Europa quiere su propio cielo: el nuevo auge espacial europeo comienza en los bosques de Suecia

Mientras EE.UU., China e India lideran la carrera espacial, Europa reacciona con proyectos ambiciosos desde el Círculo Polar Ártico hasta las costas de Noruega

En lo profundo de los frondosos bosques del norte de Suecia, más allá del Círculo Polar Ártico y en territorios donde los renos vagan libremente y los científicos esquían en invierno, se encuentra una de las apuestas más firmes de Europa para establecerse como potencia espacial: el Centro Espacial Esrange. Esta remota instalación representa una nueva era de independencia tecnológica y estratégica del continente europeo en un momento en que la carrera espacial se ha vuelto más competitiva que nunca.

¿Por qué Europa quiere más autonomía espacial?

Durante décadas, Europa ha dependido en gran medida de Estados Unidos para el lanzamiento de satélites y otros servicios relacionados con el espacio. Desde el centro espacial de Kourou, en la Guayana Francesa, hasta las misiones coordinadas con la NASA, la interdependencia ha sido clave. Pero el panorama global ha cambiado.

La política de “America First” impulsada por Donald Trump y la creciente comercialización del espacio, dominada por compañías como SpaceX y Blue Origin, han provocado un despertar estratégico en Europa. Como señaló Hermann Ludwig Moeller, director del European Space Policy Institute:

“Europa, si quiere ser relevante en los próximos cinco a diez años, debe al menos duplicar su inversión en el sector espacial”.

Esrange: El corazón de la esperanza espacial europea

Vivimos un momento clave. Europa no quiere limitarse a alquilar lanzaderas estadounidenses o lanzar desde puntos remotos como América del Sur. Esrange, situado al norte de Kiruna, en Suecia, es un sitio estratégico: aislado, seguro y tecnológicamente avanzado.

  • Ubicado a más de 200 km del Círculo Polar Ártico
  • Operado por la Corporación Espacial Sueca (SSC)
  • Área total: 6 km², rodeada por una zona de impacto de cohetes de 5,200 km², prácticamente inhabitada

Además de lanzar cohetes suborbitales y realizar experimentos con globos estratosféricos, cuenta con más de 30 antenas que permiten una mejor comunicación con satélites en órbita polar que aquellas situadas cerca del ecuador.

“El motor del cohete caerá libremente sobre el bosque”, explicó Mattias Abrahamsson, director de desarrollo científico en Esrange. “Por eso debemos asegurar que nadie esté en la zona, aunque recoger bayas o pescar ahí sea tan seguro como caminar por Nueva York”.

Andøya y el norte noruego como frontera del espacio

Noruega no se queda atrás. El Andøya Spaceport, ubicado en una isla noruega de latitud extrema, también es parte del plan europeo para diversificar y expandir su infraestructura de lanzamiento.

En marzo, Isar Aerospace, una compañía privada alemana, realizó un vuelo de prueba desde este sitio. Aunque el cohete no alcanzó órbita y cayó al mar tras 30 segundos, la misión fue considerada un éxito por ser la primera del programa, y una demostración del potencial del lugar.

Las locaciones en el norte ofrecen ventajas evidentes: seguridad, espacio disponible y menor densidad de población, reduciendo los riesgos para las comunidades cercanas.

¿Por qué no lanzar desde Europa continental?

La única instalación europea actualmente capaz de alcanzar órbita con cohetes es el Centro Espacial de Kourou en la Guayana Francesa, cerca del ecuador. Lanzar desde zonas cercanas al ecuador tiene ventajas físicas, pero las tensiones políticas, logísticas y el deseo de control soberano empujan a buscar opciones desde el continente.

Portugal, España, Italia, Reino Unido y Alemania están compitiendo para tener sus propios lanzadores o formar parte del ecosistema espacial europeo en crecimiento.

