Afganistán entre escombros: ¿Dónde está la solidaridad internacional tras el terremoto?

Con más de 1,400 muertos y miles de heridos, la ayuda global llega lenta y fragmentada. La comunidad internacional enfrenta un dilema humanitario y político en un país ya golpeado por múltiples crisis.

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Una tragedia más en la montaña del olvido

El pasado domingo por la noche, un terremoto de magnitud 6.0 sacudió el este montañoso de Afganistán, especialmente la provincia de Kunar. Más de 1,400 personas han perdido la vida, miles resultaron heridas, y centenares de viviendas quedaron reducidas a escombros. Además de la tragedia humana inmediata, este desastre agudiza una realidad: la total fragilidad del Estado, la infraestructura y la capacidad de respuesta en Afganistán.

Un país atrapado entre la geología y la geopolítica

Esta catástrofe es la tercera de gran magnitud desde la toma del poder por parte de los talibanes en 2021. La geografía de la región (altamente sísmica) y la falta de preparación ante desastres crean una tormenta perfecta. Pero si hablamos de causas profundas, la falta de inversión en salud rural, planificación territorial e infraestructura básica han hecho que las víctimas sean muchas más de lo que serían en otro país.

La directora nacional de World Vision Afganistán, Thamindri De Silva, lo resume así: “Los afganos están agotados de tener que afrontar crisis tras crisis con cada vez menos ayuda externa y sólo con sus esfuerzos desesperados”.

Ayuda internacional: entre la caridad tímida y las limitaciones diplomáticas

¿Qué ha hecho la comunidad internacional? Desde el sismo, la respuesta ha sido floja y fragmentada. Sí, el Reino Unido ha prometido 1 millón de libras (aproximadamente 1.3 millones de dólares), y Corea del Sur anunció el envío de 1 millón de dólares a través de Naciones Unidas. La ONU y la Unión Europea han liberado otros 11 millones de dólares. Pero si consideramos que más de 28 millones de afganos necesitan ayuda humanitaria en 2024 según la ONU, esto es una gota en el desierto.

Otros países han ofrecido asistencia en especie. India envió tiendas de campaña y alimentos. Emiratos Árabes Unidos mandó equipos de rescate. Sin embargo, la gran mayoría de países donantes tradicionales, incluido Estados Unidos, aún no han anunciado contribuciones significativas a pesar del sufrimiento palpable.

Un boicot silencioso al pueblo afgano

La razón principal detrás de esta apatía humanitaria es política: la negativa a reconocer al gobierno talibán. Organizaciones y gobiernos temen que los fondos terminen en manos del régimen, y muchos donantes priorizan enviar ayuda a través de ONGs o mecanismos multilaterales. Este laberinto burocrático ralentiza la respuesta en un contexto donde cada hora cuenta.

Pero como explica Jacopo Caridi, director de país del Consejo Noruego para Refugiados: “El terremoto golpeó a comunidades ya afectadas por desplazamientos, inseguridad alimentaria, sequía y el retorno forzado de refugiados. No es un desastre aislado, sino un eslabón más en una cadena de colapsos”.

El precio del abandono: cifras que duelen

  • Solo se ha financiado el 28% del objetivo humanitario para Afganistán en 2024 (UN OCHA).
  • Más de 6.3 millones de afganos están desplazados internos o refugiados en otros países.
  • Unos 23 millones de personas están en situación de inseguridad alimentaria aguda, según el Programa Mundial de Alimentos.
  • Desde 2021, tras la salida de EE. UU., la asistencia humanitaria ha caído más del 60%.

Solidaridad desde abajo: la respuesta de la comunidad local

Mientras las cancillerías del mundo dudan, afganos comunes de pueblos vecinos están trepando montañas y cruzando ríos para asistir a los sobrevivientes. Es una muestra cruda y honesta de solidaridad, sin banderas ni cálculos geopolíticos. Muchos llegan caminando durante horas, cargando medicinas o alimento.

Los equipos de rescate voluntario también han denunciado que muchos caminos están bloqueados por deslizamientos y derrumbes. En muchas aldeas, las familias duermen al aire libre, enfrentando tanto aftershocks como temperaturas extremas.

¿Y la ONU? ¿Y las grandes potencias?

La ONU ha tenido un papel fundamental en canalizar ayudas previas, pero con recortes presupuestarios globales y restricciones impuestas por los talibanes al trabajo de algunas ONGs, incluso su accionar está limitado. La ayuda que debería ser rápida, directa y masiva, llega tarde y en dosis homeopáticas.

Durante sesiones recientes en Ginebra, representantes de agencias de ayuda humanitaria pidieron a gritos a los países donantes que separen lo político de lo humano. “Mientras ustedes discuten políticas, nosotros enterramos cadáveres”, dijo un delegado que pidió no ser identificado.

El caso EE. UU.: de primer donante a gran ausente

Estados Unidos fue históricamente el mayor financiador humanitario de Afganistán. Sin embargo, en 2024 recortó drásticamente dicha ayuda. Del orgullo por reconstruir hospitales escolares en 2004 se ha pasado al silencio diplomático en tiempos de tragedia.

Esta actitud refleja un cambio geopolítico: Washington ha centrado sus recursos en Ucrania, Taiwán y otras regiones donde hay más retorno estratégico. Pero el costo humano de esa reorientación es incuestionable.

Reaccionar o tolerar la catástrofe

Muchos expertos argumentan que la falta de inversión en sistemas resilientes (hospitales rurales reforzados, sistemas de alerta sísmica, infraestructura antisísmica) es lo que convierte los sismos en matanzas. Hoy, Afganistán padece un desastre evitable en gran parte, pero agravado por el abandono estructural.

Una campaña de presión: ¿servirá?

World Vision y otras agencias han lanzado campañas privadas de recaudación. Sin embargo, su alcance es limitado si gobiernos y grandes donantes no aumentan su compromiso.

Se necesita un Fondo de Emergencia especial para Afganistán, desconectado de la legitimidad política del régimen talibán, pero canalizado de forma rápida, eficiente y local. Es una propuesta que circula en las oficinas de la ONU pero que todavía no se concreta.

Los olvidados del mundo necesitan un megáfono

Mientras escribimos estas líneas, ni CNN ni BBC abren sus portadas con Afganistán. La visibilidad también es ayuda: empuja a políticos, conmueve a ciudadanos y moviliza fondos.

Afectados por este desastre masivo no necesitan simples gestos simbólicos. Necesitan agua, medicinas, tiendas, clínicas móviles, y sobre todo, dignidad. Afganistán no puede y no debe pagar con vidas humanas el precio del aislamiento político. Sería convertir una crisis natural en una tragedia provocada.

“La ayuda no debe ser rehén de la política. Aquí hay seres humanos, no ideologías”, afirmó hace poco el jefe de una ONG local durante una llamada entre organizaciones humanitarias.

¿Y tú qué puedes hacer?

  • Informarte y difundir: La indiferencia mata tanto como la falta de comida.
  • Colaborar con ONGs activas, como World Vision, Médicos Sin Fronteras o la Media Luna Roja.
  • Presionar a tu gobierno para que contribuya a fondos imparciales para este tipo de crisis.

Porque aunque Afganistán esté lejos, su tragedia humana es demasiado cercana como para ignorarla.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press