Marco Rubio y la nueva diplomacia de Estados Unidos en América Latina: ¿Estrategia de seguridad o táctica electoral?

La gira del Secretario de Estado por México y Ecuador revela las tensiones y ambiciones de una política exterior marcada por el control migratorio y la influencia geopolítica

Un nuevo rostro al frente de la diplomacia estadounidense

Desde que Marco Rubio asumió el cargo de Secretario de Estado en la administración Trump, ha intensificado su actividad diplomática por América Latina. Su tercera gira en lo que va del año lo ha llevado esta semana a México y Ecuador, con una agenda cargada de temas espinosos: seguridad regional, tráfico de drogas, comercio, migración y el creciente peso de China en el hemisferio occidental.

Este viaje pone de manifiesto no solo el interés de Washington en mantener su hegemonía regional, sino también el complejo equilibrio que los países latinoamericanos deben sostener para no caer en confrontaciones diplomáticas o sanciones económicas impulsadas desde la Casa Blanca.

México como eje de la política exterior de EE. UU.

México siempre ha ocupado un lugar estratégico en las relaciones exteriores de Estados Unidos. Su frontera compartida, la cooperación comercial vía el T-MEC y los flujos migratorios colocan al país latinoamericano en el centro del radar estadounidense.

Durante su visita, Rubio destacó que “la cooperación más profunda con México es esencial para la seguridad compartida”. Sin embargo, estas palabras no disimulan los gestos de presión ejercidos por la administración Trump. Desde la exigencia de mayores arrestos y deportaciones hasta la controvertida frase de Trump sobre México: “hacen lo que les decimos que hagan”.

Claudia Sheinbaum entre la cooperación y la soberanía

La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum, consciente de las intenciones estadounidenses, celebró una reunión de alto nivel en seguridad con gobernadores y fuerzas de seguridad antes de la llegada de Rubio. En su discurso dejó clara su postura: “no aceptaremos intervenciones ni interferencias que dañen la soberanía”.

Al mismo tiempo, Sheinbaum tomó acciones concretas para bajar las tensiones con EE. UU., como la entrega de 55 presuntos narcotraficantes y el despliegue de la Guardia Nacional en el norte del país. Además, ha impulsado una iniciativa —aunque no formal— de cooperación bilateral en materia de inteligencia y lucha contra el narcotráfico, especialmente contra el tráfico de fentanilo.

Un contexto geopolítico cruzado: China y la lucha por la influencia

Rubio no solo llega a América Latina con la intención de abordar problemas locales, sino también para reafirmar la presencia de Estados Unidos frente a la influencia de China. En sus visitas anteriores a Panamá, El Salvador y otros países del Caribe, alertó sobre la “influencia maligna” china, particularmente en infraestructuras clave como el Canal de Panamá.

En esta ocasión, su visita pretende asegurar que Ecuador y México no se acerquen demasiado a proyectos chinos en temas de inversión energética, tecnología o transporte. La diplomacia estadounidense incluye promesas de cooperación económica, pero también lleva consigo presiones para que los países alineen sus estrategias con Washington.

El narcotráfico como punto de presión bilateral

Uno de los principales objetivos de la gira es intensificar la lucha contra el narcotráfico. Washington ha clasificado ciertos carteles como organizaciones terroristas extranjeras, lo que reforzaría su base legal para intervenir más activamente en territorio extranjero.

Rubio ha reiterado que uno de los pilares de su actuación es “proteger nuestras fronteras y neutralizar amenazas narco-terroristas”. Esta postura genera alarma en países como México, donde una intervención directa podría ser vista como una violación de su soberanía.

En términos pragmáticos, México ha tomado acciones: ha intensificado destruccciones de laboratorios clandestinos, incautaciones y extradiciones. Pero mantiene la línea roja de que no se permitirá el actuar autónomo de agencias como la DEA dentro del país.

Un juego electoral camuflado de estrategia diplomática

No es un secreto que muchos analistas ven esta ofensiva diplomática como parte de la campaña de reelección de Donald Trump. Con temas como el control migratorio y la lucha contra el narcotráfico tocando fibras sensibles del electorado, Rubio funciona como una herramienta efectiva para reforzar estos mensajes en medios y actos de campaña.

Además, en el marco interno, políticos como la senadora saliente Joni Ernst y la posible aspirante Ashley Hinson ya comienzan a utilizar el relato del “compromiso con el America First” dentro de sus discursos, anticipando que las decisiones diplomáticas reflejan también cálculos partidistas.

La migración y el retorno de deportados

Uno de los grandes logros que el Departamento de Estado ha destacado es la aceptación por parte de varios países latinoamericanos del retorno de sus nacionales deportados desde EE. UU. Excepto por Nicaragua, la mayoría habría acelerado estos procesos como resultado de negociaciones con Rubio.

“Cada país entiende que esta cooperación no es opcional”, declaró un funcionario del Departamento de Estado bajo anonimato. Este enfoque pone en tela de juicio la voluntariedad real de los acuerdos.

El futuro de la relación bilateral: entendimiento o colisión

Sheinbaum reafirmó que desea mantener una seña de diálogo con Estados Unidos. De hecho, en su encuentro con Rubio resaltó que, pese a diferencias, existe una sólida línea de cooperación. Sin embargo, el camino no está libre de tensiones.

El principal reto es definir los límites de esta cooperación sin comprometer la autonomía de los países latinoamericanos. Si EE. UU. continúa con una estrategia de 'carrot and stick', los gobiernos de la región podrían verse obligados a buscar equilibrios con otros actores, como China, para evitar depender exclusivamente de Washington.

Rubio: ¿El nuevo canciller del realismo imperial?

Hoy, Marco Rubio no solo es un emisario del gobierno estadounidense: su rol cobra dimensión simbólica y estratégica. Su perfil hispano y conservador le brinda legitimidad frente a algunos sectores latinoamericanos, pero su discurso muchas veces centrado en la amenaza y el control despierta preocupación.

“América Latina está cada vez más alineada con nuestros intereses de seguridad”, aseguró en una entrevista de camino a Quito. Sin embargo, queda claro que esa alineación no siempre es respaldada por consensos internos en los países involucrados.

La pregunta central es: ¿puede Estados Unidos lograr una interlocución exitosa sin recurrir a prácticas coercitivas? ¿O estamos ante una reafirmación de un realismo geopolítico envuelto en retórica de cooperación?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press