¿Puentes invisibles? La cara oculta de la seguridad ferroviaria en EE. UU.

El plan del Departamento de Transporte para capacitar a más inspectores de vías ferroviarias expone una red de infraestructura en la sombra: 70,000 puentes, creciente riesgo y secretos bien guardados.

En Estados Unidos, hay cerca de 70,000 puentes ferroviarios en funcionamiento, y hasta hace muy poco, solo había siete empleados federales entrenados para evaluar su condición estructural. Una estadística que genera desconcierto y, en algunos casos, alarma. La decisión reciente del Departamento de Transporte de capacitar a 163 inspectores para detectar problemas en estos puentes brinda esperanza, pero también pone sobre la mesa una larga lista de preguntas incómodas.

Una promesa de eficiencia… pero sin control federal

El anuncio fue hecho por el secretario de Transporte Sean Duffy, quien aseguró que esta medida representa una forma eficiente de utilizar los recursos existentes para mejorar la seguridad ferroviaria. “La Administración Trump está cumpliendo su promesa de hacer al gobierno más eficiente y mantener seguros a los viajeros”, dijo Duffy. Pero hay un matiz importante: a pesar del aumento en inspectores, los ferrocarriles seguirán siendo responsables de inspeccionar sus propios puentes, y los resultados permanecerán confidenciales.

Este enfoque mixto entre capacitación federal y autoevaluación privada ha generado críticas. Jared Cassity, director nacional de seguridad del sindicato ferroviario SMART-TD, lo resumió así: "La seguridad del sistema ferroviario depende de múltiples factores, pero pocos son tan críticos como la integridad de los puentes por los que transitan los trenes".

La lenta implementación del reglamento de seguridad

El reglamento federal sobre puentes ferroviarios fue implementado hace más de 15 años, pero cerca del 10% de las ferroviarias, en su mayoría pequeñas, aún no han sido auditadas respecto a la gestión de sus puentes. En contraste, las grandes empresas de carga —que transportan más del 90% de las mercancías del país— sí han sido revisadas con cierta regularidad, según la Administración Federal Ferroviaria (FRA, por sus siglas en inglés).

Sin embargo, los accidentes continúan ocurriendo. En 2023, un puente colapsó en Montana provocando el descarrilamiento de un tren que transportaba productos derivados del petróleo; esto causó un derrame en el río Yellowstone y una posterior limpieza para recolectar bolas de alquitrán. Y solo este año, un puente de una ferroviaria menor colapsó en Oregón... tres años después de haberse incendiado.

Seguridad bajo candado: los informes que nadie puede ver

¿Por qué no se sabe más sobre el estado de estos puentes? Porque los informes están clasificados. El Congreso exigió que los reportes sobre puentes se mantuvieran en secreto para evitar que terroristas o individuos malintencionados apuntaran a los de mayor vulnerabilidad. Si bien existen disposiciones legales para que autoridades locales puedan solicitarlos, muchos funcionarios afirman que conseguir esta información es complicado y lento.

Jessica Kahanek, portavoz de la Asociación de Ferrocarriles Americanos, defendió la postura de la industria privada ante el aumento de inspectores públicos: “Este paso complementa los rigurosos programas internos de inspección de puentes que tiene la industria”. Pero, ¿hasta qué punto es eficaz una supervisión sin transparencia?

Casos emblemáticos: cuando el sistema falla

El puente de Columbus, Montana, cuya imagen recorrió los noticieros internacionales al ver varios vagones sumergidos en el río Yellowstone (foto al pie), es tan solo un ejemplo de los fallos del sistema. También destacan casos no tan mediáticos, como el puente en Oregón cuyo estado ya era precario por daños previos y que aún así terminó colapsando totalmente.

Las consecuencias de estos accidentes no son meramente estructurales; son también ambientales, económicas y humanas. En Montana, el derrame petrolero alertó a numerosas organizaciones ambientales, que exigieron una revisión crítica del sistema ferroviario privado. El río Yellowstone, uno de los afluentes más emblemáticos del oeste norteamericano, tuvo que ser saneado por equipos estatales durante semanas.

¿Autoevaluación o fiscalización independiente?

La práctica de permitir que las propias empresas ferroviarias revisen y aprueben sus puentes genera severas dudas. El conflicto de intereses es evidente: una empresa con recursos limitados probablemente priorice operatividad sobre seguridad. Además, si los informes no están disponibles para ciudadanos, medios o incluso gobiernos locales, se dificulta una auditoría social de estas decisiones.

El argumento de la seguridad nacional (es decir, mantener los informes en secreto por temor al terrorismo) es válido pero ambiguo. Especialmente considerando que muchas otras infraestructuras críticas —como represas o centrales eléctricas— publican informes auditables sin comprometer la seguridad del país.

¿Un problema oculto a simple vista?

Para el público general, los puentes ferroviarios ni siquiera aparecen en el radar. A menudo ubicados en zonas rurales o interconectados con las grandes vías industriales, estos gigantes de acero y concreto son invisibles para la preocupación cotidiana. Y sin embargo, son esenciales: cada día cruzan decenas de millones de toneladas de mercancía, gasolina, fertilizantes, productos alimenticios…

Estados Unidos tiene más de 220,000 millas de vías ferroviarias activas, y los puentes constituyen una parte crucial de esa red. Según un informe del Departamento de Transporte, más del 60% de los puentes ferroviarios tienen más de 75 años. Algunos incluso se remontan al siglo XIX, especialmente en estados como Pensilvania, Illinois y Nueva York.

Uno podría pensar que tanta antigüedad garantiza una revisión constante, pero la falta de fiscalización pública es preocupante. ¿Sabemos realmente por dónde cruzan los trenes que llevan el petróleo que usamos o los alimentos que llegan al supermercado?

La oportunidad que nace del riesgo

La capacitación de 163 inspectores es una gran mejora si se compara con los siete existentes. Aunque su misión principal sigue siendo auditar los planes de inspección y no revisar cada puente uno a uno, esta expansión al menos permitirá detectar problemas evidentes durante otras tareas de inspección ferroviaria.

Cassity, el líder sindical de SMART-TD, lo resume mejor que nadie: “Podemos tener el mejor equipo, la mejor tecnología y los mejores protocolos, pero si no garantizamos que los puentes se mantengan en condiciones óptimas, todo el sistema está en riesgo".

Una asignatura urgente para los legisladores

La pregunta fundamental ahora es: ¿debería cambiar la ley para permitir mayor fiscalización pública? ¿Deberíamos exigir que al menos los gobiernos estatales tengan acceso libre a estos reportes? ¿Deberían revisarse las obligaciones de las ferroviarias para incluir auditorías externas periódicas?

En tiempos donde la infraestructura crítica enfrenta terremotos, incendios y cambios climáticos intensos, no podemos confiar en la buena voluntad empresarial como único escudo frente al desastre.

La historia de los puentes ferroviarios olvidados podría escribir su próximo capítulo con más transparencia, auditorías públicas y protocolos exigentes. Si se ignora esta oportunidad, tal vez el siguiente puente no colapse en una zona despoblada, sino cerca de una comunidad, con consecuencias trágicas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press