Xi Jinping y la Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái: ¿El nacimiento de un nuevo orden mundial?

Con un ambicioso plan financiero y un discurso contra el orden liderado por EE.UU., China busca transformar la OCS de foro de seguridad a una plataforma de poder global

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¿Qué es la Organización de Cooperación de Shanghái?

La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) es una alianza intergubernamental fundada en 2001, formada originalmente por China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Desde entonces, ha crecido con la inclusión de India, Pakistán, Irán y, más recientemente, Bielorrusia. Países como Afganistán y Mongolia actúan como observadores, mientras que 14 más participan como “socios de diálogo”.

En sus inicios, la OCS fue concebida como una organización centrada en la seguridad fronteriza y antiterrorista, pero gradualmente sus objetivos se han expandido. Hoy, bajo el liderazgo de China y con el respaldo de Rusia, la OCS aspira a ser un actor geopolítico de peso capaz de rivalizar con instituciones occidentales, como la OTAN o incluso el G7.

La cumbre de Tianjin: un giro estratégico

En la reciente cumbre anual de la OCS en Tianjin, el presidente de China, Xi Jinping, anunció un giro trascendental: el establecimiento de un banco de desarrollo de la OCS, junto con préstamos por un valor de 1.400 millones de dólares a repartir entre los países miembros en los próximos tres años. Este banco no sólo fortalecería la infraestructura financiera de la organización, sino que también ampliaría su alcance más allá de la seguridad, hacia la cooperación económica regional.

“En un mundo cada vez más complejo y turbulento, nuestros países enfrentan mayores responsabilidades en materia de seguridad y desarrollo”, dijo Xi Jinping durante su discurso inaugural.

El mensaje es claro: China está impulsando una alternativa al orden internacional actualmente dominado por Estados Unidos y las instituciones financieras globales como el FMI y el Banco Mundial.

El discurso antihegemónico de Xi Jinping

En sus declaraciones, Xi insistió en rechazar el "pensamiento de la Guerra Fría", la confrontación entre bloques y el acoso diplomático. China promueve un sistema multipolar, inclusivo y más justo. Detalló que es necesario "promover una globalización económica inclusiva y construir un sistema de gobernanza global más equitativo".

Este discurso ha sido parte del ADN diplomático chino en los últimos años, pero el momento geopolítico actual lo reviste de un nuevo significado estratégico.

Putin se suma al relato

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien llegó a China para la cumbre, también reiteró su postura contra las sanciones occidentales y el uso "neocolonial" de la economía global. En una entrevista con la agencia oficial china Xinhua, Putin dijo:

“Rusia, junto a sus socios chinos, apoya la reforma del FMI y del Banco Mundial. Es esencial acabar con el uso de las finanzas como herramienta de neocolonialismo.”

Putin también se refirió a las recientes conversaciones ruso-estadounidenses en Alaska sobre la guerra en Ucrania, indicando que se habían logrado "acuerdos útiles" que podrían apuntar hacia la paz, aunque sin detalles concretos.

El factor India: entre la cooperación y la prudencia

India, uno de los gigantes asiáticos dentro de la OCS, representa una incógnita estratégica. Aunque el primer ministro Narendra Modi se reunió con Xi para abordar el conflicto fronterizo que enfría las relaciones desde 2020, persiste cierto recelo entre ambas potencias. Sin embargo, Modi aceptó dialogar sobre los tres puntos de fricción en Ladakh y Arunachal Pradesh, así como en la frontera con Bután.

India, que también forma parte del Quad (con EE.UU., Japón y Australia), juega en ambos tableros, lo que complica la cohesión diplomática de la OCS.

Un banco para un nuevo orden

La propuesta de Xi Jinping de crear un banco de desarrollo recuerda lógicamente a instituciones similares como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés), promovido por China en 2016. Sin embargo, mientras el AIIB apunta más al desarrollo comercial, el banco de la OCS busca consolidar a los países miembros bajo una lógica de cooperación estratégica y soberanía compartida.

Esto se alinea con lo que académicos han denominado un “nuevo orden mundial” en construcción, uno donde los países del Sur Global no dependan exclusivamente de Occidente tanto política como financieramente.

¿Sustituto de Occidente?

Alfred Wu, profesor de políticas públicas en la Universidad Nacional de Singapur, comentó al respecto:

“Xi está intentando ofrecer un orden global alternativo, porque el liderazgo estadounidense está en declive. Ese es el mensaje clave.”

Sin embargo, hay quienes se muestran escépticos. Según Derek Grossman, experto en relaciones internacionales de la Universidad del Sur de California:

“La OCS ha servido más como plataforma de seguridad enfocada en proteger regímenes autoritarios, más que en combatir el terrorismo real. A largo plazo, otras organizaciones como BRICS podrían ser más eficaces en desafiar económicamente a Occidente.”

La seguridad sigue siendo el fundamento

Pese a la expansión económica, la seguridad sigue siendo central en la identidad de la OCS. China continúa enfocada en su lucha contra las "tres fuerzas del mal": terrorismo, separatismo y extremismo. Este argumento fue utilizado para justificar la represión sistemática contra minorías como uigures y kazajos, con más de un millón de personas detenidas entre 2017 y 2019, según informes de Human Rights Watch y otras organizaciones.

China ha promovido que la OCS sea una plataforma de cooperación antiterrorista, pero muchos ven en sus acciones una estrategia para fortalecer las capacidades internas de control político.

Más allá de las declaraciones

Pese al entusiasmo de Xi Jinping y Putin, el alcance real de la OCS aún tiene límites. Para empezar, sigue habiendo divisiones internas: disputas fronterizas entre miembros como India y China; diferencias religiosas e ideológicas entre Irán y otros miembros; así como desequilibrios económicos entre China y los Estados más pequeños.

No obstante, el simbolismo es potente. En tiempos en que EE.UU. se repliega o enfrenta divisiones internas, Beijing avanza con constancia. Aunque la OCS no alcance el impacto de la OTAN o el FMI, sí representa un bloque emergente con mayores aspiraciones globales.

El pulso multipolar del siglo XXI

El contexto global se inclina hacia una multipolaridad inevitable. China y Rusia lo presentan no como confrontación, sino como corrección del modelo hegemónico surgido tras la Guerra Fría. En esa narrativa, la OCS encarna la esencia de la no injerencia, la cooperación Sur-Sur y el respeto entre civilizaciones.

Este enfoque puede resonar en muchas naciones del sudeste asiático, África y América Latina, cansadas de las condicionalidades del FMI y del “intervencionismo” occidental.

Queda por ver si esa narrativa será suficiente para atraer a nuevos socios, reforzar institucionalmente la OCS y lidiar con las contradicciones internas.

¿Estamos presenciando una transición global?

La cumbre de Tianjin y el discurso de Xi aportan elementos concretos a la hipótesis de un nuevo orden mundial en formación. El lento declive del multilateralismo occidental, sumado al ascenso de economías emergentes, podría forjar un sistema más descentralizado, quizá más caótico, pero también más plural.

Y en el corazón de ese nuevo escenario, la OCS quiere jugar un papel protagónico. La partida apenas comienza.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press