La tragedia oculta de Darfur: un alud sepulta un pueblo entero mientras el país arde en guerra
Un deslizamiento de tierra devastó la aldea de Tarasin en las montañas Marrah de Sudán, dejando más de mil muertos y una sola persona sobreviviente en medio de una guerra civil que impide el auxilio internacional.
Tarasin, Sudán — En un giro tan trágico como invisible para gran parte del mundo, más de mil personas murieron el pasado domingo 1 de septiembre tras un deslizamiento de tierra que arrasó por completo la aldea de Tarasin, ubicada en las remotas Montañas Marrah de Darfur Central, al oeste de Sudán.
Este desastre natural, entre los más letales en la historia reciente del país africano, no sólo muestra la vulnerabilidad natural del territorio, sino también el nivel de desprotección de sus habitantes en un país consumido por una intensa guerra civil. En Tarasin, sólo una persona sobrevivió, según reportó el Movimiento-Soldados de Liberación de Sudán (SLM-A), grupo rebelde que controla esa zona.
Una tierra que tiembla y un país que se desmorona
El derrumbe ocurrió después de varios días de intensas lluvias a finales de agosto, que saturaron los suelos volcánicos de las Montañas Marrah, elevadas a más de 3,000 metros sobre el nivel del mar. Tarasin, enclavada en una zona montañosa de difícil acceso, fue borrada completamente del mapa.
De acuerdo con el comunicado del SLM-A, el pueblo fue "completamente arrasado", con un llamado urgente a la ONU y otras organizaciones internacionales para ayudar a recuperar los cuerpos. Sin embargo, las operaciones de rescate son casi imposibles en esta región, donde el conflicto armado ha restringido seriamente el acceso humanitario.
Una guerra que consume todo a su paso
Sudán vive una guerra civil desde abril de 2023, cuando estallaron enfrentamientos directos entre el ejército regular y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Esta lucha se ha extendido por todo el país, y ha convertido a Darfur, una vez más, en un campo de batalla mortal.
El conflicto ha causado la muerte de más de 40,000 personas, desplazado a 14 millones y llevado a comunidades enteras al umbral del hambre, a tal punto que hay reportes de familias comiendo pasto para sobrevivir. La ONU y organizaciones internacionales de derechos humanos acusan a ambas partes de cometer atrocidades, asesinatos étnicos y violaciones sistemáticas.
Las Montañas Marrah: belleza, rebeldía y tragedia
El área montañosa de Marrah es no solo una maravilla geográfica —una cadena volcánica que se extiende por 160 kilómetros— sino también un santuario para comunidades desplazadas y grupos rebeldes. El SLM-A, que controla el territorio pero no ha tomado parte directa en la guerra actual, sigue operando conforme a sus propios principios, apelando a la protección de civiles y el desarrollo autogestionado de la región.
Este enclave, más fresco y lluvioso que el resto del país, alberga una biodiversidad única y una diversidad cultural inmensa, incluyendo pueblos indígenas que viven aislados del resto de Sudán. Hoy es una zona fantasma, escenario de una de las tragedias más ignoradas de esta década.
Una llamada de auxilio ignorada
El Movimiento-Soldados de Liberación de Sudán responsabilizó la magnitud de la tragedia a la ausencia total del Estado y de organismos internacionales. Aunque pudieron compartir imágenes del terreno arrasado, donde ciudadanos buscaban entre los escombros sin herramientas ni maquinaria, la probabilidad de encontrar más cuerpos intactos bajo toneladas de barro es escasa.
La ONU ha reconocido su incapacidad operativa en regiones como Darfur debido a limitaciones impuestas por la guerra y la falta de acceso seguro. En palabras de un funcionario de una ONG que opera clandestinamente en el oeste sudanés: “Darfur se ha convertido en un agujero negro de miserias sin nombre”.
Una historia repetida y silenciada
No es la primera vez que las lluvias traen muerte a Sudán. Cada año, entre julio y octubre, las precipitaciones monzónicas provocan inundaciones y deslaves que matan a cientos y destruyen hogares. Pero la escala de lo ocurrido en Tarasin —una aldea entera borrada con más de 1,000 habitantes sepultados— representa un punto de inflexión.
Seguramente, este desastre sería portada internacional si ocurriera en otra parte del mundo. Pero en Sudán, donde lo extraordinario es la violencia y la muerte, las tragedias naturales son tragadas por el ruido de las armas.
Y mientras tanto, nuevas tragedias en otras tierras
Lo sucedido en Tarasin encuentra ecos en otras partes del planeta:
- Afganistán: Un terremoto mató a más de 900 personas y dejó a 3,000 heridas en el este del país.
- Indonesia: Continúa la búsqueda de un helicóptero desaparecido con ocho personas, incluyendo tres extranjeros.
- Guinea: Un deslizamiento de tierra sepultó varias casas a las afueras de Conakry, con al menos 11 víctimas fatales.
En todos estos casos, hay algo en común: la fragilidad de las sociedades en conflicto frente a la naturaleza. Donde la desprotección institucional es norma, una tormenta puede transformarse en un apocalipsis.
¿Quién se acuerda de Tarasin?
Mientras miles huyen de Sudán por la pobreza, el hambre o la guerra, es probable que la aldea de Tarasin desaparezca también de nuestra memoria colectiva. No hay registros oficiales ni planos detallados del lugar. Las personas tampoco tenían un censo. Sólo queda el relato de los supervivientes (es decir, de uno) y las imágenes satelitales o registradas por medios regionales que mostraron una planicie de lodo, donde antes hubo callejuelas, patios y vida.
Hoy, el mundo tiene una responsabilidad histórica: no olvidar a las víctimas anónimas de Tarasin. Porque si queremos que el calentamiento global, los fenómenos climáticos extremos y los conflictos no sigan cobrando víctimas invisibles, debemos exigir conexiones humanas más allá de las fronteras geopolíticas.
No se trata sólo de dar ayuda, sino de mirar con seriedad lo que ocurre cuando las catástrofes naturales encuentran territorios ya colapsados por la violencia. Y ahí, el desastre rebasa lo geológico. Se convierte en el reflejo exacto de nuestras omisiones colectivas.
#NuncaMásOlvidarTarasin