino cómo se pierde o gana. El tenis emocionalmente correcto vive bajo el foco constante, lo que genera presión adicional sobre los jugadores jóvenes y consagrados por igual.
Variedad cultural y tensiones inevitables
La griega Maria Sakkari lo resume sin rodeos: “Provenimos de distintos países, diferentes culturas. Es normal que haya fricciones”.
Además, añade un punto interesante: puede que dos personas simplemente no se agraden. Esto es humanidad pura, aunque se enfrente a la expectativa de caballerosidad inquebrantable impuesta al tenis.
Desde hace décadas, el deporte blanco ha manejado tensiones de fondo. El exjugador Brad Gilbert recuerda su enfrentamiento con David Wheaton en 1990 en el Grand Slam Cup. Estuvieron al borde de una pelea y aún así, al finalizar, estrecharon las manos.
¿Apretón obligado o cortesía voluntaria?
Iga Swiatek, actual número uno del mundo, y seis veces campeona de torneos mayores, ofrece una versión matizada: “Si no me agrada mucho alguien, probablemente no querría darle la mano… pero es bueno felicitar a alguien si tú perdiste.”
Para Andrea Petkovic, semifinalista de Roland Garros en 2014 y ya retirada, los saludos tras los partidos eran un momento revelador: “Me encantaba ver la personalidad real del jugador en ese breve instante.”
En ese sentido, incluso los roces pueden tener un valor: reflejan la autenticidad humana detrás de la raqueta. No es solo un apretón de manos: es una expresión subconsciente de emociones, orgullo y respeto —o la falta de él.
¿Hacia una nueva etiqueta en el tenis?
Lejos de eliminar esta tradición, el circuito profesional está en busca de una nueva manera de humanizar el post-partido sin sacrificar el respeto. Pero eso implica algo más que normas externas. Implica educación emocional en academias, entornos más inclusivos, bienestar integral del atleta y una perspectiva cultural global.
Quizá el verdadero desafío no está en imponer un gesto sino en fomentar un espíritu: que las emociones no borren la empatía, ni el orgullo excluya la cortesía. El apretón de manos no debe ser una rutina vacía, ni un símbolo coercitivo. Puede, todavía, ser una oportunidad de grandeza incluso en la derrota.