La guerra invisible en los cielos de Europa: Rusia, interferencias electrónicas y los nuevos riesgos aéreos
Las crecientes interferencias por GPS en Europa del Este y los países bálticos amenazan la seguridad aérea global: ¿defensa legítima o agresión encubierta?
El cielo europeo, otrora símbolo de fronteras abiertas y vuelos seguros, se ha convertido cada vez más en un escenario de guerra silenciosa. Lo que comenzó como medidas defensivas en conflicto armado se ha transformado en una amenaza persistente para la aviación civil, las comunicaciones marítimas y hasta la estabilidad política del continente. Con más de 800 incidentes registrados en 2024 solamente entre los países bálticos, las interferencias electrónicas -conocidas como jamming y spoofing- se han vuelto más que un simple fenómeno técnico: son señales de un conflicto invisible en curso.
¿Qué ocurrió con el avión de Ursula von der Leyen?
El 8 de septiembre de 2024, el avión que transportaba a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, fue víctima de una interferencia GPS mientras se aproximaba a Plovdiv, Bulgaria. Aunque el aterrizaje fue seguro, la noticia resonó inmediatamente en las capitales europeas como un recordatorio de las nuevas formas de guerra híbrida que se están desarrollando. Lo más sorprendente fue la respuesta del gobierno búlgaro: “no investigaremos porque estas interferencias ya son habituales”.
Este tipo de declaraciones solo subrayan la normalización de un fenómeno que, según la OTAN, podría tener “efectos potencialmente desastrosos” si no se controla o mitiga adecuadamente.
GPS Jamming y Spoofing: ¿cómo funciona esta guerra electrónica?
Los sistemas de navegación por satélite, agrupados bajo el término GNSS (Global Navigation Satellite System), permiten calcular posiciones con precisión mediante señales de satélites ubicados a unos 20,000 kilómetros de la Tierra. Cuando una aeronave o barco pierde esa señal o recibe una falsa, entra en un territorio incierto.
- Jamming: implica el uso de ondas de radio más potentes para bloquear la señal del GNSS, dejando a los receptores incapaces de determinar su posición.
- Spoofing: lanza señales falsas que imitan las reales y hacen creer al receptor que está en otro lugar. Esto ha sido utilizado para engañar sistemas de navegación aérea y marítima.
Thomas Withington, del Royal United Services Institute en Londres, señala que estos métodos no solo interfieren con el enemigo, sino que también generan disuasión y caos alrededor de las zonas sensibles, incluso afectando a civiles y aliados.
Del Kremlin al Mar Báltico: una expansión sistemática
Las interferencias GNSS no son nuevas para Rusia. Desde antes de la invasión de Ucrania, ya se utilizaba spoofing alrededor del Kremlin, alterando GPS de conductores, aplicaciones móviles y dispositivos inteligentes. La estrategia era clara: “restringir el acceso de drones enemigos”, pero en la práctica, incluso taxis eran desviados por error por Moscú.
En 2024, el fenómeno escaló. Según la Oficina de Comunicaciones Electrónicas de Letonia, ese año se registraron 820 incidentes en comparación con solo 26 en 2022 —un aumento de más del 3000%.
Los tres puntos críticos de interferencia están directamente conectados con zonas de alta actividad militar rusa:
- Kaliningrado: enclave estratégico altamente militarizado.
- Leningrado: zona clave cerca de San Petersburgo.
- Pskov: sede de importantes unidades aerotransportadas.
Finnair, Tartu y la aviación civil en peligro
La aerolínea nacional finlandesa, Finnair, suspendió temporalmente sus vuelos al aeropuerto estonio de Tartu luego de dos intentos fallidos de aterrizaje debido a fallos de GPS. Aunque las aeronaves modernas también cuentan con sistemas adicionales como la navegación inercial o radiofónica, muchas pistas regionales dependen exclusivamente de GPS, especialmente en condiciones de baja visibilidad.
En palabras de Withington: “Si algo más sale mal en el cockpit, la pérdida del GPS puede ser fatal. La sobrecarga cognitiva es real”.
El caso de Azerbaiyán: ¿interferencia letal?
En diciembre de 2024, un avión de Azerbaijan Airlines fue derribado sobre el sur de Rusia. Murieron 38 personas. El gobierno alegó que fue víctima de “interferencia técnica y física”, y algunos informes señalan que el avión fue alcanzado durante un intento de aterrizaje en Grozni, región que estaba siendo atacada por drones ucranianos.
Este incidente mostró lo que muchos temen: que la interferencia electrónica ya no es algo superficial o simbólico, sino una herramienta capaz de derribar aeronaves y causar tragedias.
En altamar también hay guerra invisible
La Administración Marítima de Suecia reportó múltiples casos de interferencias por GPS este año en el Mar Báltico. La advertencia oficial a los marineros fue clara: usen radar, brújula y cartas náuticas. Las nuevas generaciones de buques —muchos de ellos automatizados— se ven particularmente vulnerables ante ataques de spoofing, pudiendo ser desviados intencionalmente hacia aguas hostiles.
Withington advierte: “Algunos capitanes de buques mercantes están tan acostumbrados a usar sistemas digitales que han perdido pericia en métodos tradicionales. La dependencia del GPS es un riesgo real”.
¿Una amenaza subestimada?
A pesar de las crecientes pruebas, el Kremlin niega cualquier responsabilidad. Afirma que las interferencias responden a ataques de drones ucranianos y que las quejas internacionales son “motivos políticos”. Muchos países han elevado su preocupación ante la Organización Internacional de Aviación Civil (OACI), pero sin consecuencias claras.
Además, algunos países han tomado medidas más radicales. Letonia, Lituania y Estonia han prohibido los drones privados cerca de sus fronteras con Rusia y emiten alertas constantes sobre la estabilidad de la señal GNSS. Pero el fenómeno está lejos de restringirse al este de Europa.
De riesgos militares a disuasión política
La evolución de estas tácticas sugiere que la intención no siempre es interceptar amenazas inmediatas. Many expertos argumentan que Moscú ha identificado un valor adicional en esta estrategia: desestabilizar a sus rivales sin ejecutar una acción militar directa.
Su eficacia radica en su opacidad. ¿Fue un fallo técnico o un ciberataque? ¿Hay bases para responder diplomáticamente o fue solo un accidente en el espacio aéreo? Esta ambigüedad beneficia al agresor.
¿Qué sigue para la seguridad aérea y marítima mundial?
Cada vez más, los expertos coinciden en que el cielo ya no es simplemente un espacio para aviones, satélites y nubes. Es un campo de batalla electrónico. La OTAN, mientras tanto, amplía sus patrullas electrónicas en el Mar Báltico y estudia cómo proteger aún más los sistemas GNSS usados por sus aliados.
Sin embargo, como lo sugiere el impacto en el avión de von der Leyen o en los vuelos de Finnair, son los civiles los que están quedando atrapados —literalmente— entre coordenadas falsas.
Mientras no haya una respuesta coordinada y global a esta amenaza, el espacio aéreo de Europa seguirá siendo parte de una guerra silenciosa en la que nadie dispara balas, pero todos los sistemas pueden quedar ciegos… con consecuencias potencialmente fatales.