La Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái: ¿Un Desafío al Orden Mundial Occidental?

Entre alianzas inciertas y tensiones geopolíticas, China y Rusia promueven un nuevo paradigma de poder regional en el corazón de Asia

¿Qué es la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS)?

Fundada en 2001, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) surgió como una alianza entre China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Su objetivo inicial era combatir el terrorismo, promover la estabilidad en Asia Central y cooperar en materia de seguridad. No obstante, con el paso del tiempo, la OCS ha evolucionado para convertirse en una plataforma de diálogo político, cooperación económica y coordinación militar bajo la tutela de China y Rusia.

A lo largo de los años, la OCS ha experimentado una importante expansión al incorporar nuevos miembros: India y Pakistán en 2017, Irán en 2023 y Bielorrusia en 2024. Hoy, con diez miembros plenos, la organización representa un bloque geopolítico que, aunque complejo y heterogéneo, aspira a ofrecer una alternativa al orden internacional liderado por Occidente.

El simbolismo de la Cumbre 2025 en Tianjin

La más reciente cumbre de la OCS se celebró en Tianjin, China, con la presencia de líderes como Vladimir Putin, Narendra Modi y Xi Jinping. Este encuentro fue calificado por la agencia Xinhua como "la cumbre más grande en la historia de la organización", gracias a la asistencia de líderes de países observadores y socios de diálogo como Egipto, Nepal y algunas naciones del sudeste asiático.

El momento elegido no es casual: la cumbre se realizó días antes de un desfile militar en Pekín para conmemorar el 80° aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, una fecha de gran carga simbólica utilizada por el Partido Comunista Chino para reforzar su legitimidad y proyectar poder.

Una geopolítica de contrastes: miembros con agendas divergentes

La OCS alberga una llamativa variedad de actores políticos con intereses a menudo opuestos. Por ejemplo:

  • India y Pakistán son rivales históricos y mantienen disputas fronterizas graves, especialmente en Cachemira.
  • China e India han experimentado tensiones militares a lo largo de su frontera en el Himalaya.
  • Irán y Bielorrusia están bajo sanciones occidentales por violaciones a los derechos humanos y actividades nucleares.

A pesar de estas diferencias, la OCS sigue promoviendo una política de "coexistencia pacífica y cooperación mutuamente beneficiosa". Pero cabe preguntarse: ¿hasta qué punto es esto posible sin un consenso claro?

¿Cooperación real o montaje diplomático?

La OCS aún carece de mecanismos institucionales fuertes o proyectos concretos de cooperación que logren un impacto tangible. Según June Teufel Dreyer, experta en política china de la Universidad de Miami, la organización tiene aspiraciones de convertirse en un mecanismo funcional de integración regional, pero persisten dudas sobre su eficacia: “¿con qué objetivo y cómo?”

Por ejemplo, India se negó a firmar la declaración conjunta de Tianjin, debido a lo que consideró un sesgo pro-Pakistán tras la omisión de una condena al atentado del 22 de abril en Cachemira. Esta decisión refleja las limitaciones estructurales de la OCS: la falta de cohesión ideológica entre sus miembros.

India, el actor impredecible

La inclusión de India en la OCS puede parecer contradictoria. Mientras China y Rusia promueven explícitamente un orden multipolar, India ha mantenido una política de no alineación estratégica.

Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania, India ha incrementado sus compras de petróleo ruso, desafiando las advertencias de Occidente. Sin embargo, se ha abstenido de respaldar explícitamente a Moscú o a Pekín en sus conflictos con Ucrania y Taiwán, respectivamente.

Además, India sigue presionando por un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, algo que China y Rusia han evitado facilitar, probablemente para impedir que Nueva Delhi se convierta en un actor más independiente de sus intereses.

China busca liderar un nuevo orden

El presidente Xi Jinping ha utilizado foros como la OCS para presentar su visión de un mundo multipolar, donde ninguna potencia —particularmente Estados Unidos— domine la escena internacional.

El concepto de "Espíritu de Shanghái", enunciado por la agencia Xinhua, resume los principios rectores de la organización: confianza mutua, diálogo igualitario y respeto por la diversidad cultural. No obstante, observadores critican que estos valores a menudo se ven eclipsados por los intereses estratégicos de China.

A través de rutas comerciales, cooperación en inteligencia y ejercicios militares conjuntos, China intenta consolidar su liderazgo regional y desafiar a agrupaciones occidentales como la OTAN o el G7.

El telón de fondo económico y las tensiones comerciales

La cumbre ocurrió en un momento delicado para China, cuya actividad manufacturera cayó por quinto mes consecutivo según su Índice de Gerentes de Compra (PMI), que apenas subió de 49.3 en julio a 49.4 en agosto de 2025. Estos números indican una contracción económica persistente.

Además, las guerras comerciales con EE.UU., la ralentización del mercado inmobiliario, el aumento del desempleo y las lluvias torrenciales que han afectado parte del país agravan el contexto.

Aun así, China mantiene su enfoque optimista. El representante comercial Li Chenggang visitó Estados Unidos días antes de la cumbre para reforzar la relación bilateral y minimizar el impacto de nuevos aranceles.

Un bloque frente a un liderazgo occidental incierto

La OCS ha encontrado terreno fértil en el descontento global hacia las políticas estadounidenses. La retirada caótica de Afganistán, la ambigüedad sobre Ucrania y la postura imprevisible hacia Asia han mermado la credibilidad internacional de Washington.

Por ende, naciones como Irán, Kazajistán o incluso Egipto se sienten atraídas hacia un modelo que promociona la soberanía nacional frente a la injerencia extranjera, aunque dicho modelo aún carece de resultados concretos.

Una cumbre de alto perfil pero bajo impacto práctico

La cumbre de Tianjin funcionó más como un teatro de poder simbólico que como una mesa de negociaciones efectivas. China obtiene visibilidad diplomática, Rusia busca relevancia mientras batalla sanciones, e India aparenta moverse con libertad entre bloques.

La pregunta no es si la OCS reemplazará al orden mundial liderado por Occidente, sino si logrará pasar del simbolismo a la acción eficaz. La heterogeneidad política, económica y cultural de sus miembros plantea un reto significativo para alcanzar consensos duraderos.

En tiempos donde el mundo vuelve a alinearse en bloques rivales —aunque menos ideológicos que durante la Guerra Fría— la OCS representa una aspiración geoestratégica de Asia por definir sus propios términos de cooperación. Queda por ver si esta ambición desembocará en resultados tangibles o en otra colección de cumbres sin mayor efecto concreto.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press