Kim Jong Un, Xi Jinping y Putin: el nuevo eje de poder global que desafía a Occidente
La reunión en Pekín entre los líderes de Corea del Norte, China y Rusia marca un posible punto de inflexión en la configuración del nuevo orden multipolar
La coreografía del poder: un desfile militar con un trasfondo político
El mundo presencia una coreografía geopolítica inédita. Kim Jong Un, líder supremo de Corea del Norte, se dirige a Pekín en su tren blindado para asistir a un desfile militar que no solo conmemora el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, sino que también podría escenificar un nuevo bloque político-militar que desafía abiertamente el liderazgo global de Estados Unidos.
Junto a él estarán Vladimir Putin, presidente de Rusia, y Xi Jinping, presidente de China. Nunca antes estos tres líderes, considerados los principales antagonistas del dominio occidental actual, se habían congregado físicamente en un mismo evento de tal envergadura. Aunque no hay confirmación oficial de una reunión trilateral privada, el simple hecho de su presencia conjunta ya recalibra simbolismos internacionales.
Más allá de la foto: ¿una nueva coalición antinorteamericana?
La asistencia de Kim marca un hito en su mandato de 14 años, siendo la primera vez que participa en una cumbre multilateral de este calibre. Para él, simboliza más que una visita oficial: es un mensaje de integración a un bloque emergente que parece tomar forma en Eurasia.
Históricamente aislada, Corea del Norte ha intensificado su cooperación con Rusia desde el inicio de la guerra en Ucrania. Estados Unidos ha acusado a Pyongyang de suministrar munición y armas a Moscú a cambio de ayuda económica y quizás militar. A cambio, Vladímir Putin ha estrechado lazos con el régimen norcoreano, que hasta hace unos años era considerado un paria incluso por sus pocos aliados.
Con China, la relación ha atravesado altibajos. A pesar de ser el principal socio comercial de Corea del Norte, las tensiones surgidas durante la pandemia y ciertas posturas independientes de Kim distanciaron a ambos países. Sin embargo, este acercamiento en Pekín sugiere una estrategia clara para reconectar con su padrino histórico.
China y su ambición multipolar
Xi Jinping, por su parte, ha usado foros como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) para promover una narrativa de mundo multipolar que reduzca la hegemonía de Washington. Acoger simultáneamente a Putin, Kim y otros líderes como los de Irán y Bielorrusia no es casualidad: es una declaración de intenciones.
En el contexto actual, marcado por sanciones cruzadas, bloqueos económicos, guerras por delegación y tensiones en el Indo-Pacífico, Pekín busca afianzar alianzas no solo económicas, sino estratégicas y militares. El desfile en sí, con su imponente exhibición de poderío bélico, es parte de esa narrativa.
¿Qué gana Corea del Norte?
Kim viaja acompañado de sus principales asesores, incluyendo a la ministra de Relaciones Exteriores Choe Son Hui. Antes de partir, inspeccionó el desarrollo de un nuevo motor de cohete fabricado con materiales compuestos de fibra de carbono, destinados a sus ICBM (misiles balísticos intercontinentales). El mensaje es claro: mientras negocia en el exterior, sigue reforzando su capacidad de disuasión.
Desde el fracaso del diálogo con Donald Trump en 2019, Corea del Norte ha quedado fuera de las negociaciones internacionales. Con este nuevo contexto diseñado por Xi y Putin, Kim ve una oportunidad de oro para integrarse en un marco mucho más beneficioso para sus intereses, menos condicionado por exigencias de desnuclearización y más centrado en una colaboración práctica.
Además, sabe que eventualmente Rusia necesitará reponer recursos tras la guerra en Ucrania, y China no quiere perder influencia en la península respecto a Moscú. Esto sitúa a Pyongyang en un punto de ventaja negociadora.
Los ausentes: Estados Unidos y sus aliados
Ni Estados Unidos ni Corea del Sur están invitados al banquete diplomático. El nuevo presidente liberal surcoreano, Lee Jae Myung, junto con la administración estadounidense comandada por Donald Trump (según se menciona), han mostrado interés en reactivar el diálogo con Corea del Norte. Pero Pyongyang ha cerrado esa puerta mientras fortalece su músculo militar.
Para Washington, la convergencia entre las tres potencias representa uno de los mayores desafíos diplomáticos y estratégicos de las últimas décadas. La posibilidad de colaboración tecnológica, la triangulación de recursos militares y la sincronización de discursos y votos en organismos internacionales podrían menguar la influencia norteamericana a nivel regional y global.
Análisis desde Moscú: pragmatismo y sobrevivencia
En Moscú, la intervención se ve como una jugada pragmática. Los canales de suministro armamentístico abiertos con Corea del Norte han dado oxígeno logístico al esfuerzo bélico en Ucrania, mientras que la cercanía con Pekín garantiza que Rusia no sea completamente aislada del comercio mundial.
Según informó TASS, el Kremlin consideraba seriamente una reunión bilateral con Kim en Pekín. La diplomacia rusa —que en otros contextos habría evitado mayor cercanía con un régimen tan volátil como el de Pyongyang— parece ahora decidida a aceitar cualquier alianza útil para contrarrestar las sanciones occidentales.
Implicaciones en Asia-Pacífico
La región verá inevitablemente un aumento en las tensiones. Japón ha extremado sus posturas defensivas ante los lanzamientos de misiles norcoreanos, y Taiwán sigue siendo un polvorín. La demostración de unidad entre China, Rusia y Corea del Norte no augura moderación.
Es probable que los próximos meses estén marcados por una mayor cooperación militar entre los tres países, ejercicios conjuntos y una diplomacia paralela al G7 y la OTAN. La OCS, por ejemplo, podría absorber nuevas competencias que diluyan aún más el margen de maniobra de Occidente.
La narrativa simbólica: el desfile como ecosistema de poder
Los desfiles militares no son eventos inocentes. Tienen una carga semiótica que supera la mera exhibición marcial. Son rituales de poder, usados históricamente por imperios y bloques para mandar mensajes, reforzar liderazgos y proyectar cohesión.
Este desfile, con Kim, Xi y Putin como anfitriones visibles o tácitos, reconfigura la percepción de unidad entre autocracias que han acusado a Occidente de neocolonialismo, doble moral y unilateralismo. En contraste, se posicionan como impulsores de un nuevo orden mundial basado en soberanía, multipolaridad y “coexistencia armada”.
¿Qué sigue después de Pekín?
Esta trilogía de poder puede convertirse en un pilar determinante de las próximas décadas. Aun sin una alianza formal como la OTAN, comienza a construirse un patrón de cooperación que en lo económico, militar y geopolítico amenaza los fundamentos del actual sistema internacional.
Queda por ver si esta unión se mantiene cohesionada ante sus propias contradicciones internas o si simplemente responde a una pulsión coyuntural frente al enemigo común que es Estados Unidos. Lo cierto es que Kim Jong Un, rompiendo una tradición de 14 años de aislamiento selectivo, se sienta ahora en la mesa de los grandes. Solo el tiempo dirá si podrá quedarse.