Boeing y la tragedia de los 737 Max: una herida aún abierta en la industria aeronáutica
Entre juicios, acuerdos millonarios y la lucha de las familias por justicia, el caso Boeing sigue revelando las fallas estructurales del sistema aeronáutico global
La sombra de dos tragedias
En octubre de 2018, un Boeing 737 Max de la aerolínea Lion Air se estrelló en el mar de Java, cobrando la vida de 189 personas. Apenas cinco meses después, en marzo de 2019, otro 737 Max, esta vez de Ethiopian Airlines, cayó poco después del despegue, causando la muerte de 157 pasajeros y tripulantes. En conjunto, 346 vidas se perdieron en circunstancias similares.
Estas tragedias marcaron uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente de la aviación comercial. Pero también prendieron los reflectores sobre prácticas cuestionables dentro de Boeing y fallas clave en el sistema de regulación aérea estadounidense.
El MCAS: la pieza del rompecabezas
Ambos accidentes señalaban un denominador común: el software MCAS (Maneuvering Characteristics Augmentation System), un sistema automático diseñado por Boeing para compensar un problema en el diseño del avión que lo hacía propenso a levantar excesivamente el morro.
Este sistema, sin embargo, se activaba erróneamente por la lectura de un solo sensor, y empujaba repetidamente la nariz del avión hacia abajo, generando una situación imposible de controlar para los pilotos, sobre todo dado el escaso entrenamiento recibido respecto al funcionamiento del MCAS.
Una investigación de la FAA y otras entidades reveló que Boeing no informó adecuadamente sobre este software, ni a los reguladores ni a las aerolíneas. Las consecuencias mortales de esa decisión son parte del legado que la compañía aún no ha sanado.
La justicia en los tribunales, ¿o en los despachos?
La primera consecuencia legal importante surgió en 2021, cuando el Departamento de Justicia (DoJ) de EE. UU. acordó con Boeing un trato económico de 2.5 mil millones de dólares para evitar el juicio penal. El pacto contemplaba multas, compensaciones a las familias de las víctimas e inversiones internas para mejorar los estándares de seguridad y ética.
Sin embargo, en 2023 el gobierno estadounidense declaró que Boeing había violado las condiciones del acuerdo. El juez Reed O’Connor rechazó el trato inicial y abrió la posibilidad a un nuevo juicio. Pero este año, las autoridades federales presentaron un nuevo acuerdo que eliminaría la acusación penal a cambio de pagos adicionales y promesas de cambios estructurales dentro de la empresa.
Esto reavivó la indignación de familiares de las víctimas, quienes han reclamado, una y otra vez, que la empresa enfrente un juicio público. “Permitir este acuerdo es permitir que Boeing escape de la justicia”, declaró Chris Moore desde Toronto, padre de una joven fallecida en el accidente de Ethiopian Airlines.
Familias que no se rinden
La lucha por justicia ha tenido un rostro humano constante: madres, padres, hermanos e hijos de las 346 víctimas que se han trasladado desde Francia, Irlanda, Canadá o Kenia para asistir a las audiencias en Texas.
“No buscamos venganza, buscamos responsabilidad”, afirmó Nadia Milleron, madre de Samya Stumo, quien viajaba en el vuelo ET302 de Ethiopian Airlines. “Queremos un sistema que priorice la seguridad sobre las ganancias”.
El colectivo de familias ha exigido que el juez rechace el nuevo acuerdo propuesto y, en su lugar, acepte una causa penal con un juicio abierto y la designación de un fiscal especial independiente.
Boeing y el valor de la seguridad… ¿o de las acciones?
En el centro de este debate se encuentra una cuestión básica: ¿cuánto vale la vida humana frente al valor de las acciones de una empresa? Desde el inicio, críticos han denunciado que el problema es sistémico, y que Boeing presionó a la FAA para aprobar el 737 Max sin requerir entrenamientos adicionales ni simuladores, con el fin de asegurar ventajas competitivas frente a Airbus.
Según informaciones filtradas internamente, la frase “Esta decisión ahorra millones de dólares” fue una de las más repetidas por ejecutivos de Boeing durante la certificación del 737 Max. Esto refuerza la percepción de una cultura corporativa centrada en las finanzas antes que en la seguridad.
Un caso que reescribe la aviación
Las implicaciones de este caso van más allá de Boeing. Desde 2019, las autoridades reguladoras de todo el mundo comenzaron a revisar y endurecer sus procesos de certificación. Incluso la FAA, que había sido criticada por su “excesiva cercanía” con los fabricantes, admitió una pérdida de credibilidad.
A nivel global, se registró también un repunte en las auditorías internas de las aerolíneas y en los protocolos de formación de pilotos. El accidente dejó claro que la confianza entre fabricante, regulador y aerolínea no puede sostenerse únicamente con papeles firmados.
El Parlamento Europeo, por ejemplo, debatió impulsar una agencia internacional conjunta que supervise de forma independiente las certificaciones de aeronaves que operen en espacio aéreo compartido. Una idea aún en discusión, pero necesaria según muchos expertos.
¿Una lección aprendida… o ignorada?
En enero de 2024, un Boeing 737 Max sufrió una nueva falla cuando una compuerta de salida de emergencia se desprendió en pleno vuelo de Alaska Airlines. El avión logró aterrizar sin víctimas, pero mostró que la crisis de confianza en la aeronave no ha terminado.
Además, la decisión del nuevo acuerdo entre el DoJ y Boeing se vio envuelta en un nuevo clima político: con Donald Trump de nuevo en la Casa Blanca, el enfoque sobre la industria y los organismos reguladores atraviesa una nueva etapa, más incierta que nunca. Trump ha expresado abiertamente su crítica al rol interventor de la FAA y ha presionado para reducir las restricciones a la industria privada.
Eso ha causado recelo en asociaciones de consumidores y familiares de víctimas, que temen que la política vuelva a primar sobre la seguridad.
Datos que estremecen
- Boeing 737 Max: más de 1,000 unidades en operación actualmente
- Accidentes fatales en 2018-2019: 346 muertos
- Compensación propuesta por Boeing en acuerdos judiciales: 3,600 millones USD (acumulados en multas, indemnizaciones y mejoras internas)
- Número estimado de víctimas que apoyan el acuerdo actual: 110 (según el DoJ)
Más allá del dinero: restaurar la confianza
La lección más difícil de todo este caso es que restaurar la confianza perdida es una tarea titánica. Boeing enfrenta no solo demandas y acuerdos judiciales, sino un daño reputacional difícil de calcular en años.
Familias, pilotos, aerolíneas y pasajeros siguen preguntándose si volar en un 737 Max es completamente seguro. Y aunque el rediseño del MCAS fue aprobado y diversas medidas internas se han implementado, la duda se ha sembrado. Porque, al final, cuando una empresa se convierte en juez de su propia seguridad, el riesgo siempre será desproporcionado.
Lo que ocurra en los próximos días definirá si el caso Boeing marca un precedente que transforme la industria para mejor o si, como temen muchos, será solo una nota más en la larga lista de acuerdos judiciales sin justicia real.