India y su liderazgo en misiones lunares como espejo competitivo

No es casual que Europa se sienta desfasada. Mientras el continente discute inversiones, India ha logrado hitos sorprendentes: en 2023, fue el primer país en aterrizar una nave cerca del polo sur lunar. En 2014, ya había colocado un satélite en órbita marciana. El éxito del proyecto Chandrayaan 3 fue una muestra de ambición, constancia y soberanía nacional tecnológica.

También podemos mirar a naciones emergentes como Nueva Zelanda o Australia, que han construido industrias de lanzamiento ágiles y funcionales, basadas en la colaboración entre gobiernos y empresas privadas.

Seguridad espacial y defensa: autonomía estratégica en juego

Más allá de la exploración o la competitividad comercial, hay otro motivo importante tras los planes espaciales europeos: la defensa planetaria y la autonomía en ciberseguridad y comunicaciones.

Con Estados Unidos priorizando sus propios intereses defensivos —como el sistema "Golden Dome" propuesto por Trump para interceptar misiles desde el espacio— y las tensiones geopolíticas en aumento, los líderes europeos ya no quieren depender exclusivamente de aliados externos.

“Europa necesita tener la capacidad de reaccionar con medios propios, bajo su propio control”, expresó Moeller.

Los discursos recientes de figuras como JD Vance instando a Europa a “valerse por sí misma” se toman hoy más en serio que nunca, alimentando el sentido de urgencia por establecer una infraestructura espacial soberana e integral.

Una industria en expansión: oportunidades comerciales desde la estratósfera hasta la luna

El negocio espacial no es solo cosa de gobiernos. Según la consultora Eurospace, se espera que el número de satélites operando en órbita se triplique hacia 2030. Servicios como navegación, meteorología, comunicaciones globales y monitoreo medioambiental dependen cada vez más de constelaciones en el espacio.

Justamente allí, Europa quiere posicionarse como referencia tecnológica y empresarial. La Corporación Espacial Sueca incluso planea asociarse con empresas emergentes y universidades para capitalizar este crecimiento.

“Todos usamos datos satelitales a diario sin saberlo”, dijo Ulrika Unell, presidenta de la división orbital del centro Esrange. “Cuando miras tu móvil y consultas mapas, clima o haces una llamada, esos datos vienen del espacio. Es fundamental que toda la sociedad lo entienda, no solo científicos o astronautas”.

Nuevos retos y el papel de Elon Musk en la percepción europea

Uno de los puntos que aceleró este cambio de paradigma fue la concentración de servicios clave en manos privadas extranjeras. Starlink, el sistema de satélites de SpaceX, ha sido un salvavidas para Ucrania en su guerra contra Rusia, pero también un factor de vulnerabilidad: ¿qué pasa si un país depende de Musk… y Musk cambia de opinión?

El escenario global ha demostrado que tener control sobre infraestructuras críticas como las telecomunicaciones satelitales puede definir el éxito o fracaso en conflictos, catástrofes naturales e incluso servicios financieros globales. Europa necesita asegurarse de que su soberanía tecnológica no dependa de decisiones empresariales externas.

El futuro: ¿puede Europa ponerse al día?

La respuesta es sí, pero requiere voluntad política clara, coordinación entre Estados miembros, inversión privada y un “salto de fe” tecnológico. Europa tiene la base científica, la infraestructura industrial y los centros de excelencia académica para lograrlo.

Pero también está el factor demográfico y cultural. Inspirar a nuevas generaciones de europeos a involucrarse en la ingeniería aeroespacial, ciencias de datos, ciberseguridad orbital y materiales avanzados es tan importante como construir cohetes.

La visión compartida de crear una infraestructura espacial verdaderamente europea —con múltiples puntos de lanzamiento, constelaciones propias de satélites e incluso presencia lunar— está tomando forma. Esampleado por centros como Esrange en Suecia o Andøya en Noruega. Son los primeros pasos hacia un futuro donde Europa mire al cielo no con nostalgia… sino con liderazgo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press