Desfiles, propaganda y legitimidad: cómo China reescribe su pasado para mostrar su poder presente

El 80º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial se convierte en una herramienta clave para proyectar fuerza, nacionalismo y liderazgo global bajo el mando de Xi Jinping

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Un desfile militar como espectáculo de poder

Con tanques relucientes, cazas ultramodernos volando en formación y misiles exhibidos con precisión milimétrica, China conmemoró con un gran desfile el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. La ceremonia, celebrada en Pekín, no fue simplemente un recordatorio del pasado, sino una clara declaración del presente: China no solo recuerda, sino que también reivindica su papel como potencia mundial y «heredera legítima» del orden global de posguerra.

Este despliegue de fuerza ocurre mientras el presidente Xi Jinping consolida una narrativa que combina orgullo nacional, memoria selectiva e intenciones geopolíticas. Los grandes invitados políticos, como Vladimir Putin y Kim Jong Un, refuerzan este mensaje hacia una audiencia internacional que observa un cambio en las alianzas del siglo XXI.

Un veterano entre cazas: el contraste de épocas

Yang Huafeng, un veterano de 92 años del ejército chino, fue uno de los protagonistas simbólicos durante la conmemoración. Vestido con un uniforme lleno de medallas, recordó cómo eran los modestos inicios militares del país en 1949: caballos y apenas algunos aviones. Su emoción al ver la transformación actual fue evidente: “Ahora ves nuestros aviones... nadie se atreve con ellos”, declaró a los medios ante el Museo de la Historia del 18 de Septiembre en Shenyang.

La Segunda Guerra Mundial, reescrita desde Pekín

Durante décadas, el Partido Comunista Chino (PCCh) no puso especial énfasis en la Segunda Guerra Mundial, ya que durante esa contienda el principal protagonismo militar lo tuvo el Gobierno Nacionalista al que luego derrotaron en la guerra civil. Sin embargo, desde las reformas de 1978 y especialmente con Xi Jinping, esa postura cambió radicalmente.

Desde 2014, China celebra el 3 de septiembre como Día de la Victoria, justo un día después de la rendición oficial de Japón en 1945. En 2015, la conmemoración incluyó por primera vez un desfile militar que marcó un antes y un después. Tal como explica Emily Matson, historiadora especializada en China moderna: “Es una narrativa de legitimación del Partido como líder de la nación. El PCCh reivindica que, sin sus esfuerzos, la China moderna no existiría”.

La guerra como piedra fundacional del nacionalismo moderno

En la narrativa oficial, la victoria sobre el Japón imperial representa la salida de una etapa de humillaciones a manos de potencias extranjeras, y el nacimiento de un nuevo espíritu nacional. Según Wang Junwei, presidente del Consejo Académico del Instituto de Historia y Literatura del Partido: “La victoria en la guerra antijaponesa transformó a la nación china desde una crisis profunda hacia su gran rejuvenecimiento”.

Esta lectura del pasado no es meramente simbólica. Forma parte activa de la estrategia del PCCh para consolidar su control político interno y posicionarse como una alternativa al liderazgo occidental en el escenario internacional.

El papel de los museos e instituciones culturales

La reapertura del Museo de la Guerra del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa en Beijing y la renovación del museo en Shenyang son pasos clave en esta estrategia de “memoria funcional”. En sus salas se exponen artefactos militares, uniformes, viejas fotografías en blanco y negro y relatos de heroísmo popular. Todo está diseñado para reforzar dos mensajes: el sufrimiento del pueblo chino y la redención a través del sacrificio colectivo.

Una maestra de secundaria, Yan Hongjia, al visitar la exposición preguntó en voz alta: “¿Y si los niños de Gaza fueran nuestros hijos? ¿Aceptaríamos repetir esta historia, esta humillación, este dolor?” Fue un paralelismo conmovedor que trascendió fronteras.

Aliados ayer, rivales hoy: el giro estratégico

Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y China fueron aliados contra Japón. Hoy, ese escenario parece un recuerdo distante. El ascenso de China ha generado tensiones con Washington, así como con otros actores clave del Indo-Pacífico como Japón, Australia e India. Por eso, eventos como este desfile también actúan como una advertencia: Pekín es consciente de su poder y no teme proyectarlo.

En palabras del historiador de Harvard, Rana Mitter: “La Segunda Guerra Mundial está siendo reinterpretada como punto de partida para argumentar que China es la verdadera heredera del orden global de 1945”.

Los nuevos mensajes del desfile 2025

Entre los cambios visuales y simbólicos del desfile de este año destacan dos elementos:

  • El reconocimiento explícito al apoyo soviético, remarcando la importancia de los pilotos rusos que ayudaron a China en los primeros años del conflicto. Esto refuerza los lazos actuales con Moscú.
  • La reivindicación del papel de China como miembro fundador de la ONU, en un intento por reformular la percepción del orden internacional como uno que no es exclusivamente occidental.

Vietnam y el paralelismo asiático

En una coincidencia histórica, Vietnam también celebró este mes el 80º aniversario de su independencia con el desfile militar más grande de las últimas décadas en Hanoi. Columnas de tropas, banderas rojas, tanques y cazas sobrevolaron Ba Dinh Square mientras miles de personas —la mayoría jóvenes— llenaban las calles.

Si bien Vietnam y China han tenido relaciones complejas y conflictos, como la breve guerra fronteriza en 1979, ambos comparten una narrativa donde el comunismo, la resistencia nacional y la humillación colonial conforman los cimientos del poder actual. Al igual que China, Vietnam ha transformado su imagen: de país devastado por la guerra a potencia manufacturera y motor económico del sudeste asiático.

Memoria, orgullo e influencia: ¿qué hay detrás de todo esto?

No es casualidad que China promueva desfiles y museos al mismo tiempo que fortalece su presencia militar en el Mar del Sur de China, o cuando se enfrenta diplomáticamente con Estados Unidos. La historia se convierte en herramienta política, y la Segunda Guerra Mundial es la piedra angular de un relato que Xi Jinping y el PCCh han convertido en política de Estado.

El desfile no solo honra a los héroes caídos, también envía un mensaje al mundo: China está aquí para quedarse, y ahora quiere que se le mire como constructora de paz, orden y —no menos importante— poder. Y lo hace al ritmo de tambores marciales, canciones patrióticas y columnas de soldados marchando con precisión sincronizada a través de la plaza Tiananmen.

Porque en la narrativa china moderna, la memoria no solo sirve para recordar… también sirve para liderar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press