Líbano y Siria: Una frontera entre sombras, presos sin juicio y el complicado camino hacia la reconciliación

Entre tensiones históricas, miles de refugiados y fronteras sin definir, Beirut y Damasco buscan rehacer sus lazos mientras enfrentan una verdad incómoda: la larga sombra del pasado aún pesa sobre su futuro compartido.

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Un nuevo intento de reconciliación tras décadas de tensiones

Después de largos años de relaciones plagadas de desconfianza, ocupación e intervenciones políticas y militares, Siria y Líbano han dado un paso simbólico pero significativo: acordaron la creación de dos comités binacionales para abordar algunos de los temas más sensibles que los dividen. Entre ellos, destaca la situación de cerca de 2,000 prisioneros sirios en cárceles libanesas, la localización de libaneses desaparecidos en Siria y la delimitación aún pendiente de su frontera común.

Esta medida llega en un momento de transformación para ambos países. Con la caída del régimen de Bashar al-Assad y la llegada de un nuevo presidente interino en Siria, Ahmad al-Sharaa, Damasco busca virar la página y restablecer relaciones diplomáticas plenas con vecinos claves, entre ellos el Líbano.

El peso de la historia: ocupación, guerra y heridas abiertas

La relación entre Siria y Líbano es tormentosa y compleja. Tras el final del Mandato francés a mediados del siglo XX, ambos países tomaron rutas políticas distintas, pero inevitablemente entrelazadas. Siria ha considerado históricamente al Líbano parte de su órbita natural de influencia; una visión que dio lugar a un control militar y político de casi tres décadas (1976-2005), formalmente llamado “presencia siria”, pero para muchos libaneses percibido como una ocupación de facto.

La salida de las tropas sirias en 2005, luego del asesinato del exprimer ministro libanés Rafiq Hariri —acusación de la que la opinión pública responsabilizó en gran parte a Siria—, marcó el inicio de una nueva era. Sin embargo, las cicatrices emocionales y políticas permanecen.

Durante el conflicto sirio iniciado en 2011, el grupo chiita proiraní Hezbolá, con gran peso en la política libanesa, intervino del lado del régimen de Bashar al-Assad. Esta acción deterioró aún más las percepciones mutuas. La actual dirección interina en Siria, sin embargo, desea distanciarse de ese pasado reciente, buscando reconstruir relaciones sobre nuevas bases.

Dos comités para temas explosivos: prisioneros y desapariciones

Los comités anunciados recientemente tendrán tres tareas fundamentales:

  • Elaborar un plan conjunto para el tratamiento de los casi 2,000 prisioneros sirios en cárceles libanesas, de los cuales aproximadamente 800 están procesados por delitos de seguridad, como ataques o porte ilegal de armas, muchos sin ser sometidos a juicio.
  • Abordar el tema de los libaneses desaparecidos en Siria, muchos de ellos desde la época en que Siria tenía una presencia militar en suelo libanés.
  • Establecer con claridad y reconocimiento mutuo la frontera común, hoy en gran medida indefinida, facilitando el tráfico ilegal de armas, bienes e incluso personas.

Estas tareas no serán fáciles. Por ejemplo, el número exacto de desaparecidos libaneses en Siria es incierto, aunque organismos de derechos humanos cifran los casos en al menos varios cientos. En cuanto a los prisioneros sirios en cárceles libanesas, muchos fueron detenidos por actividades sospechosas relacionadas con el conflicto sirio.

Refugiados, seguridad y economía: otros puntos claves

Otro tema candente que fue discutido es el de los más de 1.5 millones de refugiados sirios que permanecen en Líbano. Esta es, per cápita, la mayor concentración de refugiados en el mundo. Estas personas huyeron de la guerra civil en Siria, pero hoy viven en condiciones precarias en suelo libanés, enfrentándose a una creciente hostilidad debido a la crisis económica que vive el Líbano desde 2019
y a una retórica política cada vez más xenófoba.

En febrero de 2024, el gobierno libanés había solicitado formalmente a agencias internacionales un plan de retorno seguro y voluntario de estos refugiados, pero sin establecer canales jurídicos con el nuevo gobierno sirio, tal retorno resulta inviable.

De hecho, según ACNUR y datos de la ONU, más de 850,000 refugiados han retornado voluntariamente desde la caída del régimen de Assad, lo que demuestra que existe un flujo de regreso, aunque problemático y aún no estandarizado. Líbano busca ahora dejar de asumir solo esa carga e incluir a Siria en el diseño de estos procedimientos.

Una frontera sin definir...

La frontera Líbano–Siria, de más de 375 kilómetros, sigue sin perfectamente demarcar. En su mayoría montañosa y rural, ha sido utilizada históricamente para el contrabando de combustible, armamento, fármacos e incluso personas. Con la profundización de las crisis en ambos países, estas prácticas han incrementado tanto en volumen como en peligrosidad.

El nuevo comité buscará no solo trazar límites legales, sino también establecer controles fronterizos conjuntos para frenar el tráfico ilegal. Esta medida implicaría una cooperación inédita entre fuerzas armadas que hace apenas unos años eran vistas como antagonistas.

Una señal diplomática: visitas oficiales y nuevas perspectivas

Durante marzo de 2025, el presidente interino sirio Ahmad al-Sharaa y el presidente libanés Joseph Aoun sostuvieron breves pero significativas conversaciones durante la cumbre de la Liga Árabe en Egipto. Desde entonces, aumentaron los contactos informales que desembocaron en esta nueva etapa de entendimiento.

La reciente visita de una delegación siria a Beirut —la primera desde 2011— ha sido recibida como el inicio de una apertura diplomática más profunda. Se espera, con entusiasmo mesurado, la próxima visita de los ministros de Exteriores y Justicia sirios, lo que marcaría un antes y un después tras más de una década de hostilidad.

La memoria aún duele

Sin embargo, en las calles de Beirut y Trípoli, así como en los barrios suníes y cristianos tradicionalmente contrarios al régimen sirio, muchos no ven con buenos ojos este acercamiento. Aún quedan muy frescos los recuerdos del control sirio de la policía, de los servicios secretos interfiriendo en la política libanesa y de los abusos cometidos durante los 29 años de presencia militar.

Las protestas de grupos de derechos humanos y familiares de desaparecidos ya comienzan a pedir condiciones claras de transparencia en los nuevos comités, incluyendo protección internacional y auditoría externa mediante la ONU o la Cruz Roja.

¿Una región en transición?

El acercamiento Líbano–Siria no sucede en el vacío. En una región transformada por los acuerdos de Abraham, los realineamientos de Turquía e Irán, y la guerra aún vigente en Gaza, el equilibrio geopolítico está cambiando. Líbano podría beneficiarse de reconstruir lazos con Siria si eso implica seguridad fronteriza, control de refugiados y futuros acuerdos energéticos.

Para Siria, en tanto, es una oportunidad de regresar poco a poco al escenario regional como actor legítimo tras la caída del régimen Assad y romper con el aislamiento impuesto durante años.

Se trata de un juego de equilibrios, diplomacia cautelosa y heridas sin cerrar. Pero también, quizás, de una verdadera oportunidad para construir algo distinto en una región que lo necesita urgentemente.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press