Uganda envejece: el reto invisible del cuidado a los mayores en África
En un país donde la juventud domina las estadísticas, los adultos mayores comienzan a llenar silenciosamente los pueblos rurales, enfrentando abandono, enfermedad y una débil red de apoyo social
En el corazón del África subsahariana, Uganda está enfrentando un cambio demográfico veloz y silencioso: el aumento acelerado de su población de adultos mayores. En medio de un país donde más del 50% de sus habitantes tienen menos de 18 años, los ancianos comienzan a ser más visibles, no porque se los cuide mejor, sino porque sus necesidades no pueden seguir ignorándose.
Una transformación demográfica sin precedentes
Uganda es conocida por tener una de las poblaciones más jóvenes del mundo, pero está viviendo una transición demográfica acelerada que tomará tan solo 40 años para cuadruplicar la proporción de personas mayores. Para ponerlo en perspectiva, muchos países desarrollados tardaron un siglo en duplicar su población anciana.
Según proyecciones del Population Reference Bureau, para 2060 los mayores de 60 años representarán más del 10% de la población ugandesa. Esto se debe en parte a la mejora en la esperanza de vida (actualmente cerca de los 64 años) gracias al acceso a ciertas vacunas y programas de salud pública, aunque todavía está lejos del promedio global.
La otra cara de la longevidad: pobreza, enfermedades y abandono
Lograr vivir más tiempo debería ser motivo de celebración. Pero en Uganda, hacerlo en condiciones dignas es un desafío inmenso. La vejez en zonas rurales como Mukono, Nabalanga, o el distrito de Rukiga está marcada por la precariedad: techos que gotean, falta de agua potable, comida escasa y acceso médico casi inexistente.
Personas como Maria Kimono, de 69 años, o Joseph Malagho, de unos 70, son testimonio vívido de una realidad donde envejecer significa resistir. Joseph ha sobrevivido al VIH, pero ahora enfrenta los estragos del envejecimiento sin asistencia médica estructurada. Cuando se le pregunta por su futuro, solo responde: “Es la voluntad de Dios”.
Enfermedades estigmatizadas como la demencia
En muchas comunidades rurales de Uganda, enfermedades como la demencia o trastornos mentales aún son incomprendidas y, peor aún, estigmatizadas. Saverina Tumukunde, de 67 años, fue acusada de brujería debido a su extraña conducta. Sin diagnóstico médico claro, ella vaga por su aldea persiguiendo insectos mientras su esposo, impotente, observa en silencio.
En el caso de Alice Mary Nasanga, el problema se agudiza: tras ser acusada de brujería, fue rechazada por su familia y hoy cuida sola a su hijo discapacitado. “Solo Dios sabe qué pasará con él cuando yo ya no esté”, lamenta.
Una escasa infraestructura para la tercera edad
En Uganda apenas existen hogares de cuidado para ancianos. Uno de ellos, en Kampala, está dirigido por las Hermanas Buenas Samaritanas de Nalukolongo. En este centro escasamente financiado, solo unas decenas de personas reciben atención. En el resto del país, los adultos mayores dependen de familiares—si los tienen—o de ONGs.
Una de esas organizaciones es Reach One Touch One Ministries, que lleva atención médica fundamental a pueblos remotos en motocicletas, como si fueran la última línea de defensa humanitaria. Sus enfermeros viajan horas para medir la presión arterial, cambiar catéteres o simplemente conversar con los mayores olvidados.
Discriminación de género y edad: la doble carga de las mujeres
La vejez femenina carga dos fardos. Primero, muchas mujeres nacidas entre los años 40 y 50 jamás tuvieron acceso a educación formal ni a empleos estables, lo cual las deja hoy sin ahorros ni pensiones. Segundo, muchas aún ejercen roles de cuidado para nietos o hijos con discapacidad.
Es común ver mujeres ancianas escalando colinas para traer agua. Joy Okwanjire, en sus 70, carga cada día un bidón de 10 litros desde una quebrada a más de 1 kilómetro de distancia. La escena sería inspiradora de no ser tan desesperanzadora.
Sin pensiones ni preparación en geriatría
A diferencia de otros países africanos como Sudáfrica, que impulsa planes de pensión y subsidios para mayores, Uganda carece de una red sólida de protección social. La mayoría de personas mayores no accede a ningún tipo de pensión. Además, la formación en geriatría en las universidades ugandesas es casi inexistente, lo que limita una atención médica especializada.
El sistema de salud pública, ya de por sí frágil, no contempla planes específicos para enfermedades asociadas con la vejez como diabetes, hipertensión, artritis o Alzheimer.
Los símbolos de dignidad: fe, canto y baile
A pesar de todo, muchos mayores encuentran fuerzas en la espiritualidad y la comunidad. En aldeas como Rwamucucu, las reuniones quincenales en iglesias ofrecen algo más que comida y atención médica: ofrecen compañía y dignidad. Allí, bajo techos de zinc, se baila, se canta y se ora juntos.
La trabajadora social Gift Amumpeire, del programa Reach One Touch One, afirma: “A veces solo escucharlos es lo más poderoso que podemos ofrecer. Ellos han vivido guerras, dictaduras, pandemias. Lo mínimo es estar presentes en su ocaso”.
¿Qué hacer ante un futuro anciano?
- Impulsar políticas públicas de cuidados geriátricos: desde pensiones modestas hasta la formación de profesionales en salud adulta.
- Empoderar a las ONGs que ya operan en terreno, dotándolas de fondos públicos y mejorando su logística.
- Reducir el estigma asociado a las enfermedades mentales a través de campañas educativas.
- Fomentar modelos comunitarios de co-cuidado apoyados por iglesias, voluntarios e incluso jóvenes.
Uganda se encuentra en una encrucijada. Si no actúa ahora, su envejecimiento poblacional puede convertirse en una crisis humanitaria silente. Pero si enfrenta el desafío con empatía, planeación y solidaridad, podría construir un modelo africano de envejecimiento digno.
Como dijo una anciana de 75 años bajo el implacable sol de Mubushuro: “La vejez no debería ser una maldición… sino la prueba de que hemos vivido lo suficiente como para merecer paz.”