El renacer de Sean McDermott: El alma de los Buffalo Bills en su novena temporada

Con serenidad, determinación y una conexión única con Buffalo, el entrenador McDermott mezcla experiencia, fe y evolución táctica para pelear por un título que se le resiste a la franquicia desde hace décadas.

Una nueva temporada, una nueva serenidad

En agosto, bajo el sol imperdonable del verano, Sean McDermott se pasea por los campos de entrenamiento de los Buffalo Bills con un sombrero tipo bucket característico y un vaso de batido de proteína marcado con la palabra “Coach”. Su andar es pausado, sin prisa, incluso mientras el equipo calienta. Hay una calma evidente. Una paz ganada tras años de trabajo, presión y metamorfosis como líder.

Entrando a su noveno año al frente del equipo, el entrenador principal de los Bills ha desarrollado una rara mezcla de serenidad y convicción que no solo marca un cambio personal, sino que también resume lo que ha sido su proceso en Buffalo desde 2017.

Buffalo, más que una franquicia

“Me considero de Buffalo”, dice McDermott, quien nació y creció en Filadelfia, y pasó sus primeros doce años en la NFL trabajando para los Eagles. Su compromiso con la ciudad se ha profundizado al punto de convertirse en el símbolo de una región valiente y apasionada, marcada por su historia industrial y múltiples desilusiones deportivas.

McDermott entiende el sufrimiento colectivo de una ciudad que vio a sus Bills perder cuatro Super Bowls consecutivos en los años 90. Y ahora quiere reescribir el final de esa historia.

“Ellos no conocen esta comunidad. No nos conocen”, dijo McDermott cuando, tras una victoria en rondas divisionales sobre los Ravens, un periodista de Baltimore llamó a Buffalo una “ciudad de perdedores”.

De inflexible a estratega emocional

Cuando McDermott llegó en 2017, trajo consigo una filosofía que transformó a los Bills de equipo olvidado a contendiente anual. Su mantra “Trust the process” (Confía en el proceso) se convirtió en un sello del vestuario. El mismo año de su llegada, rompieron una sequía de 17 años sin entrar a playoffs.

Pero lo que fue rígido en su momento, se ha flexibilizado con el tiempo. Hoy, McDermott permite que un DJ anime el vestuario cada semana. Escucha más. Comunica mejor. Incluso permitió que las cámaras de Hard Knocks, el famoso programa de HBO sobre NFL, entrasen a su espacio sagrado.

“Los jugadores saben cuál es el estándar”, afirma Tre’Davious White. “Y los jóvenes lo entienden porque los veteranos predican con el ejemplo”.

La evolución desde la resiliencia

Brandon Beane, gerente general del equipo, reconoce que el cambio de McDermott no es casualidad, sino fruto de su madurez como entrenador: “Él ha aprendido a soltar un poco. Sabe cuándo intervenir y cuándo dejar que su equipo se autorregule”.

Otro aspecto clave ha sido la autocrítica. McDermott dedica gran parte de su tiempo a analizar videos, especialmente de las derrotas en playoffs. Su autoconciencia ha resultado fundamental para refinar tácticas, discursos y decisiones.

Una carrera contra el tiempo y los fantasmas

Pese a los logros —incluidas cinco coronas divisionales consecutivas— el gran objetivo aún se escapa: ganar el Super Bowl. McDermott lo sabe y lo asume con pasión desbordante.

“El fuego que arde dentro de mí por ganar un Super Bowl es inigualable”, confiesa. “Pero no puedes llegar ahí mañana… hay que ir día a día”.

Buffalo no se rinde

Lo que distingue a McDermott de otros entrenadores no solo es su liderazgo técnico, sino su capacidad para absorber y reflejar la identidad de Buffalo. Tras una victoria en Miami, al final de su primera temporada, McDermott vio cómo cientos de fanáticos esperaban al equipo en el frío casi polar para celebrar el regreso a playoffs. Fue un momento transformador.

“Ahí fue cuando sentí que estábamos aquí por una razón. Va más allá del fútbol.”

Estabilidad rara en una liga fugaz

La NFL es una liga cruel para los entrenadores. Según estadísticas de NFL.com, el promedio de duración de un entrenador en jefe en un solo equipo es de apenas 4.3 años. Sean McDermott ha duplicado esa expectativa.

La estabilidad en Buffalo se debe tanto a resultados como a cultura. Josh Allen, sin duda, ha sido una bendición, pero no se puede comprender el renacer de la franquicia sin analizar la estructura que McDermott ayudó a crear: una mezcla de exigencia, claridad de roles y fe en el proceso.

Más allá de la figura de Allen, de Stefon Diggs o Von Miller, es el esquema lo que persiste. El equipo presenta identidad. Todos saben qué se espera de ellos. Y esa visión parte del entrenador.

Ser “Buffaloniano” se gana

Para Sean McDermott, vivir en Buffalo no fue suficiente. Tuvo que “convertirse” en buffaloniano. No fue sino hasta experimentar el éxtasis colectivo de la afición que comprendió que este lugar exige más que talento o títulos. Exige pertenencia.

Esa identificación lo ha hecho uno con la ciudad, al punto de defenderla públicamente ante cualquier ataque externo. Para muchos locales, ver a un entrenador nacido y criado en Filadelfia asumir la identidad de una ciudad históricamente marginada, ha generado una simbiosis única.

2025: ¿el año definitivo?

De cara a la nueva temporada, los Bills enfrentan más competencia en la AFC que nunca. Kansas City, Cincinnati, Miami e incluso los Jets lucen como amenazas serias. Y a los 51 años, McDermott aún persigue el sueño que se le escapa desde que pisó Buffalo: levantar el trofeo Vince Lombardi.

La lesión de James Cook, la reconstrucción de la ofensiva y un vestuario cada vez más joven son solo algunos de los retos. Pero si hay alguien que puede gestionar ese caos, es Sean McDermott —el entrenador que aprendió que ganar partidos es importante, pero transformar una franquicia y una ciudad, lo es aún más.

En palabras del propio entrenador: “Nadie tiene más expectativas internas que yo”.

El legado se escribe día a día

Sean McDermott no solo quiere un campeonato. Quiere construir algo perdurable. Un estándar que sobreviva a su mandato. Por eso, cada práctica, cada charla con sus jugadores, cada revisión de video tiene un propósito: formar un equipo, pero también una cultura.

No todos los entrenadores logran pasar de ser gestores a ser símbolos. McDermott lo ha hecho, y lo sigue haciendo bajo el frío, con una gorra de pescador y un vaso de batido marcado con la palabra que lo define: “Coach”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press